“A los 7 u 8 años todavía me gustaba jugar a hacer tortas de barro en el patio de mi casa, mi mamá planchaba en la cocina que daba al patio, y entre tortita y tortita nunca pensé que ese día me iba a enterar, de la forma más traumática, que la que estaba planchando no era mi mamá biológica.
Mi mente fue tan herida en ese momento que no puedo recordar cómo se refería a mí en la infancia, si me llamó hija o sólo por mi nombre, lo que sí me acuerdo es que en ese momento cuando se dirigió a mí y me llamó, pensé que me iba a retar porque habló muy seriamente como si yo hubiera hecho algo malo. Fui con miedo, cosa habitual porque me retaba mucho, y lo que escuché fue tan duro que mi cabecita lo borró por muchos años… Ella nunca dejó de planchar y me dijo textualmente así: "Vos no naciste de mi panza, sos adoptada, tenés que portarte bien y estar agradecida porque si no te hubiera recibido andá a saber adónde hubieras ido a parar… Ahora andá al patio a seguir jugando y portate bien! ah! De esto no hables con nadie y no vuelvas a preguntar nada, ¿eh?”
Y así fue... no solamente no hablé con nadie de lo que me había enterado, sino que mi mente lo borró, sólo después que murieron mis padres de crianza me animé a preguntar y me di cuenta que no había sido una adopción legal, sino todo lo contrario, algo ilegal, una sustracción de identidad, me anotaron como hija legítima y no dejaron rastros.
Me criaron, me dieron todo lo que pudieron, lamentablemente me faltó el afecto y el amor, fue muy doloroso pero no los quiero juzgar porque estoy agradecida por todo lo que me brindaron.
El estar en el grupo Herman@s y Madres del Alma fue una bendición para mí. A partir de encontrar a las primeras integrantes del grupo comencé mi proceso de sanación, ya que por primera vez me encontré hablando de aquello que me obligaron a callar. Ellas me han llenado de amor y de fuerzas, sin ellas, no hubiera podido superar tantos miedos, dudas y angustias, ¡¡les voy a estar eternamente agradecidas por ser parte de mi vida y por haberme ayudado tanto!!
A mi madre biológica le doy las gracias por haberme dado la vida, por llevarme 9 meses en su panza y por ninguna razón la juzgaría.
Mi deseo es encontrar mi identidad, saber de ella, cuáles fueron las circunstancias por las que vine a este mundo. No quiero perjudicar su vida, seguramente tiene una familia, sólo quisiera saber si se acuerda de mí, si alguna vez estuve en su corazón, necesito encontrarme en el rostro de alguien, saber si saqué sus rasgos, sus ojos, su pelo, su voz... preguntarle si le gusta cantar, poder llenar de respuestas mis dudas y así llenar ese vacío que sólo ella podría llenar.
Me supieron decir que mi madre era una joven estudiante de Rosario, me anotaron el 11 de febrero de 1968 pero pude haber nacido cinco o seis días antes.
Nací con dos vueltas de cordón y tragué líquido amniótico al nacer.
Mamá... si ves esta historia... acá estoy... esperándote”.
Mariana Rodríguez
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