A requerimiento de la Fiscalía y de la Defensa, como consecuencia de un acuerdo previo entre las partes, la camarista Silvia Saslavsky de Camandone le impuso ayer una condena de cuatro años de prisión de cumplimiento efectivo a un trabajador de la construcción y vendedor ambulante que intentó violar a una vecina de Dalmacio Vélez.
La pena recayó en Jorge Luis Obregón, un joven que abusó sexualmente de una mujer de 67 años, a la que llegó a desnudar luego de taparle la boca con una toalla y de forcejear durante algunos minutos, pero como la víctima opuso tenaz resistencia -a tal punto que le mordió una mano-, el depravado desistió en la acción y se dio a la fuga luego de robarle un poco de dinero.
Obregón, de 22 años de edad (nació el 10 de julio de 1992 en la localidad bonaerense de Rojas), fue declarado autor penalmente responsable de los delitos de “abuso sexual con acceso carnal en grado de tentativa” y “robo”, al cabo de un juicio de trámite abreviado en el que reconoció su plena culpabilidad en los hechos que se le atribuían.
Si bien la audiencia se realizó a puertas cerradas por tratarse de un caso de instancia privada, pudo saberse que el joven dijo estar “arrepentido” por el daño causado y pidió “disculpas” tanto a la mujer como a su familia.
Además de la confesión, la situación de convicto primario le permitió a Obregón acceder al mínimo de la pena prevista por la legislación argentina para el más grave de los ilícitos que se le endilgaban, aunque probablemente deberá cumplir toda la condena o, cuanto mucho, alcanzaría la “libertad asistida” sólo seis meses antes de completarla (es decir, a fines de marzo de 2017).
Engaño y abuso
El hecho por el que fue condenado se produjo al caer la tarde del 26 de septiembre de 2013, cuando Obregón (por entonces domiciliado en los predios del ferrocarril de Dalmacio Vélez, donde se ganaba la vida como vendedor ambulante de churros) llegó hasta la casa de una vecina del pueblo, tocó timbre y preguntó por su esposo.
Como la mujer le dijo que su marido se había ido a jugar a las bochas, el joven le explicó que llevaba una parrilla para que se la soldara y que, además, como el dueño de casa le debía dinero, lo iba a esperar hasta que regresara.
La sexagenaria lo hizo entrar a un pasillo y unos minutos después el “visitante” le pidió un vaso de agua. Cuando la mujer se lo alcanzó, el sujeto la tomó violentamente de un brazo, le tapó la boca con una toalla y, entre forcejeos y maltratos, la llevó por la fuerza hasta al dormitorio. Allí la tiró sobre la cama, le bajó la ropa y él también se desnudó, con la clara intención de accederla carnalmente.
Sin embargo, la mujer resistió tenazmente el ataque y pese a la disparidad de fuerzas alcanzó a morderle una mano y logró que el agresor desistiera en su intento. En ese momento Obregón vio que sobre la mesita de luz había algo de dinero (entre 300 y 400 pesos), los manoteó y se dio a la fuga ante los gritos desesperados de su víctima.
Un par de días después, con los precisos datos fisonómicos aportados por la mujer, la Policía logró dar con el paradero del abusador, quien no sólo fue reconocido en rueda de presos, sino que todavía tenía la marca de la dentadura en su mano, huella indeleble del frustrado abuso sexual.
A la hora de los alegatos, tanto el fiscal subrogante, Horacio Vázquez, como la defensora oficial, Silvina Muñoz, solicitaron la condena luego impuesta por la jueza Saslavsky.