El viajero recorre media provincia, sube la montaña y ya del otro lado de las Altas Cumbres empieza a demostrar lo miserable de su ser al contemplar el cartel de “Bienvenidos a Nono” y decir: “¡Nono! no, no, no te puedo creer que me olvidé la billetera de nuevo ¿Igual vos mi amor andás con efectivo, no cierto?”. La novia, quien ya hace rato viene pensando en dejar a esta laucha gigante por el carnicero del barrio, se queda callada, y sueña con mollejas.
La pareja, igual que muchos, acerca la humanidad hasta el corazón del Valle de Traslasierra para disfrutar de uno de los municipios estrella de Córdoba, que entre muchas otras cosas, sobresale por su interesante historia. Un pueblo antiquísimo, más viejo que el juez Griesa incluso.
De hecho, Nono destaca por ser la localidad más antigua de la región. Aunque fundado en 1864, sus orígenes se remontan a unos 6.000 años atrás, cuando los comechingones instalaron los primeros rancheríos, para terror de los chingones. Allí vivieron felices hasta que a finales del Siglo XVI llegaron los españoles y exigieron que se los reconozca como dueños de las tierras “Aquí se acepta lo que decimos si no quieren que salgamos a repartir ostias a barlovento y sotavento, por la santísima Virgen de Fuentegirolda de los Palmeros aserejé a reje y la madre que los parió”, gritó el general foráneo, y ni sus soldados entendieron palabra.
Luego de varios enfrentamientos, y una epidemia que a principios del siglo XVIII hizo mermar el padrón autóctono de manera drástica, los comechingones se fueron extinguiendo hasta su casi total desaparición, onda Talleres. Los europeos, entonces, no encontraron reparos en darle a la aldea algo de las pintas coloniales que carga actualmente.
Con todo, la etnia nativa pudo grabar su huella indeleble en el nombre del pueblo: “Nono” es una deformación del vocablo “Ñunu”, con la que los habitantes originales del valle bautizaron a dos emblemáticos cerros de la localidad, y que en la lengua vernácula significa “Senos de mujer”. “Joder tío, qué pasada ¿y cómo hago para conocer a esa encantadora dama?”, preguntó el general, dando lugar a cuatro docenas de chistes de gallegos.