Para los autores de las guías de autoayuda ningún problema humano es demasiado grande ni demasiado pequeño.
¿Quieres estar más delgado, ser más rico o más feliz en 2015? Hay libros para ello. Estanterías llenas. ¿Que lo que deseas es que aumente tu eficiencia, tu capacidad de decisión o tu creatividad? También hay títulos para todo eso. Muchos de los que decidan poner en práctica los buenos propósitos para el año nuevo se sumergirán en la lectura de los libros de autoayuda, buscando entre sus páginas una mejor versión de ellos mismos.
Pero un libro no tiene que contener un sermón para dejar huella. La verdad es que toda buena literatura nos cambia. Cada vez más estudios sugieren leer ficción como apoyo al enfrentar los desafíos de la vida.
Está probado que la lectura agudiza el pensamiento analítico, lo que nos permite discernir mejor los patrones. Y esto es una herramienta muy útil ante conductas desconcertantes de otros y de nosotros mismos. Pero la ficción en particular puede hacerte socialmente más hábil y empático. El año pasado, el Journal of Applied Social Psychology publicó un estudio hecho en Reino Unido e Italia que demostraba cómo la lectura de la saga de Harry Potter hacía que los jóvenes tuvieran una disposición más positiva con respecto a minorías estigmatizadas, como los refugiados.
Varios estudios demuestran que la lectura puede ayudar en varios aspectos personales, no sólo el intelectual. Y en 2013, psicólogos del New School for Social Research de Nueva York, Estados Unidos, hallaron que la ficción literaria aumentaba la capacidad de leer las emociones ajenas. Sumergirse en una novela es perderse, pero cuando volvemos a la realidad traemos con nosotros aquello que nos inspiró nuestro personaje favorito. Este proceso incluso puede cambiar el comportamiento de un lector, según un estudio llevado a cabo por investigadores de la Ohio State University en 2012. Este concluyó que los lectores que se sentían identificados con un personaje de ficción que superaba obstáculos para poder votar resultaron más propensos a emitir su voto en unas elecciones reales.
Además, está demostrado que leer poesía estimula partes del cerebro relacionadas con la memoria. A veces un autor te ayuda simplemente a evadir un problema, sumergiéndote totalmente en otro mundo de modo que trasciendes tu realidad. Al volver a ella, te sientes recargado y con más determinación. El filósofo griego Aristóteles apuntó en su obra "La Poética" que la poesía -término con el que se refería a la ficción en general- es más seria que la historia. Mientras los historiadores se preocupan por qué paso y cuándo, la ficción nos permite ver lo que pudo haber ocurrido. Eso ejercita nuestra imaginación y con frecuencia también nuestro sentido de la moral. En ese sentido, "muchas personas, yo misma entre ellas, nos sentimos mejor con el mero hecho de ver un libro", dice Jane Smiley, la autora de "Thirteen ways of looking at the novel".
Con todo esto tiene relación directa la biblioterapia. La biblioterapia se ha convertido en un término de moda de los últimos años, utilizado por investigadores y blogueros. La practican psicólogos, trabajadores sociales y consejeros de todo el mundo, además de los bibliotecarios. La Escuela de la Vida o The School of Life, fundada por el filósofo Alain de Botton y situada en Londres, incluso tiene cuatro "biblioterapeutas" residentes. Entre ellos están Ella Berthoud y Susan Elderkin, autoras del libro “La cura de la novela: remedios literarios de la A a la Z”. Sin embargo, la noción de los libros como remedio para los trastornos emocionales no es de tan nuevo cuño como se podría imaginar.
En la Antigua Grecia se colocaban notas en las puertas de las bibliotecas, advirtiendo a los lectores que estaban a punto de entrar en un lugar de curación del alma. Y en el Siglo XIX, psiquiatras y enfermeras le recetaban a sus pacientes toda clase de libros, desde la Biblia, pasando por literatura de viajes, hasta textos en lenguas antiguas. El Diccionario Médico Ilustrado de la editorial Dorland’s fue el primero en reconocer la biblioterapia, en 1941. La definió como "el empleo de los libros y la lectura en el tratamiento de las enfermedades nerviosas". No obstante, de acuerdo al Oxford English Dictionary, el término apareció impreso por primera vez en 1920, en la obra "La librería encantada", de Christopher Morley. La novela transcurre en una librería de Brooklyn, en Nueva York, llamada Parnassus at Home.
La librería en cuestión es el paraíso del bibliófilo, con su aroma a "papel gastado y cuero" y al tabaco de la pipa de su dueño, el señor Mifflin. Y Miffin no es sólo un vendedor de libros, también un "practicante de la biblioterapia". "Mi placer es prescribir libros a los pacientes que acuden aquí y quieren contarme sus síntomas", lo explica él mismo en la novela. "No hay nadie más agradecido que el hombre al que le diste justo el libro que su alma necesitaba sin saberlo". Mifflin ya sabía lo que la Universidad de Sussex, en Reino Unido, ha intentado cuantificar: que leer es más eficaz para aliviar el estrés que escuchar música, ir a dar un paseo o sentarse a tomar una taza de té. El nivel de estrés de los participantes del estudio que llevó a cabo el centro se redujo en un 68% a escasos seis minutos de haber empezado a leer un libro cualquiera. Y es que si el libro es el adecuado, el tiempo que se pasa leyéndolo estará siempre bien empleado. Ya lo decía un cartel de la librería del señor Mifflin: "La malnutrición de la aptitud lectora es una cuestión seria. Déjenos prescribirle (el remedio)".
Fuente: BBC, Londres