Aunque a veces los números no cierran cuando hay que expandir la gloria hacia el orden nacional, Alumni refrendó ayer su condición de máximo ganador del fútbol local: ganó el bicampeonato, en la cancha de Colón, y finalizó el 2014 con más gloria que pena, envuelto en sus colores y aferrado al grito del festejo interminable.
El 2 a 0 en el partido revancha (mismo resultado que en la ida) lustró su placa de “estirpe de campeones”, que ahora brilla más que nunca si se suman también los éxitos alcanzados esta temporada en divisiones inferiores. Por eso, mientras la tarde caía en Arroyo Cabral, continuaban los saltos alocados de los dirigidos por Víctor Bengoa, los aplausos de reconocimiento, la entrega de la Copa del Clausura y la organización de la caravana que siguió en Villa María.
Atrás había quedado la segunda final, con la necesidad de un Colón que no dejó de luchar y que, sin embargo, poco le alcanzó para revertir un marcador adverso.
Atrás también quedaba el primer triunfo, ese 2-0 escrito en rojo y blanco en Plaza Ocampo, una semana antes, basado en la eficacia frente a los arcos.
Cuando el pitazo final de Adolfo Rodríguez cerró el telón, el dueño de la fiesta ya contabilizaba su estrella número 21 en la historia de la Liga Villamariense, donde su corona es respetable.
Fortín defendido
Colón entendió que debía cambiar esa historia, pero sus intenciones chocaron contra la fortaleza defensiva y la búsqueda inteligente del conjunto villamariense.
El “Rojinegro” necesitaba ganar para forzar la serie a un tercer partido y entre sus opciones más a mano estuvo el ingreso del histórico goleador Diego Marín, que ayer le puso fin a su eternidad.
El entrenador Martín Conti también se inclinó por variar, con el correr del encuentro, algunas posiciones en la mitad de la cancha, buscando clausurar una zona que le resultó imposible porque siempre se filtró Esteban Canelo por el sector izquierdo del ataque de Alumni.
Igual Colón no resignó el sacrificio, guapeó en cada rincón de la cancha y, ante un rival que priorizó la marca y el orden, el partido tuvo grandes pasajes de nada, más que pierna fuerte y pases erráticos.
Sólo una corrida peligrosa de Joel Manzanares, en el área local, se visualizó como jugada de riesgo antes de los 30 minutos de primer tiempo, cuando el árbitro mandó a refrescar a los protagonistas por el intenso calor.
Luego Colón sumó un par de situaciones por intermedio de jugadas con pelota detenida, un ítem que Bengoa había señalado en la previa a la segunda final. Sin embargo, Leonel Luciani apareció para neutralizar un cabezazo de Pablo Alvarez (tras un tiro libre de José Navarro) y Federico Depetris, en otra acción, la tiró afuera cuando peinó otro centro envenenado sobre el arco de “Cumbia”. Podía ser letal para el “Fede”, que minutos antes se había perdido la más clara para Alumni, cuando cabeceó desviado un centro de Nicolás Rey.
Tras el sofocón, Alumni tomó como “guarida para el éxito” a la sapiencia de Daniel Ramírez, quien se adueñó del protagonismo cuando la pidió, la cuidó e hizo jugar. Encima, cuando se tiró por la izquierda, el diez del visitante encontró la mejor sociedad en las proyecciones interminables de Canelo. Esa fórmula fue indescifrable para Colón y gestó la apertura del marcador: a los 43 minutos, Ramírez tocó para Canelo y este, desde el fondo, envió el centro pasado que encontró, por detrás de todos, la estirada goleadora de Emanuel Bolzicco para establecer el 1-0.
El golpe fue duro para Colón, que apenas respondió con un tiro elevado de Lucas Morre, quien anduvo más apagado que de costumbre. Y su equipo lo sintió.
De todas maneras, no sólo la tarde para el olvido de Morre fue crucial en Colón. Las indecisiones del equipo para ser más vertical conspiraron contra sus intenciones. Y en momentos que la situación se podía plantear en algún pelotazo frontal, todo terminaba en los despejes de Facundo Depetris y Gastón Kranevitter, dos escuderos de hierro.
La definición
Conti probó mejorar el ataque con el ingreso de Francisco Santunione, pero a este le pasó lo mismo que a Marín: la pelota nunca le llegó limpia, mucho menos cuando Alumni fue reforzando su faceta defensiva, a medida que salía rápido, de contragolpe, con Ramírez o Canelo.
Quizás el partido pudo cambiar con un cabezazo de Luppo, a los 12 minutos del complemento, pero la pelota dio en el travesaño, la sacó Luciani y salió, caprichosa como siempre, rumbo a otros horizontes.
El hombre que podía darle la mejor dirección, por cómo se mostraba el partido, era Ramírez. Y a los 30 minutos, ante la desesperación de Colón y la expectativa fortinera, el centrocampista estuvo a la altura de las circunstancias: en un tiro libre desde el borde del área, por el sector derecho, ejecutó un tiro libre con una rosca formidable. La pelota pasó fácilmente ante el hombre parado como barrera y se coló en el primer palo, ante sorpresa del arquero Matías Tissera, que no alcanzó a sacarla. Un golazo. Golazo por la calidad y por el significado, porque el título caía directamente en el bolsillo de Alumni.
Es que, si bien quedaban 15 minutos, Colón se derrumbaba anímicamente y quedaba más lejos del objetivo del triunfo, aunque trató de hacer un final de encuentro sin problemas. Entonces el bicampeón, que casi termina goleando (Tissera le desvió un remate al “Fede” Depetris) pudo celebrar tranquilo ese nuevo título que, ni más ni menos, lo catapultó como el mejor del año, sin discusiones.
ALUMNI (2): Luciani 5; Cuello 5, Fa. Depetris 7, Kranevitter 7 y Rey 6; Manzanares 5, González 6, D. Ramírez 8 y Canelo 7; Fe. Depetris 5 y Bolzicco 6. DT: Víctor Bengoa.
Goles: 43 m PT Bolzicco (A) y 30 m ST D. Ramírez (A).
Cambios: 10 m ST Santunione (5) x Theiler (C), 27 m ST Segura x Bolzicco (A), 29 m ST Bomprezzi x Morre (C), 37 m ST Coria x Manzanares (A) y 39 m ST Delsole x Fe. Depetris (A).
Amonestados: Tissera, Alvarez, Le Roux, Navarro, Morre y Luppo (C); Luciani, Fa. Depetris y Kranevitter (A).
Jugado en: Cancha de Colón.
Arbitro: Adolfo Rodríguez (Córdoba).
Público: 1.000 personas, aproximadamente.
