El tai chi como tal nació en China, a principios del Siglo XV, aunque para encontrar su verdadera génesis (el chi kung) hay que remontarse a varios milenios atrás.
A Villa María llegó hace unos 15 años, dispuesto a recuperar el tiempo perdido. Se trata de una forma de arte marcial que rige su esencia en conceptos como energía, flexibilidad, movimiento, espiritualidad y paz interior, de enormes beneficios terapéuticos (de acuerdo a los especialistas en la materia) y que lentamente está empezando a ganar adeptos en nuestra ciudad.
“La población local se está abriendo mucho al tai chi. Es gente que busca técnicas que tienden a la paz y el ser interior, a reducir el estrés, a combatir la angustia y la depresión y a alejarse de la agresividad general a partir de una actividad física sana y divertida que pone foco en el contacto con la naturaleza y en el bienestar del espíritu”, comenta Néstor de Gennaro, instructor de tai chi radicado en la capital departamental desde el año 2007.
Ahí, en el intento por aplacar los problemas emocionales originados en las preocupaciones propias de la existencia (potenciadas por los avatares del mundo moderno, sus prisas y sus exigencias), radica acaso la mayor virtud de la disciplina. Para disminuir aquellas tensiones desarrolla una serie de ejercicios suaves y de gran amplitud de movimientos nacidos de la contemplación de la naturaleza (el comportamiento de los animales, de las plantas, de la creación en sí misma).
De Gennaro habla de una “meditación en movimiento”, de múltiples beneficios. En lo concerniente al aspecto mental, destaca la relajación, introspección, tranquilidad, herramientas todas para mitigar los desvelos cotidianos. En el terreno de lo físico, los favores se llaman flexibilidad muscular, movilidad articular, aumento de la capacidad respiratoria y estimulación del sistema circulatorio, entre otros.
En Villa María la actividad tiene menos de 15 años. Recién en el último lustro se ha popularizado más, aunque muy lejos está de ganarse el rótulo de “fenómeno masivo”.
“Al principio costó bastante. Lo sé por otros colegas que estuvieron antes que yo y por mi propia experiencia. La gente no estaba al tanto de este tipo de métodos orientales y a veces desconfiaba de ellos. Pero con el tiempo se fue acercando, entendiendo lo provechoso que es para el cuerpo y el alma la práctica del tai chi”, cuenta el nacido en Rosario hace 54 primaveras, quien también es licenciado en Química Industrial, “aunque un poco abandoné el racionalismo científico a los fines de incursionar más en los aspectos metafísicos, el espíritu por caso, algo a lo que deberíamos prestarle mayor atención en tanto sociedad”, opina.
Hoy son varios los puntos de la ciudad en los que se enseña tai chi, ya sea en reductos privados como en espacios públicos (el Centro Cultural Leonardo Favio y la Escuela Alberdi, por ejemplo). Asimismo, ha ayudado a la promoción las exhibiciones realizadas en lugares como la Peatonal y las orillas del lago.
“Esto es una filosofía de vida. Eso es lo que lo diferencia de las disciplinas occidentales, que no se ocupan de la parte filosófica ni del trabajo bioenergético. Hablamos de una experiencia de miles de años que respalda a esta práctica como una forma de vida saludable. Para muchos de quienes buscan paz y armonía y bajar el nivel de estrés, puede ser la solución”, concluye De Gennaro.