Este domingo desde las 20.30 se llevará a cabo la 11º edición del Festival Nacional del Acordeón en la explanada del monumento al General Libertador San Martín.
El encuentro está promovido por la Universidad Popular y por el veterano músico Oscar Lucarelli.
Como es habitual, la velada comprenderá a una numerosa cantidad de músicos locales, regionales y provinciales, apuntada a un público adulto que no sólo concurre a escuchar a los casi 50 artistas, sino a bailar tradicionales ritmos como rancheras, pasodobles y polcas, entre otros.
Se han anunciado las agrupaciones acordeonistas de Pozo del Molle y de Villa María, un grupo chamamecero de la localidad de Las Varas, así como un trío conformado por alumnos y exalumnos de Lucarelli: Josecito Berardi, Renzo Mattio y Antonio Nallino. La animación correrá por cuenta de Federico Rodríguez y de Daniel Mercado.
A mediados del festival, que tiene como hora de cierre prevista las 0.30 del lunes, se producirá el esperado desfile de todos los acordeonistas, quienes interpretan temas en medio del público, que por lo general suele desbordar la capacidad de la explanada en homenaje a José de San Martín.
Como novedad, la fiesta este año tendrá un cierre bailable a cargo del Cuarteto Popular. En caso de mal tiempo, el evento sería trasladado al Centro Leonardo Favio.
La historia del acordeón es corta pero rápida e intensa, de tal suerte que quien registró el invento como “acordión” en 1829, el austríaco Marck Muñichz, debió abandonar sus derechos sobre el invento en 1835, debido a los notables avances a los que había sido sometido. Parece que el origen europeo de los instrumentos de lengüeta libre está en los órganos soplados orientales, que se habían extendido por Rusia en el siglo XVIII.
El invento se atribuye al emperador chino Nyu-Kwa, 3000 años antes de Cristo (el Sheng), aunque la sustitución de lengüetas de caña por metálicas es algo posterior. Basándose en la lengüeta simple, numerosos inventores elaboraron diferentes elementos. Desde el parisino Pinsonnat, que inventó el typófono, que daba una sola nota fija, hasta Eschembach, que unió varias.
En 1810 aparecen diferentes órganos soplados occidentales, y Buschman, en Berlín, fabrica en 1821 la mundarmónika, de la que deriva la conocida armónica, colocando una serie de lengüetas en fila cada una de las cuales produce una nota distinta.
Su hijo, al incorporar un pequeño fuelle, crea la andaolina. Pero fue Cyrill quien se hizo con la patente, construyendo un instrumento dotado de un fuelle y cinco botones, cada uno de los cuales, al ser pulsado, producía dos acordes, uno al abrir y otro diferente al cerrar el fuelle. Estos 10 acordes bastaban para acompañar numerosas canciones, siendo muy sencillo su uso y aprendizaje en la música popular, sobre todo cuando en 1831 Isoard Mathieu reemplaza los acordes de cada botón por dos notas individuales que se producían una al abrir y otra al cerrar el fuelle, es así dotado de dos escalas diatónicas, lo que da lugar al acordeón diatónico.
En 1834, Foulón añade las alteraciones, creando el primer acordeón cromático. La evolución del instrumento continúa y en 1854 Malhaús Bauer sustituye los botones por teclas, creando el "acordeón a piano", al que denominaban el "piano del pobre".
En torno a 1880 se le añade un segundo teclado, en la parte derecha, compuesto por cuatro botones que permitían dar dos acordes cada uno como acompañamiento a la melodía. Así se constituye el acordeón diatónico, que ha llegado hasta hoy en la tradición musical de casi todos los pueblos.
Existen nuevas modificaciones técnicas, como poner dos lengüetas iguales en cada nota, de forma que dé la misma nota al abrir y al cerrar el fuelle, ponen la base de los modernos acordeones de concierto de nuestros días.
En nuestra región, el instrumento ganó numerosos adeptos décadas atrás, en particular entre los inmigrantes y descendientes de italianos. Desde hace más de una década, la explanada al Libertador es uno de los lugares habituales de encuentro de los instrumentistas profesionales y aficionados, y de un público ávido por presenciar el resurgimiento y mantenimiento de las costumbres artísticas de padres y abuelos.