La realidad de los artesanos es dispar, están quienes viven de sus creaciones artesanales, como aquellos que tienen otro trabajo y hacen de la artesanía un esparcimiento. Sin embargo, el balance que hacen de los días que llevan con sus puestos estos socios de la Agrupación de Artesanos de Villa María es similar.
Entre todos alquilaron la carpa, pagaron la seguridad y todo lo necesario para poder instalarse desde que comenzó el recorrido peñero, allá por el 28 de enero.
Víctor trabaja en una industria alimenticia y desde hace 15 años vende juegos de ingenio hechos en madera. En el puesto de al lado su mujer ofrece cajas donde sobresalen las mandalas. Para él, hasta el viernes por la noche, el nivel de ventas “ha sido flojo”. Si bien enseguida afirma que “no puedo quejarme”, aclara que “no ha sido de lo mejor”. El resto de sus compañeros va a opinar igual.
“Hay que competir con la comida”
Su explicación ante esta realidad fue que “hay que competir con la comida”. “Está primero, porque si alguien va a hacer un gasto primero lo hace en comida y después ve si compra algo”, consideró. De todas formas, no cree que haya demasiados cambios en comparación con el año pasado.
Para Gerardo Ahumada, en cuyo puesto vende sus tablas de madera, el mejor momento fue la semana pasada, “cuando estaba el Mundialito fue espectacular, se vendió una locura”, sin embargo, el balance hace que deba calificarlo como “irregular, con días muy tranquilos y otros no tanto”. De todas formas, apreció que “en el acumulativo de tantos días que uno va vendiendo y hace que no sea tan malo el resultado final”.
El hombre, que hace 15 años, desde que quedó sin empleo, vive exclusivamente de la artesanía, opinó acerca de la posibilidad que les dieron a las peñas de extenderse hasta el último día del Festival. “Está bueno porque eso nos favorece ya que hace que la gente se quede un poco más, si no vienen se compran un locro y se van, y ahí perdemos todos. Además es cultura”, definió.
La carpa está ocupada por los socios de la Agrupación, pero también hay invitados. Javier, por ejemplo, trajo sus creaciones en algarrobo y cerámica desde Córdoba. Para él, “a comparación de otras ferias que he ido, no es muy positivo el balance”.
La posibilidad de dejar de lado lo económico y disfrutar del entorno es algo que pregonan Pablo Somale y Andrea González. “Lo agradable es entrar en contacto con la gente más allá de la venta o no. Poder ir encontrándose con conocidos, disfrutar de la música, el calor”, mencionó Pablo.
Para ellos, que hacen cerámica e instrumentos musicales étnicos, el artesano no compite con nadie. “Al contrario, en la medida en que uno está al lado de otro es cuando se empieza a arrimar gente, esto es una suma de intenciones para que la gente se acerque”, enfatizó.
“Los fines de semana está bastante lleno de gente, pero hay mucha gente que se detiene porque le gusta ver, y pocos que vienen a comprar”, explicó.