“Con la medida tomada de repartir parte de lo recaudado por retenciones, la presidenta busca generar una brecha entre los gobernadores, intendentes y la gente de campo. En realidad no soluciona el problema de fondo (la rentabilidad del campo) y es muy factible, que por la falta de credibilidad en el Gobierno, esto tenga un efecto negativo en el sector agropecuario .
En términos económicos, esta medida debilita al Gobierno nacional por cuanto disminuirá el superávit fiscal futuro (que ya viene disminuyendo desde fin del año pasado). En términos políticos, también se debilita, porque está buscando aliados para evitar más desgaste hasta junio.
Si la caja se achica, se achica también el poder K y esto genera más incertidumbres al futuro.
Mi sensación que ésta no será la última medida que tomará el Gobierno antes de las elecciones si las encuestas no lo acompañan. De todas maneras, por más mal que le vaya, hasta junio llega (en términos económicos) sin mayores problemas.
Si se concreta este reparto en forma ágil, puede beneficiar a las economías del interior porque las gobernaciones y municipios tendrán más dinero para gastar en un año electoral.
En síntesis: la medida no soluciona el problema de fondo, genera más enojos en el sector agropecuario y pone en un brete a gobernantes del interior.
Además, estas medidas intempestivas producen más incertidumbre en la gente, pero nos tendremos que acostumbrar a ello, por lo menos hasta las elecciones.
La buena es que, como sea, el Gobierno debe inyectar dinero en la plaza sí o sí antes de las elecciones y eso atenuará el efecto de la crisis en algunos sectores.
La mala es que, con la desconfianza se acentuarán las presiones sobre el dólar y se postergarán decisiones de inversión hasta que el panorama este más claro.
O sea, vamos a una economía más “especulativa” y eso puede retroalimentar el enfriamiento de la actividad”.