Poco después de su último contacto con el Papa, monseñor Rodríguez, el anterior obispo de Villa María, se hizo tiempo para regresar a la ciudad y asistir al acto de entrega de la obra civil del nuevo Hospital Regional Pasteur. Aprovechó para quedarse unos días, cafetear en el centro y visitar amigos. Así llegó hasta una radio local. El siguiente es el pasaje dedicado a Francisco, de un extenso diálogo que mantuvo con un periodista
-Hace poquito visitó al Papa en el Vaticano…
-Exacto, sí.
-¿Dónde se reunieron?, ¿en Santa Marta?
-En Santa Marta y también coincidimos en una cena. Uno podría pedir además una audiencia privada, pero el pobre tiene tanto que hacer, que aprovecho las audiencias públicas en plaza San Pedro o en el invierno en la gran Sala Nervi, también llamada Pablo VI, para estar un ratito más cerca de él. Porque en esos lugares los obispos subimos a un espacio dentro del estrado donde está el Papa, que cuando termina la audiencia y antes de bajar a los corralitos a saludar a la gente, se acerca a nosotros a charlar unos minutos. Ahora, en la última, yo estaba allí arriba y me llamó la atención que en uno de los corralitos estaba gente con la bandera de Belgrano, que es mi equipo en Córdoba, así que me bajé y les digo: “¡Piratas!, ustedes son de los míos”. No entendían la situación, hasta que les dije: “Soy de Córdoba”. Nos reímos un buen rato. Después lo acerqué a él y se sacó una foto con ellos.
-¿Cómo encontró a Francisco?
-Bien, bien, esta vez lo encontré bien. Distinto que la vez anterior, en diciembre del año pasado, 2013, cuando lo vi un poco cansado. Aquella fue la segunda vez que lo visité como Papa. Ahora, en la tercera, lo encontré mejor. Aunque unos días más tarde, cuando se representó la Misa Criolla, lo noté nuevamente un poco cansado. Pero él se repone siempre. Tiene una fuerza interior impresionante.
-Leí que se levanta cada día a las 4 de la mañana, para dedicarse tres horas a sí mismo. Para leer lo que quiere, escuchar la música que le gusta… Y a las siete ya se dedica plenamente a los demás…
-Cuando estábamos en la Conferencia Episcopal, estábamos en el mismo piso. Yo me levantaba muy temprano y ya estaba él caminando, rezando el Rosario. Y después nos reuníamos a las seis y media a tomar unos mates. Se nos juntaba siempre el obispo de Lomas de Zamora, el arzobispo de Santa Fe que ahora es el presidente de la Conferencia Episcopal (José María Arancedo), el obispo emérito de Tucumán… Nos gustaba mucho conversar, compartir, antes de la misa que teníamos a las siete y media de la mañana. O sea que siempre ha sido madrugador.
-¿Bergoglio era de escuchar a sus pares?
-De escuchar y de diálogo. Siempre muy parco en palabras, pero al mismo tiempo muy seguro en sus manifestaciones. Y siempre muy abierto frente a la sociedad. El tenía en aquel tiempo un binomio, que lo fue realizando y lo sigue realizando todavía hoy a través de muchas cosas: las heridas y la misericordia. Herida por una parte, y la respuesta por la otra. La respuesta es la misericordia. A eso lo emplea hablando de la sociedad, hablando de la familia. Lo hizo en el reciente sínodo de obispos, que fue el extraordinario. Y ahora viene en octubre de 2015 el sínodo ordinario, que toma como instrumento de trabajo todo lo que se trató en el sínodo extraordinario y que terminará en un documento cúlmine, que señala objetivos de la Iglesia.
-Fue interesante ver que la Iglesia se permitió en ese sínodo un debate en torno a cuestiones delicadas, como la familia y la homosexualidad, aun cuando no se pudo arribar a una idea consensuada en torno de ellas.
-En ese sentido, es interesante prestar atención al mensaje del Papa al terminar el sínodo, que tiene un valor extraordinario, porque allí refleja todo el movimiento interno del sínodo y también subraya la dificultad que ha habido, etcétera, etcétera. Dificultades lógicas, porque en la Iglesia la diversidad es respetada. En lo fundamental debe haber unidad, por eso en el instrumento de trabajo se subraya el aspecto de la familia con la Biblia y la tradición de la Iglesia, pero también se subraya todo lo que sea el tema de la diversidad, donde, en lo opinable, hay que tener en cuenta la libertad. Dice San Agustín: “En lo fundamental, unidad. En lo opinable, libertad. Y en todo, caridad, comprensión”. No porque el otro piense distinto que yo tiene que ser mi enemigo. Porque eso contribuye a la unidad y a la reconciliación de las partes. Se trata de que las partes puedan entrar en un diálogo respetuoso, que es la forma de construir.
-¿Cuándo conoció a Bergoglio?
-En 1992. Si bien hemos sido ordenandos en el mismo año, lo conocí en el 92. Y cuando me ordenaron obispo auxiliar de Córdoba me mandó una carta en la que me decía: “Ya no seré el último orejón del tarro” (sonríe). Porque los últimos obispos en llegar tenemos que hacer un montón de tareas en la Conferencia Episcopal, como recoger votos, entregar papeles…
-¿El chico de los mandados?
-(Sonríe) Más o menos.
-¿Ustedes le veían un don de líder a ese obispo Bergoglio?
-(Se toma unos segundos y responde) Era un líder, sí. De hecho fue nombrado presidente de la Conferencia Episcopal Argentina. Su palabra ha sido siempre muy parca, pero muy justa.
-Y fuerte… Tiene fortaleza para desempolvar cuestiones surgidas del Concilio Vaticano Segundo que habían quedado “guardadas”…
-Es que el misterio de la Iglesia, por ser misterio, no es que sea como una pared, que uno se encuentra y no puede seguir más allá. Tiene una riqueza que poco a poco se va revelando. Eso es la fe, eso es la Iglesia. Hay que ver el sentido de la fe, que el Papa lo utiliza para conversar sobre algunos temas más difíciles. Entonces allí dice, “bueno, tenemos que escuchar también el clamor de la gente, el pensamiento de la gente”. En primer lugar, porque la fe también es algo que se predica en la Iglesia, a sus miembros, a todo hombre que quiera escuchar, pero a su vez el hecho de la fe requiere que se escuche a la gente. Es una cosa doble. No es una cosa solamente vertical, sino que es un anuncio que repercute en el pueblo de Dios y tenemos que ver que esa repercusión sirva como para incorporar una respuesta al clamor de esa gente, para lo cual a veces hay que rectificar, a veces hay que ratificar… Es todo, digamos así, un dinamismo pastoral.
Fotografías: 1) Monseñor Roberto Rodríguez, a su llegada al nuevo Hospital Pasteur, en el día de la inauguración
2) “Si bien hemos sido ordenandos en el mismo año, lo conocí en el 92. Y cuando me ordenaron obispo auxiliar de Córdoba me mandó una carta en la que me decía: ‘Ya no seré el último orejón del tarro’”
3) “Era un líder, sí. De hecho fue nombrado presidente de la Conferencia Episcopal Argentina. Su palabra ha sido siempre muy parca, pero muy justa”