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16 de Noviembre de 2014
JOSE MARIA GUTIERREZ
Habitante de un país de tinta, papel y personajes
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Estudioso del cómic argentino, investigador de la Biblioteca Nacional y coautor, con Judith Gociol, de “La historieta salvaje -primeras series argentinas, 1907-1929-”, José María Gutiérrez llegó a Villa María invitado por la Biblioteca Municipal y Popular Mariano Moreno. En nuestra ciudad dio dos charlas magistrales para estudiantes y luego habló con EL DIARIO sobre el humor político, “El Eternauta” y el quiebre maravilloso que significó “Hortensia” en la gráfica del país
 

Es un conversador apasionado e incansable José María Gutiérrez. Se puede quedar 15 minutos hablando sin parar de una viñeta, explicando los planos de la composición o la idea de movimiento impresa en los personajes, como si esos cuadritos a la tinta fuesen su país natal. Ha de ser por eso que mientras elogia los hallazgos de Lanteri o el expresionismo de Breccia, yo me imagino que su vida es como un guión coescrito por Oesterheld y Lovecraft. Y me digo que este espíritu acaso ha transmigrado de una ciudad de cómic para poseer un cuerpo humano en Buenos Aires con el nombre de José María Gutiérrez, pero no para recabar información sobre una raza a la que se intenta depredar (como en los mitos de Lovecraft), sino para explicarles a los mortales cómo es ese otro mundo hecho de tinta, para decirles cuáles son sus leyes de composición fundamentales, cómo es ese tiempo que sólo se concibe con el paso de las viñetas y cómo se articula ese lenguaje que sale de globitos. Y sobre todo, para mostrarles a los humanos que la existencia de los personajes de tinta puede ser tan heroica o común, tan contrastada o gris como en este lado de las páginas. Tras escucharlo durante dos horas seguidas, puede que uno termine creyendo que la vida en colores en esta dimensión de cosas no sea más que un pálido reflejo de la otra en blanco y negro. Esa cuyos dioses creadores no se llaman Ctulluh sino Alberto Breccia o Francisco Solano López y que una tarde dijeron “hágase el mejor cómic argentino de todos los tiempos”. Y se hizo a imagen y semejanza de un sueño que muchos aún siguen soñando.
 
Historieta argentina: de las revistas de los años 20 al “book” del Siglo XXI
-¿Cómo nace el “La historieta salvaje”, ese fabuloso libro que coescribiste con Judith Gociol?
-Nace de un primer trabajo que había hecho por encargo de la Biblioteca Nacional a fines de los 90 y que se llamó “La historieta argentina; de la caricatura política a las primeras series”. El libro fue publicado por Página 12 y mostré la transición desde sus inicios hace 100 años hasta la Edad de Oro en los 40. Siempre se hablaba de revistas como “Don Quijote” o “El mosquito” y de dibujantes como Sojo o Stein. Pero fui descubriendo otros artistas tremendos...
-¿Cuáles eran esos artistas?
-Soldati y Lanteri, fundamentales para hacer esa transición y llegar a los 40 con Dante Quinterno y la revista “Patouruzú”. Así que con Judith decidimos hacer un libro que mostrara la producción de esos autores y que también derribara ciertos mitos, como que nuestra historieta primitiva era mera copia del cómic norteamericano, por ejemplo, cuando no era así. Ya había una impronta nacional tremenda tanto en la temática como en el modo de abordar una tira. Y en esto, Arturo Lanteri y Oscar Soldati fueron fundamentales.
-¿Por qué se decía que la historieta nacional copiaba al cómic norteamericano?
-Porque durante mucho tiempo se pensó que "Viruta y Chicharrón", de 1912, había sido la primera historieta argentina. No sólo no fue la primera, sino que había sido "levantada" de tiras norteamericanas con leyendas en español en tiempos en que no se pagaba copyright. Pero Lanteri con “Las aventuras del Negro Raúl”, de 1916, produciría una tremenda evolución hacia una historieta más moderna. Y Soldati, en el mismo año, con “Don Tallarín y Doña Tortuga” va a liberar la sucesión de escenas. Ambos contaron, además, historias muy criollas. La idea de “La historieta salvaje” fue reproducir esas series facsimilares para los lectores.
-¿Cuáles son las características de la historieta argentina durante ese período fundacional?
-La de ostentar una fuerte connotación política y social. Y eso tiene que ver directamente con la tradición historietística que había en tiempos de la Colonia; pero también a que esas series aparecían en semanarios de actualidad. Y desde ahí parodiaban la realidad con un humor muy negro a diferencia de Estados Unidos, donde las tiras aparecían en diarios y debían ser lo más “blancas” posibles para captar al lector masivo. Pero en los años 30 se va a producir una suerte de “estandarización” y se publicará mucha historieta norteamericana. 
-¿Por qué se estandariza la historieta en los 30? ¿Había bajado el talento de sus dibujantes?
-Para nada. Había muchísimos dibujantes talentosísimos como José Luis Salinas que trabajó para los Estados Unidos sin aceptar nunca irse del país. Pero en ese tiempo entraba muchísima historieta norteamericana y se comió un poco a la nacional. A pesar de esa “invasión”, nunca se perdio la calidad ni los recursos.
-Y esa calidad se destapará en los años 40 con “Patoruzito”, “El Tony”, “D’Artagnan”…
-Exactamente. Y eso coincide, además, con el Gobierno peronista, donde el ascenso de las clases trabajadoras permiten que los obreros lean revistas. Y no sólo historietas, sino revistas de todo tipo: deportivas, para la mujer, de actualidad y sobre todo para chicos. El trabajador de esa época se podía comprar una revista por día, cosa que hoy sería imposible.
-Hasta los años 80, las historietas salían en medios masivos y se compraban en los quioscos. Hoy sólo se consiguen en libro y en negocios especializados… ¿Cómo repercutió ese cambio?
-Haciendo que la historieta dejara de ser un género popular. Esto sucedió a comienzos de los 90, coincidiendo con el menemismo y el cierre de la editorial “Columba” que publicaba “El Tony” y “D’Artagnan”. “Columba” llegó a tirar 300.000 ejemplares en los años 70 y tenía varias publicaciones. Pero eso se terminó y uno dejó de ver la gente leyendo historietas en el colectivo o a las mujeres comprando “Intervalo”. No hubo nada que remplazara ese material. Hoy ya no hay “historieta popular” sacando las tiras del diario como “Macanudo”, “Clemente” o “el loco Chávez”. La diferencia de leer historieta en libros y revistas es que el libro es muy predecible. Con el diario o la revista era una sorpresa cada día o cada semana.
 
“Hortensia”: de Córdoba con humor
 
-Como especialista que sos, ¿cuál es la importancia de “Hortensia” en la historieta nacional?
-“Hortensia” es un fenómeno único e irrepetible. Hoy es casi imposible que una publicación del interior hecha con autores del lugar consiga distribución nacional y llegue a tirar más ejemplares que las de Buenos Aires. Y a eso “Hortensia” lo logró sin perder el sabor local ni travestirse, dibujando personajes que hablaban en el registro popular cordobés y con un ingenio y humor natural que había y que aún hay en la calle o en la cancha. A eso lo llevan a la gráfica y además consiguen vendérselo a los porteños, que son tipos cerrados a otro lenguaje. “Hortensia” modificó no sólo el modo de hacer historietas en el país, sino el humor de Buenos Aires.
-¿Hasta ese punto?
-Mirá, para que te des una idea, en los años 70 Alberto Bróccoli escribió junto a Carlos Trillo un texto muy famoso donde decía que “el humor gráfico argentino atrasaba y no se había renovado, excepto por un aire fresco que llega desde Córdoba”. Se referían a “Hortensia” en contraposición a las tiras donde el tipo llegaba a la casa en bombín y la mujer lo esperaba con un palo de amasar. Eran costumbres que ya se habían perdido, pero que la historieta había estandarizado. Luego sale “Satiricón”, que es heredera de “Hortensia”, y el humor porteño se pone al día. 
-¿Cuál fue el secreto para que “Hortensia” tuviera tanta pegada?
-Además del talento de sus dibujantes, la clave fue su director; porque Alberto Cognini fue un tipo con una enorme visión. El venía de la publicidad y sacó la revista en formato tabloide, que era rarísimo en una época en donde las revistas eran chiquitas. Vos veías los quioscos de Buenos Aires y “Hortensia” se destacaba por su tapa y sus dos colores. A esa limitación gráfica de no poder salir a todo color, Cognini la hizo jugar a su favor. 
-¿Tienen ejemplares de “Hortensia” en la Biblioteca Nacional?
-Nos faltan solamente los cuatro primeros del año 1971. No los pudimos conseguir porque eran tiradas muy chicas. El año pasado viajamos a Córdoba para entrevistar a los dibujantes que quedan de la revista; a Crist, a Peiró y a Di Palma. Y de ahí fuimos a Río Cuarto a verlo a Jam y a Pericles, de la última época. El hijo de Cognini nos regaló 300 originales para el Archivo de Historieta y Humor Gráfico, entre ellas dos portadas preciosas dibujadas por su padre. 
 
“El Eternauta”, Oesterheld y la calidad de la historieta argentina
 
-¿A qué creés que se debe la calidad y vigencia de la historieta argentina?
-Es una pregunta muy difícil de contestar, pero te puedo decir que en el país tenemos características propias que nos diferencian de la historieta de otros países. Y eso tiene que ver con el desarrollo y continuidad de un discurso crítico-social-político en las viñetas. La historieta argentina incorporó rápidamente la información que venía de afuera, pero la ancló a la realidad local y a un lenguaje propio. Y eso le dió rasgos muy entrañables. 
-¿Existe, entonces, una escuela argentina de historieta? 
-Esa pregunta todavía sigue abierta. Algunos dicen que sí y la identifican con un modo casi expresionista de dibujar con grandes contrastes, marcado claroscuro y expresividad en los rostros de los personajes cuya cumbre es Alberto Breccia. Otros dicen que no hay escuela criolla. 
-¿Y cómo es el historietista argentino de hoy?
-Creo que se ha europeizado o norteamericanizado porque hay muchísimos trabajando para esos mercados. Creo que la universalidad de la historieta argentina, además de sus talentosos dibujantes, tiene que ver con “Mafalda”, que es tan conocida afuera del país como el tango o Maradona. Eso nos ha dado una identidad también. Dibujantes como Breccia, Hugo Pratt o Salinas, guionistas como Trillo o Héctor Germán Oesterheld, ponen un piso de altísima calidad nacional y generan una fabulosa tradición. Tenés que dibujar o guionar de ahí para arriba…           
-Nombraste al creador del “El Eternauta”. Hoy, por motivos más políticos que artísticos, asistimos a un “boom” de esa tira. ¿Qué me podés decir de Oesterheld?
-Que es el gran guionista de aventuras de nuestro país. Escribe relatos gráficos extraordinarios, únicos y brillantes que te llevan a otra dimensión. Oesterheld es una fabulosa puerta de entrada a la historieta como lenguaje. Y eso quizás se deba a que su autor es uno de los primeros en definirse como “guionista de historieta”. Debo decirte que, para mi gusto, “El Eternauta” se ha politizado demasiado. La creación del famoso “Nestornauta” ha sido un acto muy inteligente de propaganda política, pero no le ha hecho bien a la historieta. 
-¿Querés decir que no le jugó a favor de sus posibilidades artísticas?
-Exactamente; porque si bien hizo que la historieta fuese muy reconocible, también la llevó a un lugar donde se la acepta o se la rechaza sin leerla. Hubiera sido mejor seguir con el viejo Eternauta y tal vez ahora lo pensaríamos como un moderno poema nacional que podría remplazar al Martín Fierro o acaso convivir con él.
 
Iván Wielikosielek
 


“La historieta más larga del mundo”

El objetivo de este original proyecto es, al decir de su propulsor Claudio Bernárdez, “difundir la historieta nacional contando su historia, que ya tiene más de 100 años. La propuesta consiste en reproducir las viñetas de 4x4 que muchos tenemos grabadas en la retina, pero en un tamaño de 1,5 por 2,5 metros, lo que permite una apreciación a gran escala. Llevamos 150 metros de historieta dibujados que ya hemos desplegado en la Medioteca. Hemos trabajado el jueves y el viernes en vivo con cinco artistas visuales de nuestro colectivo y siete historietistas villamarienses que se han sumado. Juntos, pintamos más de 20 metros de historieta gigante.  Ya nos hemos presentado en ocho lugares arrancando desde el Congreso de Buenos Aires que es el kilómetro cero. La intención es recorrer todo el país y recolectar lo pintado para unirlo en un gran rollo".


Las fotos

1) José María Gutiérrez

2)  Claudio Bernárdez, impulsor del proyecto “La Historieta más larga del mundo”, en la Medioteca

3) “La historieta más larga del mundo” puede verse en la Medioteca


 

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