Una mujer con un paraguas espera en una puerta al otro lado de la calle. ¿Quiere que le abran, quiere cruzar la calle, espera una señal? Mientras tanto, la lluvia lava el pavimento y las veredas de recorridos apurados y de la indiferencia humana y quedan sólo ellos, los que no temen mojarse porque saben que el agua es el modo más benigno de intemperie. Y así, con aquel paraguas, la mujer parada en la puerta pareciera decir “aquí estamos, esperando cruzar al otro lado o que nos abran una puerta o que nos den una señal”. Esta imagen, o mejor aún esta “película”, no es una mera fantasía de este humilde informador, sino lo que dispara una conmovedora fotografía tomada por un paciente anónimo, una postal tan melancólica como misteriosa que se clava en la retina y el corazón como una plegaria. La foto fue tomada con una “caja estenopeica” y al presentarles este fabuloso incentivo a sus alumnos, acaso la profesora Griselda López no sabía hasta qué punto jugaría a favor del poder hipnótico de una imagen. Mientras la examino y no puedo explicarme el porqué de una extraña mancha alargada, el fotógrafo Juan José “Pili” Odino viene en mi socorro. “Son las huellas digitales del revelado manual. Es lo que siempre pasa cuando usás esta técnica”. Pero curiosamente hasta ese trazo ha conspirado a favor de la comunicación. Porque esa “huella de identidad” pareciera trazar un extraño camino (acaso un puente) entre la mujer del paraguas y el espectador. Y así, la mujer aquella pareciera decirles a todos “bienvenidos a esta melancólica lluvia, a este viejo y primitivo paisaje, a esta conocida y extraña ciudad. Unite a nosotros y cruzá ese puente hecho con la huella dactilar de nuestras soledades que de este lado nunca te vas a mojar; que de este lado te estamos esperando con este paraguas para que abras la puerta, para que cruces la calle, para que nos des una señal y no nos dejes solos”.

 

La presentación de la muestra y las voces al micrófono

Cuando pienso en estas cosas toma la palabra la responsable del espacio de exposiciones del Leonardo Favio, la artista plástica Analía Godoy, quien oficializa la apertura. Luego es el turno de la directora del Area de Salud, licenciada Silvana Pons, quien da la bienvenida a los familiares presentes. Tras ella, la coordinadora del hogar, licenciada Fabiana Mangas, habla brevemente sobre el taller y finalmente llega el micrófono a la profesora Griselda, quien se quebrará al declarar lo “orgullosa” que se siente de su decena de alumnos, “porque al sentido más profundo de esta muestra sólo lo saben ellos, ya que estas fotos son un testimonio, fotos para los días de sus vidas y que...”. Entonces un aplauso la quiebra del todo y le deja la frase a medio terminar. Y este periodista debe decir (a mero nivel informativo) que se trata del segundo año de Griselda a cargo del taller de fotografía y su primera muestra oficial y que en ella realizó una innovación técnica que, ya con las lágrimas secas, explicó: “La muestra está dividida en dos; una sección digital en colores y otra artesanal en blanco y negro. Son fotos hechas con cámara estenopeica, la técnica que dio origen a la fotografía. Son cajas pintadas de negro que fueron armadas por los participantes del taller y sirvieron muchísimo para que experimentaran el proceso de revelado manual”. 

Luego de las explicaciones técnicas de parte de la profesora y de la tallerista María Elena, fue la propia Griselda quien entregó los certificados a cada participante ante el aplauso de amigos y familiares. Y al final de la noche, la doctora Mildren del Sueldo, coordinadora ejecutiva del Consejo Municipal de la Salud de Villa María, cerró la muestra manifestando que “se trata de una oportunidad inmejorable para mostrar lo que está logrando este grupo de gente maravillosa que forma parte del equipo de Salud. Cuando alguien pone el corazón en lo que hace, los resultados son maravillosos, como en el caso de esta muestra”.

Pero estas fotos son más que postales para una muestra, mucho más que invitaciones a asomarse por pequeñas ventanas estenopeicas a otra realidad. Son fotos para los días de la vida; pequeñas estampas reveladas por manos que no siempre tienen otras manos que se tiendan hacia ellos. Y parecieran decir, desde su silencio en blanco y negro y con la marca de sus huellas digitales en la lluvia: “Vení, acercate, abrinos esa puerta, danos una señal, pero no nos dejés solos de este lado del espejo”.