Escribe: Alicia Peressutti

DE VINCULOS EN RED

 

Nos estaban esperando. José Antonio Villafañe salió al encuentro erguido a pesar de las circunstancias.

Con una tristeza sin fin en la mirada y una amabilidad propia de la gente de pueblo. Nos ofreció asiento, en una casita simple de un pueblo simple como es Canals, al sur de la provincia de Córdoba.

A simple vista unas sillas de años y una mesa ovalada centraban el lugar. En el aire un aroma de afectos y amor dibujaba corazones invisibles a los ojos de la mayoría.

Me bastó un instante para echar por tierra todo rumor inventado -como siempre hacen los impunes- con el cual se descalifica a las víctimas. Que María Eugenia se enojó con su familia. Que María Eugenia era una madre abandónica. Que María Eugenia era una tarambana. Que María Eugenia no sentaba cabezas. Que su familia no se preocupaba. Que su familia no tenía buenos vínculos con ella, etcétera.

Al ratito nomás apareció Virginia del Valle Herrero, y ahí sentí que las rodillas me tiritaban y el alma me cabía en la mano.

Virginia del Valle Herrero,  la mamá de María Eugenia, entró con un gris en la mirada y un dolor enraizado en los gestos que me dejó sin palabras.

Mientras los chicos iban y venían - los hijitos desesperados de María Eugenia, el más chiquito de pecho- el papá comenzó el relato, como si el tiempo y el espacio se detuvieran en ese instante para darle la palabra a ese hombre desesperado porque su hija, la luz de sus ojos no aparece.

Veinte días sin María Eugenia. Veinte días donde sumados al dolor y la desesperación de no encontrarla, varias veces el comisario López -primero resistente a buscarla- les comunicó a los papás que su hija había mandado un mensaje o había hablado para decir que ya no la buscaran, que estaba bien y no quería verlos más.

Una madre que le dice a su hija mayor "poné la pava" y se prepara para darle el pecho a su hijito, ¿va a salir huyendo?

Una madre que sus hijos lloran y extrañan porque tenía un vínculo irrompible con ellos, ¿va a dejarlos de pronto sin dar explicaciones?

El comisario se dijo y se desdijo, ¿por qué?

Veinte días sin María Eugenia en los que en vez de investigar qué le pasó, se perdió el tiempo en convencer a los padres que ya no la busquen; en los que en vez de buscarla, se perdió el tiempo en dar crédito a chismes de escoba acerca de la vida y obra de María Eugenia.

Veinte días en los que, sumado al sufrimiento, la atrocidad y la incertidumbre que produce una desaparición, tuvieron que lidiar o tienen que lidiar con un comisario que quizás -pensemos lo mejor- sólo decidió por su cuenta que María Eugenia se fue.

Canals era un pueblo manso, tranquilo, sencillo, como tantos que dibujan la geografía de Córdoba. Hoy Canals está en vigilia. Sus habitantes se juntaron en una marcha donde fueron cientos y cientos y entendieron que María Eugenia es la hija, es la hermana y la madre de todos.

Hoy siento que toda la comunidad de Canals pudo entender que hasta que no aparezca María Eugenia, como dijo José Antonio, su papá, "viva o muerta", no puede dormir tranquila.

María Eugenia trabajaba en una panadería, pero eso no importa, María Eugenia hacía tortas, pero eso tampoco importa, María Eugenia era buena hija, buena hermana y buena madre, pero eso no es lo que importa, lo que importa es que ella es un ser humano que falta. 

 Una persona que desapareció en un pueblito donde no me caben dudas de que alguien vio algo y sólo teme hablar.

¿Miedo a quién? no sé bien los nombres y apellidos, pero el miedo tiene un nombre que es universal "IMPUNIDAD".

Hoy le dije al papá dos cosas: "No tenga miedo. Usted puede a pesar del dolor y tenga esperanzas que María Eugenia tiene que aparecer". No me animé a decir "viva", no me animé, hubiera mentido.

El me apretó tan fuerte que aún siento el abrazo.

Después me despedí de Virginia del Valle Herrero, que también me apretó fuerte y por último de los chicos y me fui despacio y casi en silencio.

¿Dónde está María Eugenia?

¿Qué le pasó a María Eugenia?