Al principio de todo, 25 años atrás, entendíamos que el camino iba a ser más corto.
Entendíamos que era difícil que alguien esgrimiera argumentos en defensa de la 22.285, Decreto Ley de Radiodifusión firmado por Videla y Martínez de Hoz entre otros. Pero sí, el argumento fue el tiempo. Postergaciones inentendibles de gobiernos surgidos de la voluntad popular:
Alfonsín con sus promesas y sus raros modos de ordenar la casa, Carlos Saúl y su follow me (síganme) y aquel: "Si decía lo que iba a hacer, nadie me hubiera votado" y una sociedad que avaló esto (dos veces).
Luego Fernando y su helicóptero y aquél "que se vayan todos" que sirvió de puerta a Puerta. También sirvió para el ingreso de algunos que ya se habían ido.
El Adolfo y el default y la luz cortada en Chapadmalal donde el asesinato estaba en ciernes.
Camaño y un saludo fugaz a los granaderos. Duhalde y "quien depositó dólares recibirá dólares y quien depositó pesos recibirá pesos". También aquello de "el que podía comprarse diez vasos volvería a comprarse diez vasos". En casa por las dudas, que no retiramos pesos, que no retiramos dólares, por esa época usábamos descartables, que volvíamos a usar. Paradójico ¿no?
Néstor, que con la necesidad de superar aquel 22,5% de voto popular se distrajo, mientras el enemigo agazapado nutría la gula de los grupos.
Y ahora Cristina, que ni bien asumida inició una ronda de diálogo con los actores principales de la comunicación, para dar un marco regulatorio acorde a los tiempos que corren (y mucho han corrido) a la comunicación que la realidad exige y la democracia necesita.
Pero el campo, claro el campo, que no somos todos, que no estoy con el campo pero quiero una 4x4; el campo que es nada sin el valor agregado que todos nosotros le damos, metió la cola y la soja. Y una vez más el tiempo. Nueva postergación de la discusión que se viene, ergo, lo que viene lo que viene, ergo, ta ta ta la ley, parafraseando al verborrágico uruguayo perseguido, que en cuanto punto del dial se lo puede escuchar diciendo que no lo dejan hablar (también paradójico, no?) cual Nelson, no jugando limpio, o cual Gustavo y Marcelo, que a Dos Voces, dicen un mismo discurso, y Santo, que se saluda alborozado con María Laura al momento de perder a un ministro de Economía, pero eso sí, sin reírse.
¿Cómo fue que el pueblo se enteró de todo lo que pasaba, con muy pocas veces sabiendo realmente de qué se trataba? Fueron las radios del pueblo que la democracia creó, que multiplicó su voz en cada rincón de la Patria para combatir desde la información local la realidad multimedial, que históricamente ha marcado agenda en la República Argentina.
Aún hoy, se nos hace difícil entender que se pueda argumentar a favor de aquello firmado por Videla y Martínez de Hoz, pero más allá de nuestras dificultades de entendimiento, sucede.
Atacar lo que viene, sin saber lo que viene, puede ser miedo a lo desconocido, que es natural y humano, o puede ser lobby furioso hacia los medios concentrados del poder y la comunicación, que es económicamente también humano.
Todo lo que lleve la firma de un Gobierno constitucional, elegido por el pueblo, que pase por la vista y las manos de los legisladores, también elegidos por el pueblo, nunca puede ser peor que algo firmado por aquello surgido de un golpe institucional.
Nada justifica ya demorar más el debate del reparto equitativo de la palabra. Nada más puede interponerse ante la necesidad de democratizar el espectro. Ni la agenda electoral, ni el cambio de ésta por adelantamiento, ni la crisis internacional, ni el incremento del precio de la lechuga en Uganda, ni la importancia del agua en la navegación. Nada debe demorar más, dar y darnos un marco legal a las voces que la democracia necesitó, creó, sostuvo y eligió. Pero fieles hombres y mujeres de la democracia, democráticos hasta el dolor, entendemos la necesidad de un juicio justo a aquellos que no lo dieron y somos tan amplios también que haremos un esfuerzo para entender a aquellos que defiendan al Decreto Ley firmado por Videla y Martínez de Hoz. Exigimos sólo que lo digan, que dejen de traficar información, que se planten ante la sociedad y digan que son legisladores puestos a legislar que no quieren legislar, que no quieren una legislación que los tiempos necesitan, que les conviene más el territorio sin ley de la decrepitud de aquello firmado en 1980, que se sienten más cómodos arreglando con un grupo y no yendo a cada localidad , casa a casa, buscando convencer de una opción de poder distinta, mejor a la que existe. Que digan que están más cómodos deambulando en un mismo edificio, por un canal abierto, por un canal de cable, por 5 radios, por un diario, por un servicio informativo colgado de la Web, que centrarse en aquello tan lejano y remoto que en algún tiempo henchía de orgullo su pecho cuando sólo la mencionaban, aquello tan viejo, romántico y perdido denominado militancia.
El momento es hoy, hace 25 años que lo decimos.
Cualquier ley de la democracia va a ser mejor que la de Videla y Martínez de Hoz.
PD: para aquellos de respuesta rápida, aclaro, lo que viene no es una ley cualquiera, tiene 21 firmes parámetros constitucionales, concordantes con la legislación comparada de las más modernas leyes actuales referidas a la comunicación.
Juan Manuel Rapacioli
Vicepresidente de ARBIA (Asociación de Radiodifusoras Bonaerenses y del Interior de la República Argentina)
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