Se conoce como Impenetrable Chaqueño a una zona aislada, de frondosa vegetación, ríos copiosos y clima subtropical que ocupa buena parte del Noroeste del Chaco, aunque también abarca algunos sectores de las provincias de Santiago del Estero, Salta y Formosa. A no confundir con el Chaqueño Impenetrable, un macho de los de antes que sentado en un baruco de Resistencia cuenta orgulloso de su invicto “de por lo menos seis meses”.
Poco explorada por los viajeros, la región de casi 40 millones de hectáreas es un verdadero tesoro de la flora y la fauna autóctona. Del primer grupo destacan las enormes extensiones de bosque nativo, formado entre otros por quebrachos, algarrobos y palos borrachos (los que, para variar, andan doblados y pateando sillas). Por el lado de la fauna hay que nombrar al yaguareté, el oso hormiguero, el puma, el tatú carreta y el loro hablador, bautizado por los biólogos chaqueños como “pájarus capitanichae”.
Lo que no muchos saben es que a partir de la deforestación intensiva que algunos agricultores y ganaderos vienen llevando adelante desde hace varios años, toda esta riqueza natural corre serio peligro de desaparecer. “Puras patrañas, eso nunca va a pasar porque nosotros somos hombres muy respetuosos de la naturaleza. Con decirte que en vez de motosierras que llenan el aire de smog, ahora usamos hachas, serruchos y machetes”, se defiende uno de los empresarios acusados.
Con todo, los habitantes de la zona tienen otros temas a los que darle prioridad. Son más de 50 mil personas (en su mayoría indígenas de sangre toba y wichi) que viven en una situación de precariedad alarmante, de hambrunas, falta de agua potable y enfermedades mortales. “A ver, a ver, vamos por partes: ¿a qué se refiere específicamente con ‘hambrunas’?”, pregunta el político de turno, demasiado cómodo en los planetas que habitan su cabeza como para bajar a este.