¡Cosas veredes!
¡Y con mis 87 años de vida he visto muchas cosas para emular a Sancho!
Estuve de vicario cooperador de Villa María apenas ordenado como sacerdote, desde enero de 1952 hasta enero de 1956. En los libros más viejos de los armarios de la secretaría que yo atendía personalmente, por encargo del párroco Gottardi, investigando pude encontrar que al menos hasta la mitad del Siglo XX había varias denominaciones para inscribir los bautismos. En mi tiempo, durante esos años 50, sólo se usaban dos: hijo “natural”, al que era hijo de madre soltera o de parejas no casadas por Iglesia, e hijo “legítimo”, cuando sus padres eran casados por Iglesia con presentación de certificado o copia del acta matrimonial.
Pero yo había estudiado que había otras dos denominaciones: hijo “sacrílego”, cuando era hijo de una pareja en que alguno de los miembros estaba consagrado a Dios y la Iglesia o con el orden sacerdotal o con los votos perpetuos religiosos, a pesar de lo cual habían contraído matrimonio civil. Además, estaba en uso también la denominación de hijo “adulterino”.
La denominación creada por el obispo Jofré, aparentemente ingeniosa, de “huérfano en vida” es tan ofensiva como aquellas que ya, gracias a Dios o al sentido común, antes del nuevo código de derecho canónico, dejaron de usarse.
Que el pecado del consumismo, consecuencia directa del capitalismo adoptado como sistema social, “nos modifica el desorden cósmico”, que creo apunta a justificar las carencias provenientes de las diferencias de origen natural, como las que establecen distintas deficiencias genéticas o características como la de brillantez o pobreza intelectual, o niveles sociales como entre clases acomodadas y otras sin recursos materiales, no resulta relevante en la enumeración de pecados que cualquiera puede inventar a su criterio y más si tiene autoridad dentro de esta Iglesia, que “perdona” o condena sacramentalmente los pecados con pretendida autoridad divina.
El pecado real, origen de todos los que cometemos los seres humanos, desde una perspectiva auténticamente cristiana (sin mitra ni solideo), es el egoísmo, opuesto al amor presentado por Jesús de Nazaret como la virtud fundamental del reinado de Dios y único mandamiento.
Pero el avance del obispo Samuel Jofré para señalar otros pecados, a propósito de la fiesta de la Inmaculada Concepción, que alude a la ausencia del pecado original (el egoísmo) en la raíz originante de la persona de María madre, hace una referencia descalificante a la fecundación asistida, que es en realidad un milagro (cosa maravillosa) de la ciencia para remediar una limitación natural (que en el fondo es el objetivo de toda medicación o cirugía para modificar desórdenes naturales o provocados), tachándola de proceder contra la ley de Dios.
En el discurso de Jofré se dan varias barbaridades juntas:
Primera: que la voluntad de Dios es que cada niño(a) nazca de una mujer casada (afortunadamente no dice “por Iglesia”). Cabe preguntar ¿a qué voluntad obedece entonces un nacimiento de mamá soltera o divorciada, o sin concurso del varón por un milagro con intervención divina, como sostiene la tradición católica acerca del nacimiento de Jesús?
Segunda: la denominación de “huérfano en vida” ¿no le correspondería también a Jesús que, aunque no lo supiera, vivió y trató como padre a quien lo consideró “adulterino”, aunque después le creyó a un sueño maravilloso?
Tercera: así como la opinión del señor obispo acerca de la necesidad de revisar los juicios condenatorios de los represores, viciados, según él, de ambiciones políticas, resultó un atentado contra la memoria y la recuperación nacional, esta descalificación de tantos niños que en un vientre materno viven o han vivido la gestación como proceso biológico absolutamente natural es una ofensa gratuita e injusta. La alusión a la adopción como maravilla de generosidad, excluyente de otras posibilidades como la de procreación o fecundación asistida, constituye un signo de cerrazón autoritaria frente a un verdadero milagro científico.
Guillermo “Quito” Mariani
(presbítero de la Iglesia Católica)
