L. tiene 51 años, M. 38. L. había vivido un matrimonio sin sobresaltos, hasta que descubrió que su pareja tenía una amante y comenzó la violencia. M. lo conoció en otra ciudad, se enamoró, se casó y tuvo una hija, pero enseguida empezó a vivir una tortura que se prolongó mucho tiempo y que le dejó diversas heridas.

Hoy ambas lograron sortear momentos dificilísimos, pueden volver a soñar, a plantearse metas lejos del dolor. Se las ve fortalecidas y con muchas ganas de disfrutar.

En el Centro de Integración Social de barrio Santa Ana, las dos dialogaron con EL DIARIO y en ese marco aconsejaron a quienes padecen la violencia machista a que digan basta, que se animen a denunciar y a pedir ayuda. Estas son sus historias:

 

L. tenía una relación que “no era mala” con su pareja hasta que un día descubrió que él la engañaba: “Tenía una amante desde hacía seis meses. Se lo dije, llegamos a una discusión y me retiré de la casa luego de que me golpeara. Al día siguiente fui a la Policía, lo denuncié y dieron una orden de restricción de contacto, que siempre violó”.

“Le hice cuatro denuncias penales porque siempre (ya separados) me amenazaba de muerte. Vivía, por miedo, con las cortinas bajas y comía con la luz intermedia”. Como él trabaja al lado de su vivienda, la orden de restricción no sirvió de mucho. La abogada Patricia Rodrigo, del equipo técnico del CIS, explicó que este caso es particular ya que la Justicia busca no afectar el derecho de trabajo del denunciado, cuyo ingreso depende de ese empleo.

“Como puede entrar a trabajar al galpón, me golpeaba la ventana, la puerta, me insultaba, violando constantemente la orden de restricción”, dijo ella. En ese contexto, una chica la remitió al CIS, “donde me han ayudado muchísimo”.

Hace tres semanas, la jueza le otorgó el botón antipánico, lo que le da seguridad, mientras que su ex parece haberse calmado y desde mediados de noviembre no la molesta. “Desde entonces, una sola vez me dijo una pavada”.

La entrevistada llamó a animarse a denunciar. “La Policía me atendió excelente, todos me han tratado muy bien y me han ayudado muchísimo. He conseguido un apoyo increíble y contención. Yo tenía ideas muy raras, mucha presión, todo el tiempo me amenazaba con matarme y yo pensaba: ‘antes de que me mate él me mato yo’”, confesó.

“Nuestra relación no había sido mala, pero él cambió mucho en los últimos seis meses. Me decía que necesitaba tiempo, que estaba cansado. Me ha faltado dinero, yo pensaba otra cosa pero resulta que tenía una amante. Había hecho un cambio radical, no salíamos más a ningún lado, se iba a dormir al auto y me decía que dejara el wifi prendido, ahora me doy cuenta que era porque chateaba con otra mujer”.

¿Cómo reaccionó su entorno? Ante la pregunta, confió: “No recibí ayuda de mi familia, sólo de tres amigas incondicionales. Mis parientes siempre decían que no se metían en situaciones de pareja, antes estaban todos y cuando pasó esto se borraron. Pero tengo tres amistades incondicionales, que me llaman 3 ó 4 veces al día preguntándome si estoy bien”.

 

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La historia de M. es diferente, pero las vinculan modalidades de maltrato.

Su drama “empezó el día en que me casé. Yo vivía en Carlos Paz, lo conocí, me vine a Villa María y me casé. A los tres o cuatro meses quedé embarazada, porque me insistía con tener un hijo. Tengo un hijo fruto de una pareja anterior, pero aposté a formar una familia con él. Nos casamos y empezaron las agresiones hacia mi chico, que por entonces tenía 14 años. Para él (su ex), siempre el problema era la plata”. 

“No me daba dinero para nada, yo trabajaba en un supermercado todo el día y tenía que pagarle sola a la niñera de la hija que tuvimos. En 2010, un año después de casarnos, nos alejamos: estaba cansada de ser siempre insultada, de que me dijera inútil, de que me advirtiera que en la casa se hacía lo que él decía y ‘al que no le gustara que se vaya’. Decía que a mi hijo debía mantenerlo su padre”, describió.

“Me separé porque me amenazó con matarme, le dejé la casa y el auto, estuve ocho meses de acá para allá con mi nena mientras mi hijo se quedó con mis padres. Terminé volviendo y fue peor. Volví porque prometía que iba a cambiar y una cree y tiene esperanzas, además no quería que mi nena crezca sin su padre. Ahí empezó a pegarme y otra vez con lo de la plata, me gritaba ‘sos una negra muerta de hambre, yo te recogí en la calle’. Me pegó muchas veces... mi hija salía  corriendo hacia la casa de los vecinos”, develó.

Una mañana “me hizo el click en la cabeza, me levanté y le dije que se fuera, obviamente su reacción fue revolcarme por el piso y después se retiró”.

Ya con él fuera del hogar, la situación no cambió: le mandaba mensajes amenazándola, la vigilaba y la hacía sentir observada permanentemente. “Mi casa era una celda”, graficó.

Llegó a advertirle que le incendiaría la vivienda aun con la hija en común en el interior del inmueble. A las amigas de ella las espantaba. Buscaba aislarla. 

En una ocasión, “me pintó toda la casa con aerosol negro, al día siguiente pasó en moto y me tiró con una piedra por la ventana, cuando la nena andaba en bicicleta y podría haberla lastimado”.

Luego de ese episodio, “se metió en mi casa mientras yo estaba en el trabajo y quería llevarme a la nena. Llamé a la Policía y más tarde me dieron el botón, aunque siguieron las amenazas, me gritaba prostituta y me escrachó en Facebook, arruinándome públicamente”.

“El se aprovechaba del hecho de que no tengo parientes acá. Hoy dejó de molestarme, porque conoció a otra víctima y se fue con ella”, indicó.

“Lo denuncié ocho veces. Sé que muchas mujeres denuncian y son mentiras, pero en mi caso iba con todos los argumentos, hasta me han periciado el teléfono en numerosas oportunidades”. 

En todo este contexto, la derivaron al CIS y comenzó a recibir ayuda de profesionales. Actualmente se siente diferente, fuerte. “Me dieron el botón antipánico luego de dormir tres noches con el cuchillo bajo la almohada,  porque pensaba que iba a aparecer por la ventana. Me sentía muy desprotegida”.

Ahora es contenida por un equipo, tiene ese dispositivo y  recibe una beca de apoyo de la Provincia, que es de 2.000 pesos.

 

 

NOTA: a pedido de los profesionales del CIS, sólo se publican fotografías de las entrevistadas que no permiten identificarlas públicamente.