El 9-mayo-14, el Partido Justicialista Nacional (bajo la advocación de la señora Cristina Fernández de Kirchner) se reunía en Parque Norte, para “normalizar el funcionamiento partidario y generar una nueva conducción” (EL DIARIO, edición del 10-5-14).
En tales circunstancias, nuestro intendente Eduardo Accastello es investido como secretario del Interior del Consejo Nacional del PJ.
Tengo a la vista sus amplias declaraciones destacando el honor que le significaba tal designación, y que su objetivo era lograr que uno de los siete precandidatos presidenciales del kirchnerismo (Aníbal Fernández, Randazzo, Scioli, entre otros) sea quien pueda “… proyectar la continuidad de nuestro proyecto nacional…” (sic).
Desde entonces a hoy, gravísimos sucesos convulsionan las fibras mas íntimas del tejido social argentino.
Un fiscal de la Nación (Alberto Nisman) se aprestaba a comparecer ante el Parlamento, para exponer sobre una denuncia por él formulada. Pocas horas antes de su comparecencia, se convierte en un cadáver.
No se trataba de “una denuncia más”. Nada menos que la señora presidente aparecía involucrada en un acto que de comprobarse significaría un delito de leso republicanismo.
He esperado en vano, del señor Accastello, alguna sesuda declaración al respecto. Tan locuaz cuando se trata de descalificar a quienes no concuerdan con su gestión, ahora aparece acometido de un sugestivo “ataque de silencio”.
Salvo superficiales frases hechas, nos vemos privados de alguna opinión o concepto esclarecedor sobre lo ocurrido. Quién derrama generosamente los dineros de los vecinos, para financiar una costosísima campaña de autopublicidad en medios de prensa ajenos al ámbito de su gestión parece que nada tiene que decirnos sobre estos lamentables sucesos que marcarán para siempre nuestra historia.
Pertenecer a ciertas jerarquías, puede ser un “honor”, pero ello también genera “compromisos”.
Quién pretende ser líder o guía tiene que demostrar tal carácter en todo momento.
Como lo expresó el gran filósofo, escritor y catedrático español Miguel de Unamuno, (1864-1936), poco antes de morir, cuando su país vivía también horas dramáticas: “A veces, el silencio, es la peor de las mentiras”.
José Naselli
Vecino de la ciudad