Sumando y restando se pasa la vida, decía un filósofo salteño amigo mío, que ahora se dedica a las matemáticas y vive en Australia clonando canguros.
Y así nos vamos despidiendo mientras la tarde se hace noche y el tunga tunga va copando la Villa para cerrar las peñas; así nos vamos despidiendo, sumando y restando las sombras y las luces del Festival de Festivales, cambiando el bombo por una urna, y pasamos de las Peñas al cuarto oscuro (cosa que en muchos casos ya estuvo ocurriendo durante estas noches locas y festivaleras que invitaron al amor), pasamos de las peñas al cuarto oscuro, decía, porque en menos de lo que canta un gallo se vienen la PASO y después las otras y las otras y las otras. Y si algo distinguió a este Festival, no fueron tanto los artistas internacionales como los políticos de variopinto pelaje que lo visitaron. ¡Cada pingo que ni Jesús María, vea! Eso sí, ninguno trajo un CD propio, todos con el mismo cassette. Me parece que son todos de la misma compañía disquera, che.
El domingo estuvo Adolfo Rodríguez Saá que, nobleza obliga, ostenta el récord de ser uno de los presidentes que menos presidió en el mundo. Se subió al ring, amenazó con no pagar la deuda externa y le metieron un cross de derecha y lo tumbaron. Duró menos que Maravilla Martínez contra Miguel Cotto. Parece que apoya la candidatura a gobernador de Accastello. Pueda ser que las elecciones no estén muy peleadas, porque con un apoyo como el Adolfo, no quisiera yo estar en el lugar de don Eduardo.
Aunque lo de venir a apoyar a Accastello y a firmar acuerdos y convenios con él, según llegó a mis oídos de gente cercana al intendente, son todos versos. En realidad, Scioli vino el viernes a ver a Alejandro Sanz y se encontró con que el cantor no venía y desde acá no le habían avisado nada; el viernes, Mestre vino a ver a Franco De Vita, y Baldassi (que no puede con su genio y añora sus días de referí y las consabidas tarjetas) lo vino a ver a Rojas, pero como en este caso no hubo falta, no lo dejaron entrar; y Rodríguez Saá vino a verla a Rosana. Es que no quiere ser menos que su hermano Alberto, que anduvo con Leonor Benedetto y Esther Goris: pero me parece que no tuvo suerte. Lo que pasa es que la gallega tiene, como se pudo apreciar, una personalidad fuerte, arrolladora; y el ex presi, como también se pudo apreciar en 2001, no se banca mucho los sacudones. Enseguida hace mutis por el foro. Y aclaro que lo de ex presi no es por faltarle el respeto a la investidura, sino que duró tan poco su mandato que no llegó a ser presi-dente. Más bien, fue un presi al dente: se lo morfaron los buitres; los de afuera y los de adentro.
O sea, repasemos. Políticos en el Festival de Festivales: firman convenios con históricos rivales; brindan apoyo a potenciales adversarios; proponen frentes para hacer frente al frente... ¡todo, para entrar de garrón a un Festival! ¡Hasta dónde hemos llegado!
Cambiemos de tema: pasemos a lo estrictamente artístico. Lo de Juan Luis Guerra, en dos palabras: ¡Im presionante! Una fiesta de principio a fin, el Caribe a pleno en Villa María. Ahora entiendo por qué en el escudo de la Municipalidad hay una palmera, que de autóctono no tiene nada ¡Este intendente está en todo, che!
Una simple reflexión: si todas las guerras fueran como Juan Luis, qué distinto sería el mundo, ¿no?
Aunque debo decir que con tanta señorita pulposa dando vueltas por el Anfi, tanta hormona enloquecida y tanta bachata, merengue y salsa picante, tuve que invocar al espíritu de Ghandi; a Buda y al Papa Francisco para no ponerme bélico y terminar tiroteando a cuanta chichí pasara cerca de mi franja de Gaza.
Un cierre apoteótico, entonces, el domingo por la noche. Y de paso, dándole lugar a artistas locales (La Cantarola; Coqui Dutto y Debieras Pitar y al mesmísimo maestro Kuki Soria) en horario de televisación; tirando un centro del gol para gente que viene trabajando desde tanto tiempo y muy merecido que lo tienen. Lástima que no le avisaron al sonidista; que de paso sea dicho, durante todo el Festival estuvo más desparejo y bachado que la avenida Savio.
En fin. Ya se escuchan los primeros acordes del tunga tunga y la patas se me empiezan a mover solas, como buscando la pista; así que me voy yendo pal Anfi, sin decir ni la mitad de lo que tenía pensado decir.
¡Ah! Sólo una cosa más. Un beso a La Sole.