Francisco Mignola tenía 19 años, una familia cariñosa y presente y un perro, “Barack”, que era su debilidad.
Estudiaba en Córdoba cocina y música, se preparaba para rendir Matemática y Física y así poder empezar la carrera de ingeniero en Sonido. Es decir, tenía proyectos para el futuro; pero su vida se truncó tempranamente el 26 de octubre de este año, en un hospital de La Falda y tras participar de un “after” en la estancia “El Silencio”.
Su madre, Noemí Bongiovanni, decidió no bajar los brazos hasta que se haga justicia y paguen todos los responsables de esa muerte. Con el mismo coraje que enfrentó la situación cuando conoció que “Panchito” había consumido marihuana, cuando tenía unos 15 ó 16 años.
“Muchas veces sentís el cansancio de luchar contra la adicción. Porque yo dormía sólo cuando él dormía, pero seguimos apoyándolo, porque él luchaba, quería salir y nosotros lo acompañábamos”, dijo a EL DIARIO.
En julio de este año, Francisco decidió volver a Villa María para preparar esas materias “y porque quería dejar atrás ese tipo de fiestas”.
Tuvo varios tratamientos con especialistas de distintos lugares y había avanzado mucho.
En esta ciudad, estaba en una terapia conocida como “memoria celular” que le hacía “muy bien”.
Después de meses de abstinencia, decidió ir a Córdoba con sus amigos para salir a bailar. “La música era lo que más le gustaba”, señaló. “Yo le pedí que no fuera, porque acá estaba tan bien, tan hermoso. El me dijo que me quedara tranquila y se fue feliz”, recordó.
Hasta hoy, lee y relee el último mensaje telefónico que pudieron mandarse antes que fuera al boliche, cuando Panchito todavía estaba bien.
El después
Tras la noche de boliche con sus amigos, decidieron ir a esa fiesta electrónica. Ingresaron a la estancia “El Silencio” a eso de las 9 de la mañana y a las 10, Francisco comenzó a convulsionar.
“Sus amigos pedían ayuda y se la negaron esos mercaderes de la vida. En los testimonios de la causa, que ya hay más de 20, los chicos cuentan cómo fueron desoídos. Estaban desesperados, no tenían señal telefónica, no había policías, seguridad ni ambulancias. Nada, era una fiesta totalmente ilegal”.
“No sabemos bien qué pasó, tenemos un vacío de tiempo. Por los testimonios, conocemos que por más de dos horas estuvo convulsionando sin atención médica. De repente aparecieron estos crápulas, cargaron a una chica que entraba a la fiesta, que ni conocía a Francisco y fue la que se quedó con él en el hospital. Cuando lo dejan ahí en La Falda, no sabemos quién lo atendió, ni si había médico ni qué le aplicaron. Ahí hay otro vacío, porque él falleció a las tres menos cuarto de la tarde y a mí me avisaron a las ocho de la noche”, relató.
Mientras Francisco convulsionaba, le iban robando las pertenencias. La ropa que tenía en la mochila, la plata, los documentos, el teléfono.
Además, sabe que le dieron algunas drogas. “Cuentan que quisieron darle un clonazepam cuando todavía estaba lúcido, pero él se lo alcanzó a sacar de la boca”, dijo. Los exámenes químicos van a dar cuenta de qué tipo de drogas tenía el joven en el cuerpo.
“Hay una frase que me da vueltas todo el tiempo y que está en la causa. Cuenta uno de los chicos que cuando le pidió al organizador ayuda, éste lo recriminó diciéndole: ‘Por qué traen gente que no sabe drogarse’”.
“El fiscal de Jesús María -agregó- trabaja incansablemente. La causa está caratulada como ‘homicidio culposo’ y nosotros nos constituimos como querellantes, contra los organizadores de la fiesta (Mariano Carballo y César Lombardi) y la mujer que alquilaba la estancia, Luján Arnau y su esposo, José Luis Saieg.
Además, de oficio, el fiscal derivó la investigación a la División Drogas Peligrosas de la Policía, mientras que la División Homicidios sigue investigando la muerte de Francisco.
“Porque si a ellos la vida no les importa, a nosotros sí”, dijo, convencida de que el mejor camino para honrar a su hijo es buscar justicia, hablar sobre las drogas que atraviesan la vida de ricos y pobres y pedirle a la sociedad que no sea indiferente.
Y también, recordarlo con su imagen vital, la del joven que amaba la música “por eso no estoy en contra de las fiestas electrónicas, sino de la droga”, al que le gustaba cocinar, el que suplía la timidez con ternura y buen humor.
Texto: Patricia Gatti
Fotos: María Victoria Araujo
El 26, todos a la plaza
La familia y los amigos de Francisco Mignola realizarán la segunda marcha reclamando justicia.
Será, como la primera, en la plaza Centenario de Villa María, el miércoles 26, a las 20.
“Nos gustaría que nos acompañen todos, porque la droga tiene como víctimas principales a los jóvenes. No tenemos que mirar para otro lado”, dijo la mamá de Panchito.
La organización cuenta con el aval del Grupo Freyre, conformado por padres de esa localidad que luchan contra las drogas, tratando de poner un muro de contención para que no avancen los mercaderes de la muerte.