El otro como la animalidad 

En agosto de 2008, en esta misma columna, nos referimos a una nota periodística publicada en un diario cordobés dirigido entonces por Ramón J. Cárcano y José del Viso. Ese diario, que se leía en Villa María, el primer día de marzo de 1884 publicó la nota titulada “Tehuelches en París” donde informó que en el vapor Paraná llegaba un representante del “Jardín de Aclimatación de París, en busca de una colección de indios tehuelches auténticos para exhibirlos en París, Londres, Berlín, Bruselas, como hasta hace poco hizo lo mismo con los Pieles Rojas la sociedad etnográfica de París”. El mencionado “Jardín…” no era otra cosa que un zoológico humano al cual concurría público en general y especialistas que así podían conocer de cerca a esos “otros” tan alejados del ser europeo.

La práctica de montar estos verdaderos zoológicos humanos surgió en la segunda mitad del Siglo XIX. Claro que para que estos espectáculos, que contaban con gran afluencia de público, fueran posibles existió un ideario que menospreciaba a las poblaciones no europeas. En nuestras tierras esas concepciones estuvieron muy vigentes y fue lo que posibilitó la matanza de indios como si de animales se tratara. El mismo diario mencionado en una edición del mayo de 1884 informó que el Coronel Fotheringhan había capturado “cuatro indios de pelea y 25 de chusma” en el territorio del Chaco. Por esos mismos días también, el mismo medio de prensa, reproducía un parte del Ejército Argentino firmado por el coronel Joaquín Viejobueno, integrante del Estado Mayor, informando que en Salta se mataron “40 indios y heridos como 70, quitándole todo el arreo y el sometimiento de aquellos en número de 1.500 aproximadamente…”. A la par de esto se publicaban noticias acerca de la llegada de trenes repletos de inmigrantes provenientes de Europa para “hacer progresar estas tierras”. En el diario,  el único reparo en relación a esos inmigrantes tenía que ver con el posible “desenfreno político” o la “ambición individual” que algún inmigrante europeo pudiera tener.

 

Animalización científica

La existencia de los zoológicos humanos contaba con un marco teórico que les respaldaba permitiéndoles legitimar ese tipo de exhibición humana. Esas teorías provenían de la biología humana y la antropología física más ortodoxa. Dentro de la antropología existía una corriente poligenista, que se oponía a la creencia del monogenismo que plantea que todos los grupos humanos descienden de un tipo primitivo y único. Por el contrario para la corriente antropológica poligenista la humanidad se dividía en un número variable de especies. Es más, sostenía que realizando un análisis taxonómico riguroso podía afirmarse que muchos de los pueblos no caucásicos estaban más cerca de los simios que del hombre blanco. Era así que el discurso científico de estas disciplinas, en esa época, se construía a partir de las diferencias comprobables entre los integrantes de diferentes grupos humanos y el modelo de hombre que no era otro que el caucásico.  Estas ciencias actuaban tomando sujetos de diferentes grupos y estudiaban, por ejemplo, la estatura o la estructura de la nariz o el cráneo. Luego se comparaban esos datos con las características habituales entre los hombres blancos. Es claro que todo terminaba justificando la teoría. No podía ser de otra manera dado que las características físicas de los africanos negros de piel, o de un aborigen americano, son muy diferentes de las de los caucásicos. Eso hacía que estas ciencias clasificaran a esos grupos humanos como otras especies que, sostenían, estaban más cerca de los simios que de los seres humanos. Un discurso que pretendía aportar pruebas de la existencia de las diferentes razas, a la vez que “presentar” muestras de lo que dio en llamarse “la evolución diferencial de las razas”.  De allí que la disciplina conocida como “biología humana”, durante la segunda mitad del Siglo XIX, consideró que los pueblos no caucásicos eran variedades zoológicas inferiores en términos evolutivos. Seres humanos inferiores. El conjunto de estas teorías constituyó la “animalización científica” de todos los pueblos cuyos integrantes poseían características físicas que los diferenciaban de los caucásicos.

 

También en América

Las exposiciones en los jardines de aclimatación o zoológicos humanos se dieron en diferentes lugares. Mencionamos algunos como ejemplo: en 1874, en Alemania, el revendedor de animales salvajes Karl Hagenbeck exhibió poblaciones "puramente naturales" con individuos de Samoa y de Laponia. En 1877, Geoffroy de Saint- Hilaire, director del Jardín de Aclimatación de Francia que estaba con problemas financieros decidió iniciar los "espectáculos etnológicos" presentando nubios y esquimales. Algunas de esas exhibiciones eran organizadas por sociedades científicas. En cuanto a la concurrencia de público podemos mencionar que en 1914, para celebrar el centenario de la autodeterminación de Noruega, en Oslo se organizó la “Aldea Gongolesa”. Un zoológico habitado, durante cinco meses, por ochenta personas expresamente llevadas desde Africa a ese lugar. Por entonces Noruega tenía una población de dos millones de habitantes. La muestra fue visitada por un millón cuatrocientas mil personas. 

Pero no sólo en Europa se realizaron estas exhibiciones, también en América. Por ejemplo citamos el caso de la “Primera Exposición Antropológica  Brasileña” montada en el año 1882 en la ciudad de Río Janeiro. La organización de ese espectáculo estuvo a cargo de Museo Nacional de ese país.

Pasó el tiempo de los zoológicos humanos, pero lamentablemente no han cesado todas las discriminaciones y aún se construyen mecanismos para justificar desigualdades. Esperemos ser los suficientemente sensibles para detectar esos mecanismos e indignarnos con las discriminaciones que generan.