Entiendo que podría variar la metodología a emplear por cada psicopedagogo, pero no la posición; es decir, su lugar para hacer psicopedagogía. Se trataría, entonces, de aclarar (si se puede) cuál es ese lugar, cuál es su objeto de estudio tan particular que le es específico, cómo construye y desarrolla su praxis en instituciones, qué se le demanda en la actualidad a los psicopedagogos y qué esta a su alcance: ¿Qué puede ofrecer a la sociedad?
Entiendo, pues, que estoy dispuesta a abrir el debate público y profesional con el lector, antes de cerrar la pregunta que da origen a esta publicación con una respuesta acabada y simplista. ¡Qué no hace al estilo de la psicopedagogía!
Desde mi incipiente experiencia profesional y formación psicopedagógica puedo casi afirmar, que para “definir” psicopedagogía, es necesario remitirnos a su historia como tal. Y hablar de su historia e hitos que la conformaron en una disciplina científica, ya nos está diciendo que como tal se encuentra más nombrada, más reconocida en el imaginario de la sociedad, más demandada por padres y docentes y altamente preocupada por el malestar de esta época.
Veamos, cuando comenzaron a trabajar los primeros graduados y crearon los “gabinetes escolares”, en esa etapa (1950) no se supo o no se pudo escuchar y analizar la demanda de la institución escuela. Nos encontramos con docentes enunciando un discurso “psi”, diagnosticando y derivando a niños- problema con “fracaso escolar”.
Actualmente, la psicopedagogía que resiste y no cede a los diagnósticos apresurados y rotulantes (¡salvajes por cierto!) de un modelo médico individualista y re-educativo del no-aprender, logró construir su propia identidad profesional y fue ganando espacios en el ámbito educativo y comunitario con “otra posición”: la psicopedagogía clínica. Ahora, reconocida y demandada en la sociedad.
Otra posición, que implicó un trabajo de colaboración con toda la comunidad educativa, donde el profesional psicopedagogo asesora y orienta a los docentes y padres en lo relativo a su especificidad: el proceso “normal” de aprendizaje y enseñanza, su desarrollo y vicisitudes, cómo estimular y potenciar ese proceso en el aula y la escuela como institución. Y el profesional docente, interviene desde su saber pedagógico y didáctico relatando contenidos mínimos que un alumno aprendió, recursos cognitivos con los que cuenta, intereses, motivación personal y modalidades de aprendizajes de grupos de alumnos, etcétera.
Ahora bien, propongo hacer otra diferenciación: “¿psicoanálisis o psicopedagogía?” (otra pregunta recurrente de los padres ante un problema de aprendizaje).
Habrá que saber que: un trabajo psicopedagógico es conveniente cuando “por la causa que fuere (orgánica, psicológica o social), un sujeto (niño, adolescente, adulto y adulto mayor) presenta perturbaciones en la estructura cognitiva que no hace posible la construcción de pensamiento. Por lo tanto, no puede devenir sujeto de aprendizaje”.
Queda claro, entonces, quiénes somos, cuál es nuestro lugar y de qué hablamos cuando hablamos de psicopedagogía. (Al menos es una respuesta que adeudaba a algunos colegas.)
Cuando un niño no puede, no sabe, no aprende, lo que se juega ahí, y vale explicar: es un sujeto que sufre, que hace síntoma en los contenidos escolares, pero de algo o alguien que “hizo causa” en un determinado contexto. Pero, es en la escuela donde se recepta (y diagnostica) un tremendo caldo de “problemas de aprendizajes”.
Por eso, considero a la escuela como la institución por excelencia que le ofrece a un niño la posibilidad de ser y hacer. Donde hoy, encontramos a la masividad de pibes sin “lazo social”.
Por eso, considero a las intervenciones psicopedagógicas necesarias, indicadas y posibles en el trabajo de prevención y orientación.
Por último, ¿cómo intervenir en relación a este malestar de la época?, ¿cuál es ese malestar que atraviesa el sistema educativo? y ¿qué puede ofrecer la psicopedagogía a la sociedad ante la necesidad de resolver problemas urgentes y concretos?
Parte del compromiso es demostrar todos los días, “haciendo trabajar la psicopedagogía en colaboración con otros”, teniendo en cuenta que la magia y los tests no son la estrategia privilegiada.
Reconozco que algunos niños mejoran con hojas de ejercitaciones de palabras, canciones, loterías, en cambio otros, “nos patean el tablero y rompen todos los cuadros”.
En esta época, tiempos de inmediatez y vértigo, la psicopedagogía ofrece un espacio y tiempo para reconocernos como sujetos pensantes, desde las posibilidades cognitivas y afectivas de cada persona, para operar simbólicamente ante situaciones de conflicto o que se perciben como problemáticas.
En eso estamos, en 2009 ahí vamos.
Lucrecia Martínez
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