Por sus casi 2.900 metros de altura sobre el nivel del mar, el Champaquí es el cerro más alto de la provincia. Y debido a lo mismo, se le suele llamar “el techo de Córdoba”. Aun cuando para que sea un verdadero techo cordobés debería estar lleno de goteras, humedad y ratones del tamaño de un termotanque.
Acomodado en la plenitud de las Sierras Grandes, el Champaquí se eleva entre los cielos y desde el trono observa a todos con desdén y altanería, porque ya desde chiquito soñaba con ser juez de la Suprema Corte. Su cara oeste da al Valle de Traslasierra, que lo mira anonadado ante semejante majestuosidad. Su cara este, en tanto, da al Valle de Calamuchita, que también lo mira anonadado ante semejante majestuosidad, dejando al descubierto la escasa originalidad de la región.
Pero para tantearle el embrujo como se debe no basta con la mera contemplación. Mejor intentar llegar hasta su cúspide. Lo ideal es ir caminando o pedirle el helicóptero a De la Sota y a tres mil metros del suelo taparle los ojos al piloto y decirle “¿quién soy, quién soy?, durante siete u ocho minutos, por el puro gusto de embromar un poco.
Respecto a la caminata existen seis opciones distintas, aunque la más conocida es la que parte de Villa Alpina, en Calamuchita. Esta demanda un par de días de marcha por los paisajes desoladores de la Pampa de Achala, tan amplios, encantadores y libres de acreedores ellos. El trayecto incluye bosques de pinos (primero) y cruce de arroyo, con pernocte en los refugios de montaña o en las estancias dispuestas para tales fines.
Una vez en la cima, con Córdoba a sus pies, alguna gente suele abrir los brazos y gritar “¡Salta, Willy, salta!”, simplemente porque están muy confundidos de película y muy quemados de la cabeza.