“Más perdido que turco Menem en Anillaco”, reza la célebre frase, aunque a los turcos les resbala la mala fama que les inculcan y dicen que más perdida estará tu abuela, que anoche llamó a la Embajada dos veces, primero para quejarse con un tal señor EPEC y después para pedir un remís.
En todo caso, los habitantes del eximperio otomano deberían ser más conocidos por otros particulares. Como por su gastronomía, por ejemplo, que encuentra uno de sus máximos emblemas a nivel mundial en el döner kebab. Se trata de una delicia elaborada con carne de vaca, pollo o cordero que se cocina en un enorme rollo (una especie de espiedo vertical) y se sirve cortada en tiras en un pan árabe (o “pita”), acompañado de distintos vegetales y salsa de yogurt. “La comida está más buena que la princesa Azme Buykusaaaggghhhh”, sostiene un turco de calle, quien no puede completar el enunciado por culpa de un paro cardiorrespiratorio.
Lo cierto es que el kebab (que en muchos países de Medio Oriente se denomina “shawarma”, lo que en árabe se traduce como “alá, alá, a la mesa que hay carne”), comenzó a hacerse famosa en occidente a principios de los 70. Entonces, inmigrantes turcos residiendo en Alemania lo empezaron a vender en forma de sándwiches, dándole vida al döner kebab de la actualidad. “¿Qué garchen es esto?”, se preguntaban los teutones de la época, demasiados acostumbrados a la papa y al repollo hervido como para que les vengan con cosas raras.
Sin embargo, el plato fue ganando adeptos con el tiempo y hoy es una de las llamadas “comidas rápidas” más populares de toda Europa. Consultado sobre el secreto de su éxito, el multimillonario inventor del döner kebab, Caradé Ortus, comenta: “Yo te lo digo si querés, pero lo más probable es que mañana amanezcas en una zanja”. Negocios son negocios.