Tenía 2 años Mario Bertello cuando su inocencia de niño lo llevó a introducir su mano en una máquina que su padre utilizaba en el campo. Se la arrancó para siempre. Cuarenta y un año después este villamariense volvió a sostener un vaso mediante su extremidad derecha, gracias a su curiosidad y la predisposición de los profesionales de la Tecnoteca, quienes le fabricaron una mano con una impresora 3D.
Todo surgió cuando Mario, que hace 25 años maneja un camión, no superó el examen psicofísico. “Al no tener los dedos, este último examen no me lo quisieron dar, pero todos los anteriores sí, me terminaron condenando a no poder manejar el camión, entonces quise ver si conseguía alguna solución al problema”, recordó.
“Me enteré de un nene en Buenos Aires que tenía una mano así, después por los medios me enteré de que la máquina de impresora 3D estaba en Villa María, entonces le pedí a mi señora que me fuera a averiguar a la Tecnoteca si realmente era así la cosa, qué hacía falta y demás”, contó.
Allí se encontraron a Gustavo Cierra, coordinador del Centro de Innovación Tecnológica y Procesos Productivos, quien aceptó el desafío que le planteó Mario. “Fue en noviembre, él averiguó, consiguió los archivos y hubo que ponerse en campaña porque lo que teníamos era para el tamaño de un niño, entonces hubo que modificarlo”, repasó sobre aquel momento.
Poco más de dos meses después, el pasado jueves ya la estaban presentando en sociedad.
El proceso
“Esto era más grande, más largo”, muestra Mario al momento de explicar cómo es que participó en la confección del prototipo. “Fui dos o tres veces apenas Gustavo (Cierra) empezó a hacerla y di mi opinión y pedí que le cambien algunas cosas. Tuvieron mucha predisposición”, explicó.
“Cada vez que yo iba presentaban lo que habían hecho y les decía lo que me parecía y accedían sin problema. Incluso a último momento les pedí cambiar los dedos y no hubo problema. Les di algunas ideas para modificarles, pedí que le achiquen algunas cosas, para que quede del tamaño más acorde a una mano real, pero lo importante es que ellos consiguieron el archivo y lo llevaron a cabo”, destacó.
Mario reconoce que “a medida que fui viendo cómo quedaba y del material que era, me di cuenta de que no es precisamente lo que a mí me hacía falta para manejar el camión, pero lógicamente que hay que pulirlo y seguir estudiando el tema”.
“Un cambio de vida”
Agarra una taza azul y hace el gesto como si bebiera algo de ella. Mario sonríe cuando afirma que ahora podrá realizar “cualquier cosa cotidiana que antes no podía hacer”. “Lo más interesante es el cambio de vida que me va a permitir esto, poder hacer cosas que estaba acostumbrado a no hacer, como simplemente agarrar un vaso”.
Aunque asegura que “gracias a Dios, me he acostumbrado a hacer todo sin la mano”, piensa en poder adaptarse lo mejor posible a su nueva extremidad. “Ahora me cuesta usarla porque mentalmente tengo la idea de que no tengo mano, de costumbre nomás, pero si logro acostumbrarme y la seguimos perfeccionando, la usaría todo el día”, adelantó.
Más allá del beneficio personal que le brindará el dispositivo, Mario se anima a pensar en los demás, para que su caso pueda animar a otros a buscar una solución como lo hizo él. “Lo que me interesa es que esto no sea para mí únicamente, por eso quiero tratar de que si logramos perfeccionarla, cualquier otra persona le puede dar utilidad también o que se anime a acercarse a la Tecnoteca a plantear su realidad”.
Simple y económica
Gustavo Cierra es el coordinador de la Tecnoteca y quien estuvo también en la supervisión del proyecto. El profesional recordó que el año pasado habían conocido a Rodrigo Pérez Weiss, especialista en 3D y pionero por traer las primeras máquinas para imprimir en 3D a la Argentina. “El le realizó una mano a un chico de 11 años, entonces cuando se presentó la esposa de Mario supimos que podíamos encarar el proyecto”, contó.
Cierra dio detalles de la mano que fue construida con un material biodegradable, un filamento llamado PLA. “Imprimimos por separado los dedos, las falanges, la palma y el antebrazo”, enumeró, y describió: “Este diseño tiene la particularidad que corre tanto por los dedos como por la falange y el antebrazo, unos canales por donde va un elástico y un cordoncito, eso se ata al antebrazo y forma lo que sería el tendón del brazo. Así cuando flexiona para abajo el muñón la mano se cierra. De esa forma obtiene el movimiento que le permite, por ejemplo, tomar un vaso”.
El prototipo tuvo un costo aproximado de $400, “muy simple y económica”, apuntó, porque “el uso de la impresora no se cobra, sólo hubo costo de material”. Cierra, además, destacó que “Mario es muy creativo y ya vio como mejorarla, puede venir ahora y modificarla a su gusto, y como va a ser sólo una parte puede llegar a salirle 30 pesos”.
Luego de que se hiciera pública la experiencia de Mario, Cierra mencionó que “hemos tenido muchos pedidos en estos dos días de gente que, por ejemplo, no tiene la muñeca”, y agregó que “nos han pedido prótesis para una pierna, un codo”.
En ese sentido, aseguró que “estamos en contacto permanente con la gente de Buenos Aires que están avanzando, por lo que en unos seis meses vamos a poder estar en condiciones de poder hacer eso también”.
Fotografías: A Mario Bertello su curiosidad lo llevó a encontrarse con una oportunidad de mejorar su calidad de vida
El prototipo fue construido con un plástico biodegradable llamado PLA y tuvo un costo aproximado de $400
Podrá “hacer cosas simples” que nunca pudo realizar con su mano
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