Por allá vienen los arlequines de Los Olmos, y entre ellos, haciendo sonar a su manera el tambor, un niño en silla de ruedas sonríe radiante mientras mira a sus compañeros de batucada.
En otra comparsa una persona trans saluda efusivamente al público desde su disfraz carnavalesco. Más allá, una pareja de canosos ancianos baila en medio de jóvenes y niñitos.
Esbeltos cuerpos de muchachas comparten la danza con otras con varios rollitos en su cintura.
En el escenario, a pesar de que compiten una villanovense y una villamariense, el premio de Reina Regional de los Carnavales Gigantes se lo lleva la joven Eliana Fumero, de la lejana ciudad de La Carlota.
En las batucadas, barullentas cofradías de adolescentes y adultos jóvenes demuestran en pocos minutos lo que les llevó meses de ensayo.
Villa Nueva atrae año tras año a muchos de sus habitantes a festejar en la avenida, y a pesar de las deserciones, los barrios resurgen de entre las cenizas con todo el entusiasmo, el talento y el trabajo de que son capaces.
Y es una fiesta para todos, no sólo de los hábiles, no sólo de los jóvenes, no sólo de los que más pueden. También del resto, todos tienen su lugar, y sigue habiendo lugares vacantes.
Poco importa, como ocurrió el sábado, que la lluvia desbaratara los planes. Menos todavía que el domingo los fuegos artificiales brillaran, pero por ausencia. O que por ahí se viera a un tamboril desfilando con el parche roto. O que Marí Marí no arrancara porque nadie atinaba a poner su música en los parlantes. O que había que liberar rápido el asfalto, que pertenece a una ruta provincial. O que a la carroza del circo le fallaran los circuitos de movimiento.
Esos son, a esta altura, detalles. Partes de un espectáculo donde la competencia no es lo principal, aunque sirve para mejorar. Es el pueblo el que se reconoce en su tradición, que se niega a dejar que los nuevos tiempos borren el recuerdo de las viejas épocas.
Luego de un viernes flojo de gente, el domingo la Carranza lució plena de familias, e hizo decir a Juanjo Romitti, uno de los animadores, que habían venido diez mil a ver. No pocos papás, algo distraídos, debieron ser llamados a retirar a sus angustiados niñitos, de manos de los animadores.
La comparsa de Gualeguaychú, que iba a actuar el día anterior, desfiló primero y desplegó su estilo más profesional, aunque no tan distinto del que por acá se practica. Si algún público notó la diferencia, fue el femenino, que no ahorró aullidos al paso de un par de morochos de atlético y visible físico. Los desinhibidos entrerrianos no escatimaron besos a sus admiradoras, y hasta bailaron en el escenario con las candidatas a reinas y con Mabel, una señora del público.
El pasaje de Marí Marí, dejó con ganas a más de uno, o una, ya que fue un paso raudo de unos pocos minutos por el corsódromo.
Luego se encolumnaron, en medio de andanadas de nieve loca, Los Olmos, los chicos de Malvinas, Sarmiento, San Antonio y Residencial América.
De Villa Nueva prometieron volver todas, con sus carrozas, sus soberanas, sus batucadas, sus pasistas, para la última noche, pactada para el sábado venidero a las 22. Para esa fecha, según Alberto Luna, habrá una sorpresa: “¡A no faltar, entonces!”, agregó el experimentado maestro de ceremonias.
Esa velada será la de los premios locales, incluida la de Reina del Carnaval. Completará el palmarés que empezó a conocerse el domingo, cuando Eliana fue ungida reina zonal. Nadir Güizzo, de Villa María, la escolta como primera princesa, y Flora Casasola, de Villa Nueva, como segunda. El premio a la elegancia se fue para Etruria, con Rocío Alba, y el de la simpatía viajó a Idiazábal, con Aylén Galdeano, de sólo 14 años.
Homenaje
La Municipalidad villanovense, al comenzar la noche del domingo, entregó presentes recordatorios a la familia del policía Leonardo Rivero, fallecido recientemente en un accidente en la autopista 9. El oficial, se recordó, prestó años atrás servicio de vigilancia precisamente en los corsos.