Edicion: 2015-07-01
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8 de Enero de 2015
Primera parte
Joaquín Pereira y Domínguez, el hombre de la historia
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Pereira y Domínguez fue uno de los primeros impulsores del desarrollo de nuestra ciudad

Escribe:  Rubén Rüedi
Historiador

 

Reinventar el pueblo
Habían transcurrido 13 años desde que Villa María surgiera como población. Mucha agua había corrido por el cauce del Ctalamochita y muchas contrariedades habían sido superadas por los primeros habitantes. Desde entonces, Manuel Anselmo Ocampo fue vendiendo terrenos donde se asentaron algunos pobladores estables y otros fueron adquiridos solamente como inversión inmobiliaria. Dos de los vecinos primitivos de la comarca, Joaquín Pereira y Domínguez y Marcelino Arregui decidieron comprarle a Ocampo el resto de las tierras donde estaba asentado el pueblo. Esta operación significó un excelente negocio para el terrateniente y político porteño, quien hizo una significativa diferencia económica, teniendo en cuenta el precio que había pagado estas tierras en 1861 (tres mil pesos) y el que recibió por la venta del remanente de las mismas (27 mil pesos bolivianos). Pero también significó el definitivo despegue de la comarca ya que, a diferencia de Ocampo, sus nuevos propietarios sí estaban arraigados a este terruño y apostaron a su desarrollo urbano e institucional.
Los motivos por los cuales Ocampo se desprendió de las tierras donde se asentaba Villa María posiblemente tengan que ver con la paralización de la venta de lotes y la necesidad de darle mayor impulso a la comarca, para lo que era necesario residir en ella, cosa que no estaba en los planes de Manuel Anselmo Ocampo. Desde que había sido nombrado apoderado, Pablo Barrelier sólo había podido vender cuarenta solares -10 manzanas- en el pueblo; por su parte, también Ocampo había realizado otras ventas. No obstante, el negocio de la fundación de Villa María fue altamente redituable para el terrateniente porteño.
A partir de esta operación inmobiliaria la futura ciudad fue nuevamente delineada con una impronta progresista y se avizoró su despegue urbano. Un nuevo plano fue aprobado por el Gobierno provincial, en el que se agregaron tres plazas más a la única existente en el plano fundacional -la actual Centenario-, formalizando de esta manera la plaza del Este ya trazada en el terreno.
En el nuevo trazado, Pereira y Domínguez y Arregui donan más terrenos para espacios públicos y solicitan la clausura de la calle Santa Clara, actual diagonal Garibaldi, que conducía al Paso de Ferreira desde la estación ferroviaria, con lo que queda así definitivamente delineada la cuadrícula urbana de la actual ciudad.   
La operación se concretó el 20 de agosto de 1880 en la ciudad de Rosario, donde se firmó el boleto de compra venta y por lo tanto puede considerarse este episodio como un punto de inflexión en la historia villamariense, ya que principalmente uno de los protagonistas de la transacción tenía un claro proyecto para impulsar al villorrio hacia el futuro. Joaquín Pereira y Domínguez había viajado a España algunos años antes de la operación, según lo certifica un documento, seguramente a conseguir fondos para semejante compra.
El año 1880 fue decisivo para el desarrollo de los posteriores acontecimientos históricos de Villa María. Cabe recordar que entre 1878 y 1880, Pereira y Domínguez presidió el Concejo Deliberante de la Municipalidad departamental, mientras que su socio, Marcelino Arregui, se desempeñó como presidente del Concejo Ejecutor de ese Gobierno. La influencia de ambos logró que, aunque transitoriamente, la sede del municipio departamental funcionara en Villa María, muy a pesar de la siempre ardorosa resistencia villanovense a toda determinación que inclinara la balanza a favor de su novel vecina.
 
Punto de partida
No hubo en la historia de la ciudad una operación inmobiliaria de tal magnitud. La compra de las tierras a Ocampo por parte de los dos españoles significó, literalmente, la refundación del pueblo. 
Fue Pereira y Domínguez el que realizó mayor aporte para la compra por la que se adquirió no solamente casi todo el radio urbano de Villa María, a excepción de los terrenos que ya habían sido vendidos por Ocampo, sino también casi cuatro leguas de campos aledaños al pueblo. Por tal extensión se fijó un precio de 27 mil pesos bolivianos, como ya dijimos, con limitado plazo de pago: 17 mil al contado y los restantes 10 mil a seis meses de plazo. La escritura se firmaría en la ciudad de Córdoba, representado el vendedor por su apoderado Pablo Barrelier.
Tres años después, el 27 de abril de 1883, Joaquín Pereira y Domínguez y Marcelino Arregui presentaron al Gobierno de la provincia, encabezado por Miguel Juárez Celman, el nuevo plano de Villa María e inmediatamente transfirieron a propiedad pública terrenos para erigir escuelas, templo parroquial, nueva sede municipal, cementerio y otros espacios de función comunitaria. De esta manera, el villorrio retomó el dinámico crecimiento que se había estancado desde hacía algunos años y se proyectaron medidas para adquirir entidad política, a través de las gestiones que luego desembocarían en la asignación del municipio propio. Eran hombres representativos de lo mejor de su generación, que bregarán sin pausas de continuidad por el desarrollo integral de la comunidad.
Los nuevos y jóvenes emprendedores, pero ya reconocidos hacedores de la comarca, se habían convertido en prósperos comerciantes dedicados al negocio de ramos generales y a la compra y venta de frutos del país. Eran vecinos que gozaban de alta reputación en la villa y que estaban caracterizados por el compromiso comunitario que, desde las horas fundacionales, los tenía como protagonistas excluyentes.
No fueron, estos pioneros, especuladores de la tierra, sino todo lo contrario: asumieron riesgos permanentemente y plantearon sus proyecciones personales con espíritu colectivo. Cada tramo de la historia villamariense, en sus horas iniciales, tiene la impronta de Marcelino Arregui y, principalmente, de Joaquín Pereira y Domínguez, quien terminaría su vida de manera tan absurda como trágica justo frente a la estación ferroviaria, embrión fundacional del pueblo.

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