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La dueña de la zapatería, en el umbral de su local comercial, poco después del atraco - Móviles policiales bloquean el frente de la casa donde poco antes habían entrado la muchacha y el perrito que serían pistas firmes para llegar al asaltante |
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Poco después de que los relojes dieran las 12 de ayer, un hombre entró en la zapatería J.C., especializada en calzado exclusivo para la mujer y ubicada en José Ingenieros 351.
Julia estaba detrás del mostrador y apenas lo vio cruzar el vano de la puerta, decidido, supo que iba a robar. No es común que entren hombres en el salón de ventas de su negocio. Por eso, si bien se asustó y un frío eléctrico le recorrió el cuerpo, no se sorprendió cuando el asaltante sacó el revólver, la apuntó y le exigió dinero.
Fueron segundos en los que el tiempo pareció detenerse, fue como una foto que no se podía borrar y se fijaba en el espacio.
Entonces, desde el depósito ubicado en la parte posterior del local comercial, emergió la corpulenta figura de Alejandro, pareja de Julia y también dueño de la zapatería.
Al hombre le bastó un segundo para tener un panorama visual de la situación y no lo dudó. Se abalanzó sobre el asaltante y se trabó en lucha con él.
Julia, paralizada, en estado de shock, fue testigo de la pelea.
El revólver se disparó. El proyectil pasó a escasos 15 centímetros de la cabeza de Alejandro. Pero el comerciante no se amedrentó y continuó forcejeando con el delincuente.
El asaltante volvió a gatillar varias veces, pero, afortunadamente, el arma se había trabado tras el primer disparo.
Finalmente, Alejandro logró que el ladrón desistiera de su propósito y huyera a la carrera.
Con los nervios aún en tensión por el episodio que les había tocado vivir, la pareja llamó a la Policía.
Respuesta inmediata
Los patrulleros no tardaron en llegar y los efectivos pusieron manos a la obra, cada cual en lo suyo. Algunos rastrillaron el sector de a pie. Una agente tomó testimonio a Julia y trató de contenerla. Los demás, en camionetas del CAP, dispusieron tareas de inteligencia para dar con el delincuente a quien, los dueños del negocio, habían podido reconocer perfectamente.
Al parecer, se trataba de un sujeto del vecindario, que no es de Villa María.
Tras la pista de un perrito
Todo había comenzado, según pudo establecer EL DIARIO, el viernes por la tarde, cuando una joven clienta ingresó a la zapatería, con aparente intención de ver calzado y cotejar precios. Traía un perrito en brazos.
Como la pequeña mascota se puso muy molesta, el “novio” de la chica entró a la zapatería para llevarse el perro.
La dueña del local registró las facciones del muchacho, porque no son muchos los hombres que entran y tampoco olvidó al perrito.
Poco después de ocurrido el atraco, Julia salió a la vereda de la zapatería a tomar aire y desde allí alcanzó a ver al ya mentado perro y, creyó reconocer a la chica que había estado el viernes por la tarde en el negocio.
El can y la supuesta clienta estaban a menos de una cuadra de distancia, bajando por José Ingenieros, hacia la plaza Centenario.
Con ese dato, siguiendo al perrito y a la señorita, los móviles policiales no tardaron en estacionar frente a una vivienda de la calle José Ingenieros al 400 a la que, segundos antes, habían entrado la chica y el can. Los efectivos siguieron sus pasos.
Poco después, la joven salió de la casa, acompañada por uniformados y se subió a una camioneta del Comando de Acción Preventiva.
Poco a poco, el escenario fue retornando a la normalidad y la calle José Ingenieros volvió a brillar bajo el sol del mediodía, como si nada hubiera pasado.
Eran las 13.15.
Frente a la casa donde habían entrado el perrito, la señorita y los policías, pudo verse a un conocido abogado del foro local que no vive en esa zona.
Quizá haya sido una simple casualidad, tal vez no.
Lo cierto es que, al parecer, los investigadores iban en la dirección correcta y, siguiendo al perrito y a la chica suponían poder llegar al asaltante.
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