En junio del año pasado, Martha Sánchez y Pedro Giai decidieron abrir un comedor en barrio Botta. Luego del primer mes, ya les daban de comer a casi 40 niños en el lugar que está ubicado en Teniente Ibáñez 2472 y que denominaron comedor “Mi amigo Jesús”.
A poco más de seis meses de que estos pastores evangélicos de la Iglesia El Poder de la Oración tomaran esta iniciativa, repasan las complicaciones que conlleva sostener el merendero, la dura realidad de algunos niños y lo gratificante de la experiencia.
“Estos seis meses han sido complicados, pero gloriosos”, resume Martha y cuenta que llegaron a tener 50 niños comiendo en el galpón y que ahora tuvieron que cerrar hasta marzo.
La dificultad para conseguir los alimentos y recursos necesarios para sostener el lugar, reconoce, llegó a ponerlos en la crítica situación de tener que pensar en cerrarlo.
“Nosotros nunca intentamos acercarnos a la Municipalidad a conseguir ayuda”, reconoce, por lo que “mayormente aceptamos a la gente que viene a hacer donaciones”.
Esta experiencia le ha demostrado a Pedro y Martha que “el que menos tiene, más da”. “Tenemos el panadero que nos da el pan, un hombre que nos da la fruta, un hombre que trabaja en un banco que nos hacía llegar carne, pero las donaciones a veces no son suficientes y tenemos poca gente para ayudar en la limpieza del galpón, por ejemplo”, grafica sobre las dificultades.
Sin embargo, lo difícil no sólo está en lo material. La idea de ambos no sólo es ofrecer un plato de comida, sino llegarles a los niños con la palabra de Dios, cosa que no les resultó sencilla. “En principio habíamos pensado en tener chicos de 12 años para abajo, pero empezaron a venir más grandes, de 15 y hasta de 20, que obviamente aceptamos”, recuerda, y cuenta que “creímos que esos chicos también buscaban lo espiritual, pero no era así; nosotros con la paz de Cristo les explicamos que no es un lugar a donde sólo se viene a comer, sino que es un lugar en donde se da la palabra, se respeta cada niño, pero era difícil”.
Martha asegura que “a los más chicos es más fácil llegarles con la palabra de Dios, te escuchan, en cambio, los más grandes son complicados, cada uno trae su problema, su forma de vivir”. En ese sentido, apuntó a una problemática imposible de esquivar: “Los más chiquitos han cambiado un montón su comportamiento para bien, en cambio, con los más grandes es más difícil porque muchos ya vienen con una problemática de droga, cigarrillos...”.
“Quizás nosotros cuando éramos niños veíamos algunas cosas, pero no era tan evidente como ahora”, dijo Martha al respecto, mientras apuntó que “ahora capaz que vos ya sabés quién está en eso, dónde venden, quiénes son los que compran”. De hecho, confió que “también tuvimos que tratar con algunos padres que tienen sus problemas de alcohol, drogas y demás”.
No dudó en asegurar que “el barrio Botta es difícil, bastante bravo en ese tema”, sin embargo, intentaron darle pelea: “Tratamos de que sea Dios, junto a nosotros, los que les llegábamos para poder hacer un cambio”.
Finalmente, Martha resume que “a nosotros nos sirvió mucho servirles, creo que como cristianos seguimos el camino de Jesucristo en poder ayudarlos. Cada uno viene con sus problemas, pero nosotros les intentamos hacer ver en el comedor que para Dios somos todos iguales”.