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8 de Febrero de 2015
EL LECHUZON
Fiesta, fiesta, fiesta... y muchas, muuuuuchas bellas señoritas
Festival de Festivales, se va la segunda - Cuando no se puede ocultar el sol con las manos ni meter mano
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La segunda noche del Festival, la verdad, estuvo criminal. Fiesta, fiesta, fiesta para el delirio de las chichises y, por qué no, de los chabones. Un espectáculo de alto vuelo y lo dice alguien que de vuelos conoce y mucho.

¡Y las mujeres! Bueno, para qué les voy a contar. Adentro y afuera del coloso mayor de la ciudad, no alcanzan los ojos para verlas, ni los dedos para contarlas. 
Por ejemplo, estaban las promotoras del PRO, con casacas amarillas, que te salían al cruce, te hacían el dos uno y te clavaban un panfletazo. Y el propio Baldassi, como en un cuento de hadas, pitaba desde el castillo de enfrente y cobraba no sé qué, pero no importaba porque las chicas eran tan lindas que daba igual. 
Y unos metros más adelante en la escala cromática, de fuerte color naranja, estaba el boliche de campaña de Scioli.
¡Y las promotoras! ¡Por Dios! Menos mal que la AFIP no me deja adquirir más divisas, porque si no, me compro todo, cualquier cosa que me ofrecieran esos bombonazos. 
Pero no sólo hay campaña política y publicitaria en los alrededores del Anfi, también hay una campaña de vacunación. ¿O de qué otra forma podríamos llamar a lo que te cobran para estacionar el auto? ¡Veinticinco (25) pesos! Veinticinco mangos que bueno, vaya y pase, si te lo cuidan... piensa uno, ya con el ánimo festivalero, no se va a andar fijando en chirolas. Pero cuando te entregan el carné de vacunación (ese papelito que te dan cuando te cobran el estacionamiento ¿viste?), se puede leer claramente en él lo siguiente: “La asociación civil Federación Mercantil Villa María no se responsabiliza por daños, pérdida, robo o hurto de los vehículos estacionados, como así también por la pérdida o la sustracción de objetos que se encuentren dentro de los mismos”. Si esto no es una vacuna triple contra el estupidicoco y el meningoladri, que venga el mesmísimo Luis Pasteur a desmentirme. 
Pero ya vacunados, tiremos el algodoncito en un cesto de residuos, gracias, y pasemos al Festival, por favor, mientras vemos de reojo y con no poca alegría que también volvió la fiesta popular a las peñas de afuera, meta zamba, chacarera, locro, vino y empanada. 
Pero antes de subirnos al Anfiteatro propiamente dicho para asomarnos a una noche espectacular y a lleno total, démonos una vueltita por la carpa de prensa a saludar a los colegas y a ver qué artista brinda conferencia. Y ahí me lo encontré a Ramoncito Mestre, firmando no autógrafos, porque me parece que no tiene muchos admiradores por estos pagos, pero sí  un convenio de hermandad con Accastello, entre ambas ciudades y los festivales que cada una tiene: ¿y qué festival tiene la ciudad de Córdoba?, se pregunta uno medio desconcertado: el Festival Mundial del Choripán. ¡Cosa ‘e mandiga, vea! Ahí estaba Mestre, hijo de Mestre político de prosapia radical si los hay, repartiendo choripanes a troche y moche, apropiándose de lo más encarnado y arraigado del folclore peronista que tantas veces criticaron él y su centenario partido de dotores.  Claro, todo suma en un año electoral: un chori, un voto, habrá pensado el intendente cordobés. ¡Qué viva el compañero dotor!
Y ahora sí, subamos al corazón de la fiesta. Lleno total, repito, lleno de chichises, de todas las edades, formas, colores y tamaños, de todas las latitudes de nuestra bendita geografía, de todas las clases sociales. Tanta belleza derramada y uno con las manos atadas. ¡Lástima! Bueno, de todos modos,  estaban todas muertas con el Axel ese o con el Franco De Vita o con el Jorge Rojas, o con el Gringo Borsatto... con todos, menos con este humilde servidor, que evidentemente sirve ya de poca cosa, a juzgar por lo poco que me miran las chicas. 
Pero bueno, pasemos a otra cosa que al fin y al cabo no me pagan para hablar mal de mí sino para hablar mal de los otros. Y para eso todavía tengo cuerda, parche y garguero. Sólo que en el show del viernes no hubo nada que se pueda criticar. Ni siquiera el calorón que hacía en el Anfi, porque gracias a la alta temperatura, las señoritas bailaban y cantaban bastante ligeras de ropas, para deleite de las niñas de mis ojos, que ahora que se reconocen la diversidad de géneros y el matrimonio igualitario, están de parabienes, porque, debo confesarlo pública y abiertamente, a las niñas de mis ojos le gustan muuuucho las niñas.
Como dije, todos los artistas que pisaron el Hernán Figueroa Reyes la noche del viernes y la madrugada del sábado brindaron shows de alto vuelo. Y el público, el soberano, el que no miente, el que si no te traga te da la espalda, acompañó pulgar arriba toda la jornada. Una verdadera fiesta, che. Y de yapa, o no tanto, ese sol que se llama Soledad, y el negro Cacho, y el Gringo Borsatto. ¡Qué delantera, por favor! Me le animo al Barça con esos tres. No busquen más animadores, señores. Pastorutti, Buenaventura y Borsatto conducción. Vote y vuelven. 
Pero eso sí, debo reconocer que a los que nos gusta el folclor aquel del “Alma que canta”, de la alpargata Rueda y  Luna, de la bombacha bataraza y del bombo legüero, de la viola filosa puntiada con uñero en los patios de tierra, levantando polvadera en el zapateo, aquel folclor ahumado al fogón de la madrugada, alumbrau con vela ‘e cebo y lámpara a kerosén, estamos pasau de moda, compadre. Porque el floclore viene cambiando y aggiornándose, incorporando nuevas tecnologías y nuevas formas a la raíz profunda. El folclore se está poniendo al día, chamigo; y eso es bueno, porque llega a la gente joven, y la gente joven se hace amiga. Y no es que yo lo diga para ver si de última me amigo con alguna de esas jóvenes que bailan en los pasillos. No, es que como en estos últimos tiempos se ha puesto de moda eso del sincericidio, yo no me quiero quedar afuera de la movida. Y como dijo el gaucho Andrés Calamaro: “Digo la verdad cuando miento”.  

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