Ahora sí. En términos de pulso y entusiasmo festivo, el evento peñero comenzó definitivamente anoche, en su segunda y agobiante luna.
Luego de una velada un tanto calma respecto a la respuesta del público, mechada con algunos pasajes explosivos, llegó el segundo capítulo que combinó, en una marca ya registrada de este festival, el folclore tradicional con el pop melódico. También se evidenció un ingreso de espectadores mucho más fluido desde el arranque, en relación a la víspera.
Presentación
Tras la previa con el grupo Nuevo Rumbo de La Palestina, Miguel “el Gringo” Borsatto pisó el escenario a las 21 en punto (el jueves se había demorado media hora su entrada), con la Orquesta Estable tocando en vivo, luego de la exhibición del videoclip de “Zamba para Villa María”.
En una introducción más extensa y florida que la noche anterior, el maestro de ceremonias dio paso al ballet de la Agrupación Folklórica que engalanó la presentación con zambas, chacareras y malambos, en tradicionales atuendos.
Los responsables de anunciar al aclamado Jorge Rojas resultaron Soledad y Cacho Buenaventura, quien con su saco rojo intenso soltó su primer chiste: “Parezco una semilla de sandía”.
De alto nivel
Rojas, munido de un ensamble de cuerdas de Alta Gracia (integrado por la violinista villamariense Florencia Veronese y dirigido por Obi Homer), arrancó su show con uno de sus últimos éxitos, “Uno mismo”. Luego recreó el alegre “Milagro de amor”, con tres bailarines en escena, para intercalar después obras melódicas con festivas.
Además de plasmar el hit “Sólo mía”, invitó a sus hermanos Lucio y Alfredo para librar canciones en duetos o tríos vocales. “Quien ha pedido perdón” o “Una sola voz”, anticipada como un himno del encuentro solidario anual que realizan los Rojas en el Chaco Salteño.
El despliegue del ensamble invitado se lució en una seguidilla de versiones de “Río hermano” y “Murallas”, que logró mixturar con celebrada altura lo académico con lo popular.
Llegaría el show de malambo de los hermanos Rojas, un sello distintivo, y un excitante tramo final con “La vida” y “Voy a celebrar”, adornado por un cuerpo de baile en el centro de la escena.
En el bis, la gran platea femenina coreó el clásico “No saber de ti”, mientras el ex-Nochero hacía las veces de director coral de casi 12 mil almas. El cierre final fue bien latino con “Lágrimas negras” y “Un montón de estrellas”.
Antes de Franco De Vita llegaría el conjunto tradicional local Los Ponchos Rojos que brindó un festejado repertorio peñero desde el espacio cedido por la Orquesta Estable.
Segunda parte en página 10