Un día de 1967, en Villa María, el ruido de máquinas y camiones llamó la atención de varios vecinos. Quienes persiguieron el sonido hasta acercarse al sitio desde donde provenían tuvieron frente a sus ojos la postal que nunca hubieran querido ver: estaban desarmando el zoológico y el parque infantil.
Las nuevas generaciones quizás no solo no sepan que en la ciudad hubo un zoológico, sino que resultaría difícil pensarlo. EL DIARIO hizo un recorrido imaginario de aquellas veredas, jaulas y juegos junto al escritor e historiador local, Rubén Rüedi, quien con ojos entrecerrados, como quien bucea por las páginas de la memoria, recordó que ese día de 1967 agarró su bicicleta, recorrió un par de cuadras y vio cómo “se llevaron puesto el zoológico y la felicidad de tanta gente”.
El león Carlón y otros casi 200 animales
El zoológico se inauguró en 1940 y fue producto de la gestión de Salomón Deiver, un intendente que “siempre pensó en los sectores más pobres de la sociedad”, recuerda Rüedi, y quien se encontró al asumir, en ese año, con las arcas del municipio devastadas.
Se lo emplazó a un lado del puente Juan Bautista Alberdi, entre éste y el gaucho, y el propio Deiver se encargó de traer en una camioneta, desde La Plata, al león Carlón, una de las más grandes atracciones que tuvo el lugar entre los casi 200 animales que llegaron a haber.
“El tendió puentes, construyó las jaulas, llevó los juegos infantiles y eso repercutió en la sociedad de manera sensacional”, repasa Rüedi sobre la tarea de Deiver. “Miles de personas iban los fines de semana, los pobres se sentían reconocidos, era totalmente gratuito, la gente que pasaba por la ruta 9 circunstancialmente se detenía en la ciudad sólo a visitar el zoológico, recuerdo encontrar porteños, rosarinos, que iban a las sierras y paraban acá para verlo. Había muy pocos en el país, y en el interior prácticamente ninguno”, mencionó y consideró que “era algo muy raro, además no había la conciencia ambientalista que existe ahora, que un Gobierno instale un zoológico generaría más que una protesta ahora, pero en ese tiempo era otra la historia”.
Para entender el contexto en el que se levantó 10 años antes, en 1930, se inaugura el Palace Hotel, y todavía había ranchos de adobe en el centro; a partir de ese dato imaginemos lo que significaba darle bola a la costanera, abrir los sectores, proponer recreación para mejorar la calidad de vida”.
En un contexto en el que en la ciudad apenas si había clubes de barrio y la plaza Centenario, el zoológico convirtió los domingos en una fiesta. “Había una cantidad de animales bastante importantes. Los más emblemáticos eran el león Carlón, que cuando rugía se escuchaba desde el centro. Trajo un burro enano, que era de origen chino, a la osa Candia. Había aves, como cóndores, había monos. También había animales con algunas deformidades, como una gallina de tres patas”, enumera el historiador con el entusiasmo de un niño.
Los villamarienses que lo recuerdan no pueden olvidar tampoco a los personajes que allí pasaban sus días, como la yuyera, Carmelo el heladero o el vendedor de copos de nieve.
Junto al zoológico estaba el parque infantil, al que luego se lo llamaría Eva Perón, un espacio con juegos que complementaba perfecto junto a los animales para que Deiver consiguiera así revalorizar un espacio público con sentido social y para el disfrute de la familia. “El parque infantil, dentro del cual estaba el zoológico, tenía un hermoso arco de ingreso construido en hierros viejos que estaban tirados en el Corralón Municipal y fueron arreglados y pintados”, hace referencia Rüedi en su libro “El zoológico de Salomón”.
El parque tenía tres islas, con puentes que Deiver había hecho construir también utilizando materiales que habían sido descartados en el Corralón.
Descuido y desaparición
Si bien la trágica tarde de su desaparición definitiva fue en el año 67, ya desde 1960 había entrado en estado de abandono por descuido de las gestiones posteriores. No sólo el descuido político, sino también alguna que otra crecida del río Ctalamochita hicieron lo suyo para que la bella estructura comenzara a deteriorarse y perder el brillo que había sabido tener.
“El zoológico es un símbolo de la época que le tocó vivir a los argentinos, porque estamos hablando de que cuando se hizo el mundo estaba en guerra, al poco tiempo se abren los espacios de participación popular en Argentina, a partir del 45, en la plenitud del zoológico, y tenemos que tener en cuenta que en el 66 se produce el golpe de estado de Onganía, que derroca a Illia, y al año siguiente, en el año en que la ciudad cumplía 100 años de existencia, desaparece el zoológico”, repasó Rüedi.
Actualmente, en ese sector de la ciudad, no hay absolutamente nada que mencione, recuerde o haga referencia a que allí estuvo el zoológico. Pero sí sigue vivo en aquellos hombres y mujeres que de niños disfrutaron de un atractivo extraordinario para la época.
