En Villa María -y supongo que también en otras localidades de la provincia de Córdoba- la clausura de los prostíbulos establecida por una ley provincial (Ley 10.060 de Trata de Personas, sancionada a mediados de 2012) no condujo a una reducción del ejercicio de la prostitución, según se destaca en la nota de El Diario del centro del país del 24/01/2015 titulada “Prostitución sin prostíbulos”.
La prostitución pasó a ejercerse en otros lugares, en contextos de clandestinidad y, en consecuencia -según sostiene la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina (AMMAR), de mayor riesgo y exposición a la violencia y a la arbitrariedad (incluida la policial, desde luego) para las propias trabajadoras sexuales.
Para formular políticas y legislaciones sobre esta materia debería conocerse e investigarse la misma con profundidad, pensando en cómo es y no sólo cómo debería ser, con apoyo de distintas ciencias sociales que podrían enriquecer el bagaje de investigaciones (como la sociología) y, fundamentalmente, considerando las diversas perspectivas que existen al respecto, no sólo de un sector.
Actualmente, tiene una presencia muy fuerte (en medios políticos, de información y académicos, entre otros) la perspectiva patrocinada por la Iglesia Católica, así como la de Alicia Peresutti y la ONG de la que es referente en el ámbito local de Villa María.
Pues bien, esas son perspectivas sobre el trabajo sexual, pero no son las únicas.
En tal sentido, deberían difundirse mucho más las miradas de actores y organizaciones directamente relacionados con la actividad del trabajo sexual, como la ya mencionada AMMAR, sindicato incluido en la CTA que representa a las trabajadoras sexuales que ejercen su actividad de manera autónoma e independiente y que luchan por la regulación estatal de ese trabajo.
Así como es indudable que la trata de personas con fines de explotación sexual -y laboral- existe, en nuestra sociedad nacional y en otras latitudes también es indudable que no todas las mujeres en el mercado del sexo son víctimas de trata, como sostienen las investigadoras sociales Carolina Justo von Lurzer y Cecilia Varela en una entrevista (Miradas al Sur, 05/01/2013).
Por otra parte, los abusos sexuales sufridos durante la infancia y el origen social en condiciones de pobreza y de indigencia, así como la dominación masculina en nuestra sociedad, deben ser considerados como condiciones que pueden favorecer la decisión de ejercer el trabajo sexual, eso no puede negarse; pero la incidencia de esos factores y de esas condiciones en la decisión de ejercicio del trabajo sexual debe ser confirmada por investigaciones empíricas rigurosas, que constaten esa incidencia y las maneras en las que se produce en contextos sociales específicos.
Además, existen distintos tipos de prostitución, no sólo el trabajo sexual ejercido por mujeres pobres: la prostitución conocida como "VIP", es decir, la ejercida para una clientela conformada por individuos de alto poder adquisitivo y de una buena posición social, también es prostitución.
Asimismo, según los estudios mencionados por Alicia Peresutti (entrevista publicada por El Diario del centro del país, con fecha 24/01/2015) “el 85% de las prostitutas pertenece a sectores de escasos recursos”. ¿Y el 15 % restante, a qué estrato pertenece y por qué ejerce esa actividad? ¿Y acaso no existe el trabajo sexual masculino? ¿No deberían considerarse esas modalidades específicas de trabajo sexual?
Con estas preguntas quiero decir que, en esta materia como en otros planos de la vida social, debemos aceptar su complejidad y tener cuidado con los análisis excesivamente deterministas que visualizan las prácticas de los agentes sociales (por ejemplo, el trabajo sexual) como productos mecánicos de determinadas realidades objetivas (por ejemplo, la pobreza). Las prácticas concretas de los agentes sociales, además de responder a condiciones objetivas de la biografía y de la sociedad en que vive ese individuo, responden a ese margen relativo de autonomía del sujeto que nunca deja de existir; en otras palabras, también responde a las elecciones (u opciones, o decisiones) del agente social en cuestión. De lo contrario, todas las mujeres pobres o todas las que fueron pobres durante su infancia o adolescencia ejercerían la prostitución y sabemos que no es así en nuestra sociedad.
Despojar a los agentes sociales de todo margen de autonomía y de toda capacidad de decisión respecto de sus vidas y de sus destinos personales conduce a pensarlos como entes pasivos que no tienen ninguna capacidad de pensar ni de actuar por sí mismos, lo cual considero inaceptable.
Esto es importante y excede una mera discusión sobre aspectos de teoría sociológica: los análisis sociales deterministas suelen ocultar una visión paternalista respecto de los grupos y los individuos más desfavorecidos en la sociedad.
En conclusión, creo que estos temas son muy complejos y, por lo tanto, debemos estudiarlos (y tratar de planificar y producir una transformación) respetando esa complejidad y, fundamentalmente, considerando las distintas miradas en conflicto, no sólo la de un sector social, político y religioso.
