¿Cómo describir el sismo sonoro, vibrante y exquisitamente contagioso que provocó el destacado cantautor dominicano Juan Luis Guerra en pocas palabras?
¿Qué escala de Richter podría graficar la sensación que vivenciaron más de 12 mil almas, anoche en un Anfiteatro, repleto de bote a bote?
El reloj marcaba las 22.20 cuando La Sole y Miguel Borsatto, tras dilatar lo máximo posible la introducción al artista internacional por excelencia con distintas referencias (20 millones de discos y 15 Grammys obtenidos) y hasta improvisaciones al canto por parte de la “embajadora” de Arequito, se levantó finalmente el cortinado de LED y junto a él absolutamente todo el público presente.
El fantástico e histórico conjunto de acompañamiento, la 440, compuesto por 15 músicos, marcaba el ritmo para esperar la llegada de Guerra, quien se despachó con una seguidilla de éxitos como “A pedir de su mano”, “La bilirrubina” (donde instara a una increíble marea de manos en el público), “Ojalá que llueva café” y “La llave de mi corazón”. Recién con su primera bachata (la enamoradiza “Bachata rosa”), los espectadores volvieron a sentarse en sus butacas.
Luego mechó obras más salseras o con sabor a son con algunas piezas bachateras, con frases o aforismos como “el que ama a su mujer se ama así mismo”.
La banda, más tarde, tendría un set exclusivo de percusión, en una suerte de muestra cabal del sello afroamericano que ha expandido la música caribeña hacia todo el mundo. El regreso del esbelto artista se certificó con “Visa para un sueño” mientras que la audiencia ya se preparaba para clamar su vuelta para un par de bises.
El cierre, maravillosamente hilvanado, contó con un popurrí de hits como “Estrellitas y duendes”, “Frío frío” y el vitoreado “Burbujas de amor”. De yapa regaló a puro ritmo “sabrozón”, otro recuerdo como “Avispas”, para redondear una hora y 20 minutos de emoción.
Lali Espósito la tuvo complicada
En tanto, la velada había iniciado puntualmente a las 21, tras el saludo inaugural y el ballet Flor de Ceibo (que plasmara como corresponde un mix de bachata y salsa), con la artista del momento en materia de público adolescente: Lali Espósito.
Presentada por La Sole, quien recordara sus pasos comunes en la novela “Rincón de luz”, la ex-“Teen Angel” tuvo la compleja tarea de ganarse un público que en su gran mayoría había cortado tickets para ver a Guerra y a La Oreja de Van Gogh. No obstante, a fuerza de sensuales coreografías armadas junto a sus explosivas bailarinas y tres cambios de vestuario, intentó brindar su primera performance en el Festival.
Su repertorio incluyó hits radiales como “Asesina” (con el cual abrió) y “A bailar” (con el que cerró), mientras que a poco de terminar invitó a escena a una de sus fans para bailar.
Vale recordar que la cuarta luna resultó una de las más cambiantes desde que se anunciara el evento. El conjunto uruguayo La Vela Puerca, que iba a ser de la partida fue desplazado hacia el Costanera Rock. El nombre de Juan Luis Guerra, como número central, fue varias semanas después y La Oreja de Van Gogh fue la última en incorporarse. Debido a dicha grilla, hasta se incrementaron los precios de las plateas.
