Stella Maris Leiva siempre busca la forma de ayudar a los demás. Hace 20 años, junto a sus padres, abrió el que sería uno de los primeros comedores solidarios en la ciudad en una época en la que ofrecer un plato de comida a los niños más necesitados de un barrio no era tan habitual como ahora, que estos espacios se multiplican.
El Hogar Solidario “El Buen Samaritano” aún conserva su cartel, aunque gastado y envejecido, en Teniente Ibáñez 1864, donde en una época Stella supo contener a más de 80 niños del barrio Carlos Pellegrini y alrededores.
Pero una serie de circunstancias la dejaron sin la posibilidad de seguir recibiendo niños y ahí fue cuando tuvo que decidir ayudar a los que ayudan. “En aquellos tiempos juntábamos monedita por monedita para comprar la leche y el azúcar y las panaderías nos daban el pan del día anterior”, recuerda Stella, antes de meterse de lleno a los momentos complicados que pasó: “Cuando fue el problema en 2001 con De la Rúa y demás, eso se cortó, y no pudimos seguir teniendo la copa de leche porque nos quedamos sin techo”.
“Se construyó un espacio físico, que es el comedor que tenemos hoy, y después tuvimos un tingladito que una tormenta nos tumbó un tiempo después, entonces les dábamos la comida debajo de la sobra de un pino, en unas mesas de cemento que nos dio la Municipalidad en su momento”, repasa.
Así fue como decidió acercarse a la iglesia en General Paz 260 “porque no pudimos recuperar el comedor, entonces fuimos a hablar con el Dr. Luis Pérez, que tiene El Panal, un lugar para unir a los niños de sus familias con chiquitos de distintas partes de la ciudad para enseñarles, predicarles la palabra y darles una merienda bien suculenta”.
Stella recuerda que “hace unos 10 años, cuando no había en la ciudad tantos comedores y copas de leche como hoy, llegamos a tener 80 niños; con Nora Bedano, durante su Intendencia, firmamos un convenio para que todas las ONG recibiéramos para la copa de leche todo lo necesario entre insumos y mercadería, cosa que hasta el día de hoy recibo, con ayuda de la señora Claudia Arias del MuniCerca y de Verónica Vivó, porque una vez por mes hacen que reciba el vale para retirar azúcar y leche en polvo”.
De esta forma, Stella sigue colaborando. Muchas familias se acercan a su hogar a pedir alimentos, ropa o útiles. Colabora también con el comedor La Esperanza.
“Ya no tengo la copa de leche, pero me siguen llegando donaciones porque la gente sabe que la hago llegar a los que más las necesitan”, asegura, y se enorgullece al decir que “nunca cortamos la ayuda, tenemos el ropero comunitario, repartimos mercadería, hacemos bolsones navideños”, enumeró.
Stella extraña tener a los niños en su espacio, pero “acá no tengo niños, hay en el barrio, pero ya no tan carenciados porque no es el mismo lugar que hace 20 años, hay familias en mejores condiciones”, consideró.
Ante esto, y considerando que “tengo el mobiliario, el espacio físico y el tinglado”, intentará dar marcha este año a otra iniciativa, pero esta vez apuntando a “otra de mis debilidades: los ancianos”.
“Acá a la vuelta está el hogar de día, donde los ancianos reciben la comida el viernes y el lunes al mediodía recién la otra. Entonces la idea es hacer algo el sábado al mediodía, pero, por supuesto, sin dejar de ayudar a los comedores. En marzo arrancaríamos con eso”, explicó.
Crítica
Stella reconoce que hoy en día hay muchos de estos espacios, pero opina que “no tendrían que abrirse más comedores” porque “muchos lo hacen para beneficio propio”.
“Un ejemplo es una familia numerosa que abre comedores y recibe donaciones, pero a ellos no se les cae el pucho de la boca ni se les cae el porrón de la mesa. Muchos lucran con la necesidad de la gente para beneficio propio, no todos los comedores que hay hoy son con fines solidarios. Y, desgraciadamente, en la ciudad hay varios de esos y más en Villa Nueva”, criticó, sin titubear.