Confeso admirador de los grandes fotógrafos ilustradores de la revolución como “Chinolope” y Osvaldo Salas, el artista cubano Camilo Guevara March presentó sus colecciones en la sede de Patrimonio Histórico, en el añoso edificio de Cárcano esquina Alighieri.
Un numeroso grupo de admiradores de su padre, el mítico “Che”, y de simples interesados en la cultura, se llegó el jueves a departir con el fotógrafo caribeño, el segundo hijo de Ernesto Guevara.
Si bien el artista se declara orgulloso de su progenitor, cultiva un perfil extremadamente bajo en materia de posiciones políticas. “Soy un abogado que estudió en la URSS, que ahora se dedica al arte”, prefiere definirse, y antes de dar alguna opinión política, aclara: “Soy un simple ciudadano cubano, no represento al Gobierno, y mis opiniones no son más que mis visiones personales”.
Si bien es reticente a excesos mediáticos, en la noche del estreno de su muestra, accedió a posar junto a admiradores.
Sus fotografías en blanco y negro, de grandes dimensiones, están dedicadas a reflejar aspectos de anónimos cuerpos humanos, desde una perspectiva artística.
Como es frecuente en el mundo del arte, estas imágenes despertaron en el público local opiniones encontradas. Algunos lo valoraron como un simple ejercicio de estudiante de fotografía, mientras que otros exaltaron la originalidad del planteo, al que le agregaron el “plus” de que el autor tiene un apellido que cierra un “combo” que no debe dejarse de tener en cuenta.
Guevara March, en su estadía en la ciudad, dedicó algo de su tiempo a compartir una comida con allegados a Patrimonio y visitó una academia de fotografía.
F5 colaboró en forma directa con el Museo de Patrimonio Histórico y con su director, Hugo Las Heras, para la instalación de la muestra que el fotógrafo presentó en nuestra ciudad.
La obra de Camilo Guevara March se expuso en varios países de Latinoamérica y Europa. Hoy reside en La Habana (Cuba) y dirige el Centro de Estudios “Che Guevara”.
En cuanto a este centro, Camilo explica que comenzó a trabajar en él en 1984. Primero, lo hizo como organizador de los archivos personales de su padre. “Comenzamos a reunir y a articular todos los documentos que existían, todos los materiales escritos y fotográficos. Y nos dispusimos a ordenarlos, a darles una cierta continuidad a todos para que tuvieran un sentido cronológico y, por supuesto, ideológico. Luego comenzamos a estudiar su obra y, con el tiempo, se fue haciendo una cosa mucho más organizada, mucho más seria y dejó de ser el esfuerzo individual de dos personas, mi madre y yo”. “Llevamos adelante tareas de investigación y de publicación de toda su obra. Fuimos reuniendo artículos que, en vida de mi padre, habían quedado relegados. Notas que no tenían mucho interés, papeles que juzgaban que no fueran publicados. Por suerte, en ese sentido, fue una de las pocas cosas en que mi madre no le había hecho caso a mi padre. El le decía que tirara muchos de esos papeles. Y ella los guardó. Están los diarios por América en motoneta, el diario con Calica Ferrer, cuadernos filosóficos El tenía la idea de ir plasmando, poniendo por escrito, todas las cosas que iban sucediendo. O, al menos, las más importantes. Y después sus discursos, sus trabajos, sus reflexiones intelectuales, alguna que otra cosa de ficción. Cosas de una enorme importancia para reconstruir toda la vida y el pensamiento político del Che”.
“Hay cosas que hemos encontrado y que no estaban publicadas y, se supone, que por orden expresa de él. En el Centro de Estudios podemos tomar la decisión de no publicar determinados textos, pero no cuando eso provoque un hueco, un vacío en la ruta del Che. Todos los elementos nuevos fueron publicados. Nuestra idea es que todo se publique para que la gente tenga acceso a esa obra. Por lo menos, en lo fundamental de su ideario y de su vida”.
