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1 de Febrero de 2015
ELVIO OMAR TOSCANO
Nota con el redactor del “Nunca más” villamariense
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Dibujo de Raúl Olcelli - Elvio Toscano, Roberto Tais, Miguel Balussi, Jorge Toledo, Teobaldo Morales, Eduardo Requena y Bernardino Calvo, en la vieja pizzería Antón.

Profesor de Ciencia Política, licenciado en Gestión, docente, gremialista y uno de los pioneros por los Derechos Humanos del Departamento San Martín, Elvio Omar Toscano viene de publicar “En honor a la verdad”, un compendio de escritos y testimonios que dan cuenta del terrorismo de Estado en la ciudad durante la última dictadura militar. En esta charla, Toscano habló de los 30 años de democracia, las políticas del Gobierno, el caso Nisman y la importancia del cristianismo en su vida

Entereza. Esa es la primera palabra que a uno se le ocurre al charlar con Elvio Omar Toscano y escuchar la narración de su vida por su propia boca. Entereza para seguir siendo un ser humano en los momentos más inhumanos. Entereza para armar un gremio de docentes en tiempos de despotismo sindical y visitar (con su amigo Eduardo Requena) cada escuela de la ciudad y de la zona aún a riesgo de ser tildados de comunistas. Entereza para soportar la cárcel como preso político durante diez meses y ver a compañeros que parten y ya no vuelven (y son olvido en el inconsciente y son memoria en la conciencia que nunca olvida). Entereza para asumir la desaparición de los amigos de lo eterno (Eduardo Requena de nuevo) y seguir adelante a pesar del dolor o precisamente por eso mismo, ya que de las heridas sale el combustible inagotable de los guerreros. Entereza para volver a Villa María tras la liberación y retomar los días de la vida bajo las miradas insidiosas. Y sobre todo, entereza para seguir siendo humano cuando las bestias cayeron y el alma puede darle paso a la alevosía o al resentimiento. Entereza. Acaso porque como todo humanista que se precie, Elvio Omar Toscano siempre supo que la única lucha posible no era con armas sino mediante el trabajo incansable de las instituciones y los medios pacíficos (ha de ser por eso que tiene la foto de Ghandi en su biblioteca). Entereza para no resignar jamás los ideales democráticos y asumirse “cristiano por encima de todo partidismo”. (Y esta frase acaso sea una de las declaraciones más “subversivas” de toda su vida, sobre todo en estos tiempos donde lo que importa es mantenerse en el poder mediante la moneda del César). Y de esa entereza llegará su participación en la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos en Villa María, de la cual es uno de sus fundadores. Y de sus charlas con los familiares de desaparecidos y víctimas del terrorismo de Estado empezará a latir la idea de un libro para las generaciones futuras, un compendio de testimonios, reflexiones y documentos que se materializara el 10 de diciembre de 2013 en más de 600 páginas, justo a 30 años de la asunción de Raúl Alfonsín como presidente electo. Y esa bitácora en forma de ladrillo acaso sea su mayor legado. Junto a su entereza, por cierto. Y perdón por repetir tantas veces la palabra. Pero en tiempos de disgregación espiritual a nadie puede hacerle mal una sobredosis de entereza. Entonces, entereza para ser entero y asumirlo enteramente. Porque entereza es la palabra que se le ocurre a uno cuando habla con Toscano. Y acaso sea la mejor definición de su paso por la Tierra.

A favor de la vida
-¿Cómo es que nace  la Asamblea Permanente por lo Derechos Humanos en Villa María?

-Surge en el 84 para defender el Gobierno de Alfonsín, que por ese tiempo cada 48 horas tenía la amenaza de los militares. Pero también, y sobre todo, surge para defender la democracia. En Buenos Aires  ya estaba desde el ´75 en épocas de la Triple A, y se organizó para defender de la persecución política.
-¿Tiene la Asamblea alguna connotación política?
-No. Y precisamente la Asamblea ha trabajado mucho para no mezclar el partidismo con su lucha en pos de los derechos humanos. Por darte un ejemplo, en el caso Nisman,  de Buenos Aires sacó un documento muy breve pidiendo buscar la verdad y la justicia. No plantea ninguna otra cosa ni se juega en decir “se mató” o “lo mataron”.
-¿Y en Villa María?
-En Villa María hemos sido cuidadosos también, y yo siempre traté de no mezclarme con la política. Además, me defino como cristiano más allá de toda militancia, por más que de joven estuve en el Partido Demócrata Cristiano. Hoy puedo decir con orgullo que gracias a ese “apartidismo” nuestra asamblea influyó en la creación de entidades como APDH.
-¿Ocupó ese cargo alguna vez?
-No, pero me lo ofrecieron tres veces Accastello y Nora Bedano. No acepté para no verme obligado a aceptar decisiones políticas que podrían ser contrarias a mi pensamiento. Y para no pasar por una cosa así y luego renunciar, preferí directamente no aceptar. Agradecí, por supuesto, porque para mí fue un gran reconocimiento.  
-¿Cómo fue la conformación de la Asamblea del 84?
-La hicimos entre militantes políticos y gremiales y, por cierto, mucha gente que fue víctima del terrorismo de Estado de la última dictadura como fue mi caso. En las primeras reuniones éramos cerca de 400 personas. Trabajamos mucho contra las leyes de impunidad, obediencia debida y los indultos. Esa lucha nos fortaleció. Luego, con el paso del tiempo, la gente se fue raleando y hoy los miembros somos una docena de personas de la comisión.
-¿Y no se suman nuevos integrantes?
-Algunos llegan atraídos por algún tema de actualidad, como puede ser el caso Nisman. Pero cuando se dan cuenta de que este no es un lugar para meter intereses políticos, se van solos.

El caso Nisman y la actual democracia
-¿Cómo vivió la muerte del fiscal Alberto Nisman?

-A mí todas las muertes me sacuden profundamente, pero mucho más cuando me entero que el hombre tenía dos hijas y que trabajaba en un tema muy delicado por los derechos humanos. No sé si su muerte fue inducida o provocada o si el hombre ya había cumplido con algunos sectores que querían cuestionar la investigación, desde  el punto de vista familiar es muy doloroso y desde el punto de vista político hace que muchos se pregunten qué tipo de democracia tenemos.
-¿Y usted se pregunta qué tipo de democracia tenemos?
-Yo no soy kirchnerista, pero estoy de acuerdo en muchas políticas llevadas a cabo por este gobierno, fundamentalmente en el tema de los derechos humanos. Alfonsín no lo pudo hacer, Menem no quiso, De la Rúa fue un hombre débil y quizás no estaba en condiciones; pero este Gobierno se puso la mochila y anuló la ley de impunidad. Hubo una decisión política pero también el acompañamiento de un sector importantísimo, los ex-presos políticos que dimos testimonio. Sin ese testimonio, con la sola intención del Gobierno no hubiera alcanzado y hoy no habría ningún militar preso.
-El caso Nisman dejó la sensación de que la mecánica de la “desaparición de personas peligrosas” sigue intacta, como pasó con Horacio Cabezas, Julio López y el maestro Carlos Fuentealba, ¿qué piensa usted?
-Que nuestra democracia es muy joven y por eso pasa lo que pasa. Vos pensá que en el Siglo XX tuvimos más gobiernos de facto que democráticos y esta experiencia ha dejado huellas muy profundas. Por suerte hoy tenemos un gran debate. Y aunque por ahí tenés que escuchar a algunos locos, estamos hablando de pluralismo. Y si hablamos de pluralismo hablamos de libertad. Hay que aprender escuchando al otro aunque no nos guste lo que dice. Yo la escucho a Lilita Carrió y me produce dolor de estómago. Pero la escucho igual. Debemos seguir defendiendo esta democracia que ya tiene 30 años.
-Sin embargo, estos 30 años no quitan que todavía haya prácticas terroristas …
-Nosotros nos asombramos de lo que pasa con el terrorismo, pero si vemos las viejas democracias europeas es para asustarse más todavía. Mirá lo que pasó en Italia con el ministro Aldo Moro en los 70, cuando lo mataron las Brigadas Rojas. O en Francia con los atentados a Charlie Hebdo. O en Estados Unidos cuando un loco mata veinte personas desde un techo. Hay que mirar afuera para saber que no estamos tan mal y que hemos empezado una nueva institucionalización en el país que no se debe detener.
-Hace un año ya que apareció “En honor a la verdad”, ¿qué me puede decir de su libro?  
-Que es un libro testimonial y que intenta refrescar lo que pasó en el país y la ciudad en la época de la última dictadura militar. La idea fue hacer conocer los efectos del terrorismo de Estado en Villa María. Hay partes trabajadas por mí y muchos testimonios de familiares de desaparecidos como el de Gregorio Felipe, de ex-presos políticos como Miguel Olaviaga, Hugo Ferradans, Daniel Baysre o Jorge Daher, que es quien escribe el epílogo, y otros muy fuertes como el de monseñor Pedro Ramón Gottardi. Después hay documentos. Lo que importa es que se refleje lo que se vivió no de acuerdo a mi punto de vista sino de acuerdo a todas las personas que dieron su testimonio, para construir en el futuro una democracia fuerte y consolidada.
-¿Cuál es la importancia de los testimonios?
-Que llegan hasta la verdad. Y este libro tiene más de 30 entrevistas y por eso hay más de 30 pedazos de verdad. Al unirlos, podés ver que en la última dictadura hubo un avasallamiento total a las instituciones junto a un desprecio por la persona humana. Esto se comprueba no sólo mediante prácticas confesas como la tortura o la cárcel, sino por la confección de las listas negras de las que algunos dan fe.
-¿Hubo “listas negras” en Villa María?
-Precisamente uno de los testimonios del libro es una carta que me envía monseñor Gottardi cuando yo estaba preso en Sierra Chica. Y en esa carta me confiesa que, efectivamente, hubo listas negras en la ciudad y que yo estaba entre los marcados. Inclusive se dice que él sabía cuándo lo iban a matar a Eduardo (Requena), a él, que jamás había militado en ningún partido...
-¿Y por qué estaban en las listas usted o Requena, que no pertenecían a ningún partido?
-Me imagino que por nuestra militancia sindical, ya que en el 74 con Eduardo empezamos a sindicalizar a los docentes privados que por esa época eran considerados como “empleados de comercio”. Logramos visitar todas las escuelas y concientizar a los docentes para que se afiliaran. Imaginate lo que eso significaba hace 40 años…
-Durante su cautiverio, ¿pensó que lo iban a “desaparecer” o siempre tuvo fe en sobrevivir?
-No sé si fe… Son momentos de tanta incertidumbre… Lo peor que nos pasó fue el traslado a Córdoba, que era jurisdicción de Menéndez. Allá todo era más violento. Pero por suerte estuvimos poco tiempo. Un buen día nos cargaron en un camión con las manos atadas con alambre y los ojos vendados. Y alguien dijo: “¿Ustedes saben adónde van? Al dique San Roque van…”. Y cuando nos subieron al avión, me dije: “Acá se terminó todo… Que sea lo que Dios quiera”. Por suerte nos llevaron a Azul y de ahí a Sierra Chica en la provincia de Buenos Aires. Luego nos dejaron en libertad. Estuve más de diez meses preso.
-¿Alguna vez pensó en irse del país?
-Hubo gente que me invitó pero no acepté. Igual, no cuestiono a los compañeros que se fueron. Cada uno tomó su decisión en función de la experiencia vivida.
-¿Y retomó su vida normal en Villa María?
-Normal no, porque estuve inhabilitado siete años para ejercer la docencia. Algunos me miraban como a un bicho raro, sospechoso no sé de qué. Fue volver y empezar todo de nuevo. Por suerte me ligué al club Alumni, donde organicé una escuela de fútbol. Después retomé la docencia y en 2003 empecé con la revista “Educando”, que todavía edito.
-¿Qué espera de su libro, Elvio?
-Lo que más quisiera es que se trabaje en las escuelas, ya que está destinado a los ciudadanos del futuro que son los chicos, sobre todo los que hoy conforman el Parlamento de los Niños. Esa sería mi mayor felicidad. Y creo que también la de los colaboradores, como Jorge o Vilma Perrachione…
-Hay un prólgoo muy sentido escrito, precisamente, por Vilma poco antes de morir…
-Sí. A ella la conocí durante poco tiempo pero tuvimos una relación muy fecunda. Fue ella quien me animó a publicar el libro y lo ayudó a nacer. Un buen día me dijeron que estaba internada. La fui a ver a la clínica y cambiamos una mirada de lejos. Fue la última vez que la vi y su desaparición me duele todavía. El día del sepelio, su hija se acercó y me dijo “Esto escribió mi mamá para vos”. Y me trajo el prólogo. Mi libro todavía no tenía título pero la última frase de su texto decía “en honor a la verdad”. Y Jorge Daher me dijo “no busqués más, ahí tenés el título”. Y eso era precisamente mi trabajo, una colección de escritos y testimonios en honor a la verdad, para que lo ocurrido en tiempos de la dictadura no vuelva a suceder.
 -¿Una suerte de “Nunca Más” villamariense?
-¿Por qué no? Además, con la Asamblea y la Secretaría de Derechos Humanos de la Municipalidad vamos a reinaugurar la escultura del “Nunca Más” que estaba en el puente viejo con la mujer embarazada. Entonces, que sean dos inauguraciones, dos modos de decir “Nunca Más” al terror y decirle “sí” a la vida.
Iván Wielikosielek


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