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21 de Diciembre de 2014
Ultima Navidad en Villa Nueva
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El martes de Nochebuena será la última misa que celebrarará Sergio Rubiolo como párroco de Nuestra Señora del Rosario. Tras seis años de ministerio, será trasladado a Río Tercero. Licenciado en Exégesis Bíblica por el Pontificio Instituto Bíblico de Roma (la universidad más importante del mundo católico) habló sobre el significado del nacimiento de Jesús, la crisis de la Iglesia en “tiempos paganos” y la nueva esperanza que representa el Papa Francisco


Tarde de lluvia mientras espero al padre Sergio y falta poco más de una hora para la misa. La plataforma del templo está vacía como un Vaticano sin Dios, con espejos de agua como ojos ciegos mirando el cielo. Y entonces, siguiendo la dirección ocular de los charcos también miro hacia arriba. Y siento un vértigo en el estómago cuando las torres de ladrillo parecieran venirse a pique bajo las negras nubes que pasan o cuando la imagen de la Virgen con sus brazos abiertos amenaza reventarse contra el piso. Y me digo si el fin de los tiempos no se anunciará así, con postales tan desoladoras y privadas como estas; si no llegará a nosotros como un nuevo reino con revelaciones de la percepción para que “el que está sobre el terrado no descienda a tomar algo de su casa y el que está en el campo no vuelva atrás a tomar sus vestidos” (Mateo 24, 17). Y entonces, casi como un reflejo, busco sin mirar el Nuevo Testamento de mi mochila para tener una señal. Pero en vez del librito de tapas azules que alguna vez conseguí en una compraventa, lo que agarro es mi cuaderno de notas. Y al abrirlo leo al azar entre un montón de frases y citas, algo que transcribí hace mucho tiempo: “Hoy, lo difícil no es aceptar que Cristo sea Dios; lo difícil sería aceptar a Dios si no fuera Cristo”. Nunca supe de dónde saqué esa frase ni por qué está en ese cuaderno, al lado de fragmentos de “Drácula”, de Bram Stocker, o el “Fedón”, de Platón. Pero lo cierto es que ese oráculo fugaz me tranquiliza. Acaso porque sé que “estoy en sus manos” y que arriba, con los brazos abiertos, está “su madre terrenal”. Y si el cielo se convierte en abismo (como seguramente pase al final de los tiempos), entonces Ella, con sus brazos abiertos, no me dejará caer.
Cuando pienso en todas estas cosas, una moto sube a la mojada plataforma de la iglesia. Y de ese ferrocentauro se desprende una figura humana dividiendo al hombre de la máquina. Es el padre Sergio que me saluda y me pide disculpas por la demora. “La lluvia nos retrasó todo”, me dice. Y tras una breve charla con la secretaria de la parroquia sobre fechas de misas y comuniones, el sacerdote me hace pasar a una oficina casi vacía, donde sólo hay una mesa, dos sillas y algunas cajas. “Es que ya embalé todo porque en una semana me mudo a la parroquia de Río Tercero”. Le pregunto cuál es su sensación tras seis años de cura en Villa Nueva. “Quizás me hubiera gustado quedarme un poco más, porque tras muchos años de trabajo estábamos empezando a tener una relación cada vez mejor con la ciudad, afianzando un proceso que siempre es más largo de lo que uno se imagina. Pero de momento me necesitan allá y entonces iré con gusto… Pero vos querías charlar sobre temas bíblicos, ¿no?”. Le digo que sí, ya que “hasta donde sé, sos uno de los pocos expertos en la ciudad”. Pero el padre Sergio me dice “Bueno, pero eso que decís es un poco exagerado”. Y se ríe con una sonrisa de vergüenza y humildad, sentimientos que muchas veces se tocan en un mismo gesto. “Sin embargo, no te voy a preguntar solamente por temas bíblicos sino por el sentido de la Navidad, la actualidad de la Iglesia, el catolicismo en Villa María y Villa Nueva…” Y él me dice: “Preguntáme lo que quieras antes de la misa”. Así que enciendo el grabador y me doy cuenta de que Rubiolo cumplirá a rajatabla con lo prometido. Porque al final de la entrevista habrá respondido a todos los temas de manera directa y sin eufemismos, como habla un hombre que no tiene que ser políticamente correcto con nadie porque “no busca la gloria de los hombres” (Juan, 5, 44).
 
Crisis de la Iglesia y “anticlericalismo”en las dos Villas 
 
-Lo primero, contame por qué decidiste ir a Roma a estudiar Exégesis Bíblica…
-Fue en el año 96. Por esas épocas teníamos alrededor de 40 seminaristas en la Diócesis de Villa María y había surgido el proyecto de abrir un seminario acá. Y lo primero que teníamos que hacer era formar profesores. Yo tenía recién tres años de cura y me fui con otro colega. Volví cuatro años después con la licenciatura, pero el seminario no se abrió por falta de presupuesto. Llegamos al culmen de vocación en esa época. Ahora hay sólo cinco seminaristas estudiando en Río Cuarto…
-¿El “boom” del Papa Francisco no acrecentó la vocación?
-Hasta ahora no se ha visto. Los seminaristas han mermado no sólo acá sino en todo el país. Cuando yo estudiaba en Río Cuarto éramos sesenta alumnos, y ahora, nada más que veinte.
-¿Y a qué crees que se debe la merma de seminaristas?
-A varios factores. Pero antes que nada, creo nos está faltando un buen trabajo con los jóvenes en la Iglesia. Y esto es un mea culpa. Hace unos años, en todas nuestras parroquias teníamos grupos de jóvenes, pero ya no. Y ya sabés, los jóvenes atraen a los jóvenes. Por otro lado, me parece que ya no hay un compromiso estable de la juventud para con nada. Creo que es propio de la cultura en que vivimos, como bajo el lema “si te sentís bien dale; y si no dejalo que está bien”. 
-¿Cómo es eso de la “falta de compromiso” de la juventud?
-Te doy un ejemplo. Cuando me fui a Roma, los chicos todavía se casaban. Pero cuando llegué a Villa Nueva en el 2008 ya no se casaban más. Ni por civil ni por Iglesia. Ya no había compromiso. Ese es el cambio cultural, vivir bajo el mandamiento del “probemos que total no importa”. Y eso influye también en las vocaciones, porque al seminario entran varios chicos pero muchos dejan. Otros llegan con serios problemas psicoafectivos y les tenemos que pedir que salgan un tiempo y se hagan tratar porque hay en ellos una falla estructural. 
-¿Qué clase de falla?
-Desde inmadurez hasta crisis de llanto. Son chicos que muchas veces tienen una incapacidad de tomar decisiones. Yo sé que a veces el seminario te “malcría” porque te resuelve todo, desde la comida y el alojamiento hasta tu tiempo libre. Pero eso siempre fue así. Y no se puede ordenar sacerdote alguien que está en crisis o no estás definido sexualmente, que también hay muchos. Por eso les decimos que se traten, que repiensen su vocación y después vuelvan. Vivimos en un mundo cada vez más pagano donde la vocación no es para cualquiera.
-¿En qué momento el mundo se volvió pagano?
-Hace mucho. Pero en Argentina la cosa empezó en la época de los militares, cuando a la Iglesia se la acusó de complicidad para con el gobierno. Muchas veces con razón y otras veces injustamente. Yo creo que gran parte de la Argentina fue cómplice y que eso nos pasó a todos. Sólo que la Iglesia no quedó bien vista y luego tuvo muy mala prensa. Y eso sigue. 
-¿Y Villa María y Villa Nueva?
-Esta zona es particularmente anticlerical, y creo que se debe a sus raíces masónicas. Eso dejó sentado un precedente difícil de borrar.
-¿Qué debió hacer la Iglesia para ganarse la credibilidad de la gente?
-Nos faltó más compromiso en tiempos de la dictadura, precisamente, y eso es mea culpa también. Pero es cierto que luego hubo una campaña de difamación programada. También creo que hace mucho que no hemos sabido dar una base religiosa más viva de nuestra fe a la gente y que hemos descuidado a muchos sectores. Acá en Villa Nueva, por ejemplo, hay barrios enteros que hemos perdido.
-¿Son barrios que ahora profesan otro culto?
-Sí, barrios que no supimos atender y que ahora van a los templos evangelistas. Pero también hemos conseguido algo lindo y fue una amistad con los pastores de esos templos. Y creo que eso también ayuda. Si profesamos la misma fe y nos basamos en la misma Biblia ¿por qué vamos a estar divididos? Yo creo que el Papa Francisco ayudó muchísimo a tirar abajo esa barrera entre los cultos. 
-¿Creés que hay un discurso oficialista en nuestro país donde lo “cool” es dárselas de revolucionario mientras que ser cristiano es “ser gorila”?
-Sí, hay mucho de eso, aunque en los últimos tiempos ese discurso se atenuó; sobre todo a partir de la elección del Papa Francisco. Creo que el roce vino desde los sectores más ideologizados, porque siguen asociando o queriendo asociar a la Iglesia con el gobierno militar. Pero se olvidan que muchos curas también sufrieron persecusiones en esos tiempos. Yo tuve como profesores a sacerdotes tercermundistas y ellos me contaban que les grababan cada homilía para acusarlos de comunistas. Incluso les allanaron la casa o los metieron presos. A ellos no les interesaba la política pero sí la ayuda social y humanitaria. Y en ese tiempo todo iba a parar a la misma bolsa. 
-¿Hay un “facilismo” para juzgar a la Iglesia por sus errores? Te digo esto porque muchos mencionan la Inquisición pero se olvidan de gente como el Cura Brochero o la Madre Teresa… 
-Claro, pero eso pasa porque muchos juzgan con la mentalidad actual acontecimientos muy complejos del pasado. Y eso te hace incurrir en errores. Yo me sorprendí de lo que pasó con el General Roca, que pasó de ser prócer a demonio. Si nos retrotraemos a los tiempos de la Campaña del Desierto, toda la Argentina lo apoyó a Roca para que terminara con los malones… Entonces los demonios fuimos todos… 
-La concepción filosófica de izquierda proclama “desobedecer a Dios” como acto de libertad, ya que no reconoce ninguna categoría ética previa a la voluntad humana. La pregunta es ¿se es libre obedeciendo o desobedeciendo?
-Una auténtica libertad busca siempre el bien mayor, de ahí que tengamos el libre albedrío para decidir. A veces, la libertad pasa por obedecer pero otras veces no, porque muchas veces lo que se termina “obedeciendo” son modas pasajeras y no los valores atemporales de Dios. Hay “modas” que para nosotros atentan de lleno contra las personas y como cristianos tenemos una idea de persona que nunca cambió.
-¿Cómo es eso?
-Hoy por hoy la idea de persona es que “yo me construyo a mí mismo”, que yo elijo quién soy, qué sexo quiero tener, etcétera. Y eso está muy metido en la sociedad. Incluso en los planes educativos al alumno no hay que corregirlo. Son modas que no sé si en cuatro o cinco años seguirán. Pero el problema es cuando esas modas tocan la dignidad humana o atentan contra la vida.
-¿Te estás refiriendo al aborto?
-Exactamente. Juan Pablo II decía que “defender una vida que se inicia es darle voz a los que no tienen voz”. Esto se debe a que para nosotros, a partir de la concepción ya hay una persona. Y la Iglesia tiene la obligación de defenderla. Pero esa defensa hoy está muy mal vista. Entonces, los valores del Evangelio entran en crisis con los valores de una cultura emergente y se hace muy difícil llegar a un acuerdo.
 
Acerca del nacimiento más importante de la Tierra
 
-En pocos días llegará la Navidad ¿qué me podés decir sobre el nacimiento de Jesús en tanto experto en Biblia?
- Que los Evangelios en los cuales nos basamos no son documentos históricos sino testimonios de fe y que los relatos del nacimiento de Jesús son muy simbólicos y muchas veces hasta contradictorios. ¿Jesús era de Belén o de Nazareth? ¿Los Reyes Magos existieron o fueron un invento de Mateo para hablar de la universalidad de Cristo? Hoy, la Exégesis Bíblica apunta a sacarle provecho teológico a esos relatos más que a verlos como testimonio fidedigno, sin negar que las cosas pudieron haber ocurrido exactamente así.
-¿Y la fecha del 25 de diciembre?
-Es una fecha tentativa que no se sabe con exactitud. Incluso hay un error de seis años con el calendario que regía sobre esos tiempos. Pero es lo que menos importa. Yo creo que lo relevante de la Navidad es que ese niño nacido por intervención divina es quien viene a restaurar la naturaleza humana. Y eso es algo grandioso que se va a completar con la muerte, la resurrección y la segunda venida de Cristo.
-¿Qué significa la Navidad en su sentido más profundo? A esto te lo pregunto no como al experto en Biblia sino como el “padre Sergio”…
-Significa que Dios, el Señor de los Señores, se hace pequeño; que el más fuerte de todos se hace débil; que el creador de todo lo que existe se hace frágil y pide ser cuidado; que se deja reposar en los brazos de una persona y quiere que lo tengamos. Y que ese nacimiento que se produce en un establo se anuncia antes que nadie a los pastores porque son los más pobres. Y eso marca el espíritu de la Iglesia para siempre; diciéndole que no debe ser triunfalista sino estar del lado de los que menos tienen. El día de Navidad, Jesús parece decirnos a todos que hay que cuidar a Dios como lo más preciado de nosotros mismos, que lo que hagamos con ese niño indefenso nacido en un pesebre es lo mismo que debemos hacer con nuestras almas: cuidar la vida hasta el fin de los tiempos.
¡Feliz Navidad, padre Sergio!
            
Iván Wielikosielek

 

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