Los remiseros de Villa María están que sacan chispas. Mucha bronca emanan en su andar interminable, esos 130 kilómetros de promedio diario, esas 12 horas en búsqueda de los clientes que les permitan sobrevivir. Ocurre que los obreros del volante atraviesan una realidad de malsabores: por un lado, el trabajo les ha disminuido de forma considerable, con cada vez menos clientes que se puedan permitir el lujo (“porque hoy es un lujo”, cuenta un chofer caviloso), de optar por este medio de transporte y sus altas tarifas. Y por el otro, sufren los aumentos constantes de los insumos de trabajo (el gas, los repuestos) y de los impuestos, sobre todo municipales. ¿Se puede mantener el negocio en medio de un escenario así de espinoso? Salvador y sus 22 años de profesión, ensayan alguna respuesta: “La verdad que yo lo veo muy difícil. En general, hacemos por lo menos un 30% o 40% menos de viajes con respecto a años anteriores. La gente toma cada vez menos el remís, sencillamente porque no le da el bolsillo. Plata no se hace en este negocio, alcanza para vivir y nada más. Yo sigo porque a mi edad es lo único que puedo hacer”, comenta.
Mostrando facturas
Acto seguido, empieza a mostrar las facturas de los gastos, que el seguro, que el monotributo, que la patente, que la desinfección, que el monitoreo, que los gastos de mantenimiento… y apunta contra el Gobierno local: “Desde el municipio nos aumentan sin piedad y encima nos cargan con más gastos. Es una vergüenza”, protesta. En ese sentido, los remiseros señalan, por ejemplo, el servicio de monitoreo, por el que desde 2013 deben pagar un costo aproximado de 150 pesos mensuales y que funciona muy mal, de acuerdo a lo expresado por más de una decena de choferes consultados por EL DIARIO.
“Acá o se bajan los impuestos o se aumentan los sueldos, no hay otra. Si no va a ser imposible seguir laburando”, pronostica Nazareno, quien maneja uno de los alrededor de 500 móviles que circulan en nuestra ciudad. No es dueño del auto, por lo que recibe el 35% de los ingresos diarios “Apenas me alcanza para comer, y eso que me paso la vida acá adentro”, se lamenta, a bordo de un Fiat Uno blanco, radiante y sin pasajeros.
Los propietarios
Similar es la situación de aquellos que son propietarios del coche que manejan: “Acá yo estoy poniendo un capital, y un resigo en la calle, para apenas darme el gusto de sobrevivir. Yo trabajo todo el día, más de 12 horas, y no llego a juntar 10 mil pesos limpios. A eso tenés que restarle los gastos de mantenimiento del coche, que son muchos, porque tiene un desgaste impresionante. No tiene sentido”, sostiene Oscar. Con 25 años de experiencia, cuenta que apenas hace entre 15 y 25 viajes por día “un tercio de lo que hacía 7 u 8 años atrás”, porque la gente “no tiene plata” para tomarse un remís.
También él dispara contra la Municipalidad: “A los funcionarios no les importa nuestra situación y encima no se les puede ni reclamar, porque no te dan bolilla y nos tienen agarrados. Yo siempre digo que el taxi no es mío, es de ellos. Te hacen lo que quieren”, concluye.
Cuestión de precios
Actualmente, los dueños de un remís tienen que pagar entre 1.100 y 1.500 pesos en concepto de gastos fijos (patente, rentas provinciales, monotributo, seguro, ITV cada cuatro meses, desinfección y GPRS o “Monitoreo”). Aparte, deben abonar el gas a una de las tarifas más altas del país (6,05 el centímetro cúbico, lo que en la ciudad permite un rendimiento aproximado de 8 kilómetros), y pagar el mantenimiento del auto (un juego de cubiertas de marca estándar, por ejemplo, cuesta unos 3.200 pesos, y hay que cambiarlo cada 6 u 8 meses). El permiso oficial de la Municipalidad (la famosa “chapa”) por su parte, cuesta 80 mil pesos (se paga una sola vez).
Para los pasajeros, en tanto, las tarifas actuales son las siguientes: bajada de bandera: $11,90 (de día) y $12,50 (de noche). Carrera (cada 100 metros): $0,65 (de día) y $0,75 (de noche).