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15 de Febrero de 2015
Gitanos del ritmo made in UNVM
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Le Maître

 

Pablo Vélez, María Eugenia Lauría, Fabricio Amaya y Matías Sánchez se conocieron en la carrera de música de la universidad local y desde el año 
pasado llevan a cabo un original proyecto: “Le maître”, que aborda un repertorio de jazz manouche (jazz gitano, en francés) inventado en los años 30 por el guitarrista belga Django Reinhardt. El grupo, además, se expande hacia la “chanson” francesa y el swing, retomando la posta que en los 40 dejara vacante el argentino Oscar Alemán
 
Hay una película de Woody Allen, “Dulce y melancólico” (1999). Y en esa película hay un guitarrista de jazz, Ray Emmett (Sean Penn). Y sucede que este guitarrista norteamericano de ficción admira hasta el paroxismo a un músico de la realidad, el franco-belga Django Reinhadt (1919-1953), uno de los mayores virtuosos de ese instrumento de todos los tiempos. Es tal la admiración de Ray Emmet por Django, que un día se lo cruza en un concierto y se desmaya. Sin tomar parte de estas exageraciones (marca registrada del universo de Woody Allen) los guitarristas locales Pablo Vélez y Fabricio Amaya profesan por Reinhardt un sentimiento cercano a la devoción. Es lo que se deprende del feeling de sus guitarras y de la emotividad desbordada de sus palabras. Y si no, ¿por qué será que cuando compartían departamento se pasaban tardes enteras zapando jazz-manouche a dos violas? ¿Y por qué será que, pasados los años y sin poder olvidar aquellas “mandolas veloces” decidieron armar un grupo con un contrabajo y violín? El contrabajo apareció (Matías Sánchez), pero el violín no. Pero a falta de violín buena fue la voz “dulce y melancólica” de María Eugenia Lauría. De este modo, la formación no fue la clásica de Django (tres guitarras, un contrabajo y un violín) pero esto les permitió originalidad y exploración. Y así, un buen día de agosto de 2014 en el pub “Polaroid”, el grupo “Le maître” (en francés “El maestro”, en homenaje precisamente a Django) hacía su debut absoluto. Hoy, a cuatro conciertos y un universo entero por desarrollar, las tres cuartas partes del grupo (el contrabajista está ausente con aviso) tienen cita con este periodista en la casa de Pablo. Y la primera pregunta se cae de madura o de inocente, como un limón perimido o un póstumo rayo de luz sobre la mesa de la tarde. 
-Cuando zapaban a dos guitarras en 2011, ¿ya sabían que iban a formar un grupo de jazz manouche? 
Pablo: -Para nada. Tocábamos medio en broma, casi parodiando ese estilo. Por esa época yo había empezado a escuchar a Django y lo admiraba por su swing y fraseo, sobre todo teniendo en cuenta que tenía dos dedos entumecidos en la mano izquierda. Pero nunca pensamos en armar un grupo. La idea vino después, cuando dijimos “juntémonos con un violinista y un contrabajista y armemos un cuarteto de gipsy clásico”. Al violinista no lo pudimos encontrar, pero al contrabajista sí, que era Matías. También encontramos cantante, Eugenia, mi novia… Este es un género instrumental, así que haber puesto una voz es toda una insurrección (risas).
Fabricio: -Lo que hacemos en el grupo es tocar algunos temas del repertorio gipsy junto a otras músicas, sobre todo standards de jazz americano, pero enfocados desde la improvisación y el estilo gitano. Esto nos da un sonido especial.
-Pero también abordan algunos clásicos de la chanson francesa como “La vie en rose”, de Edith Piaff…
Eugenia: -Sí, y eso se debe a que tenía muchas ganas de cantar temas en francés y este grupo fue la excusa perfecta. Como no había clásicos de manouche cantados, buscamos en el repertorio de chanson. Y encontramos joyas como “J’ai attendrai”, “La vie en rose”, “Les feuilles mortes”, “Sous le ciel de Paris”… Pero como dice Fabri, las matizamos con temas de jazz en inglés, como “Body and soul”, “Blue Moon”, “Time after time”… 
-¿Cómo fue ponerle voz a un estilo que no tiene voz?
Eugenia: -Aunque el jazz-manouche no tiene voz, el jazz clásico fue lo que más escuché de adolescente; sobre todo a cantantes como Ella Fitzgerald y Sarah Vaughan. Cuando estudiaba francés en la Alianza descubrí a Edith Piaff y me enamoré de sus canciones. Por eso quería cantar en ese idioma y en ese estilo, porque los tengo muy escuchados. Al ponerle voz a un género sin voz la factura final no es algo muy puro sino mi modo de fusionar todo, la chanson con el gipsy y el tango. Porque cuando canto en francés no puedo abstraerme del tango. Por eso, lo nuestro es jazz manouche pero hecho por argentinos.
Pablo: -Es muy importante que Eugenia pueda cantar en francés y en inglés a la vez, porque entonces el repertorio se agranda muchísimo y eso nos da más posibilidades.
-¿Qué me pueden decir del repertorio?
Pablo: -Que son canciones y standars muy conocidas, pero que ahora estamos haciendo un trabajo diferente; tomando canciones francesas que no fueron tocadas nunca en el estilo de jazz manouche. La idea es sumar repertorio francés con las canciones que Django nunca tocó. 
-¿A Django lo escucharon en la universidad o ya lo conocían?
Pablo: - Django es muy famoso y si estudiás guitarra sí o sí te topás con él. Decir Django Reinhardt en jazz es como decir Paco de Lucía en flamenco, B.B King en blues o Francisco Tárrega en música clásica. Son gente que ha hecho los géneros y ha inventado la forma de tocarlos.
 
Divertirse en el escenario
-¿Qué tipo de feed-back tiene el grupo con la gente?
Fabricio: -Hasta ahora, en los cuatro toques que hemos hecho, tuvimos una respuesta muy hermosa. Queremos contagiar al público la interacción que tenemos entre nosotros arriba del escenario y creo que lo hemos logrado. Esta es una música de tempo rápido y llena de buena energía. Y la contrastamos con las baladas. Pablo a veces usa la mandola y eso le da un timbre nuevo al grupo, como pasar de la dulce melancolía a la explosión.
-Este tipo de jazz está muy poco explorado a nivel nacional…
Pablo: -Sí, porque no hay ningún grupo de jazz-manouche que sea masivo en Argentina. Hay gente que toca y algunos grupos incluso han sacado discos. Pero hay que hacer un esfuerzo para topárselos incluso en Facebook. 
Fabricio: -Hay un único referente actual que es Gonzalo Bergara, un músico argentino que vive en Francia. Pero cuando nos preguntan cuál es la onda que hacemos, lo tenemos que nombrar a Oscar Alemán, un guitarrista de los años 40 que no es muy conocido por los jóvenes. Oscar, además, tocaba tango y boleros, pero era un maestro del gipsy.
-¿Cómo definirían el gipsy en pocas palabras?
Pablo: -La primera palabra que se me viene a la cabeza es “virtuoso”, porque una característica de los guitarristas gipsy es que tocan rápido. Nosotros no tocamos así, pero suena gipsy igual. Por alguna razón a mí nunca me gustó la velocidad.
Fabricio: -Estaría buenísimo tocar a gran velocidad, pero esos tipos además de ser gitanos, tocan así desde los cinco años. Igual, si uno analiza los solos y las formas, hay ciertos patrones que se repiten y se puede estudiar. Nosotros estudiamos y tratamos de sonar lo más gitano posible.
-¿Tienen en mente un primer disco? 
Fabricio: -No exactamente un disco, pero queremos dejar registrado el repertorio que estamos encarando. Nos gustaría hacer una performance en video y audio porque éste es un género muy bueno para verlo.
-¿Por qué recomiendan lo visual?
Fabricio: -Porque el jazz es un género que se aprecia mucho mejor en vivo. Tiene mucho que ver con la improvisación y lo que pasa con la interacción entre los músicos en el momento. Cuando ves un tipo que se toca todo y se prendió fuego, eso es algo que no tiene precio.
Pablo: -Lo que más me gusta de ver un espectáculo de gipsy es que vas hacia una música que es alegre. Y para nosotros, tocarla en el escenario es más alegre todavía. La gente se relaciona muy bien con este género porque es “para arriba” y porque ve que nosotros nos divertimos mucho. 
-¿Podrían decir que el jazz manouche es una música difícil?
Fabricio: -¡Para nada! el lenguaje armónico es muy fácil de entender porque las sonoridades de los acordes son las mismos de los años 30. Y las podés escuchar en un tango, en un bolero, un choro o un swing de la época. Esa forma de encarar la armonía se ha ido curtiendo hasta llegar a un cliché y eso es lo que más nos gusta, tocar ese cliché de la forma más contundente posible.
Eugenia: -También están los clásicos franceses de los años 50 y 60 que gustan mucho y la gente no está acostumbrada a escucharlos en vivo. Eso engancha mucho.
 
Ciento por ciento unplugged
-¿Cómo se sienten mejor, enchufando o desenchufando los instrumentos? 
Pablo: -Una vez en “Polaroid” enchufamos para probar sonido y no nos gustó. Así que desenchufamos, probamos y quedó bárbaro. Hicimos todo el show así. La textura más pura sería la acústica. Si pudiéramos hacer siempre eso, tocar para 30 personas en un lugar pequeño tipo música de cámara, sería lo más placentero para nosotros. 
Fabricio: -Nos pasó algo muy raro la última vez que tocamos. Estábamos en un restaurante, ya habíamos guardado todo y nos pidieron “otra”. Así que nos juntamos en el medio y tocamos sin enchufar. Y eso fue alucinante. Creo que la gente se copó más que cuando estábamos eléctricos. Nosotros, de hecho, ensayamos siempre de manera “unplugged”. 
En aquella película de Woody Allen, un guitarrista norteamericano estaba tras las huellas gitanas de un guitarrista belga-francés. El guitarrista americano se llamaba Ray Emmet y era de ficción. En esta otra película de la “realidad” (palabra que sin comillas no quiere decir absolutamente nada) de la MPV (música popular villamariense) dos guitarristas locales buscan la misma pista en el ADN de viejas guitarras “Selmer” mientras una joven cantante pronuncia aquellas melodías en un francés que nunca hubiera pronunciado Malena, con la nostalgia de una “Vie en rose” que no se vive cuando en el alma hay penas de bandoneón.
Iván Wielikosielek
 
Autorretrato de un grupo ecléctico y divertido
Fabricio Amaya es licenciado en Composición Musical por la UNVM y comodín de cuanta orquesta lo invite. “Lo bueno del jazz es que podés interactuar con otros grupos y subgéneros -comenta-, por eso es que participo de varias formaciones y proyectos. Con Pablo, por ejemplo, hemos tocamos tango y casi armamos un trío con él y Luciano Soria. Hoy por hoy, el grupo de jazz-manouche es el más serio que tengo. He visto que tenemos mucha pegada y quiero apostar a full en esa dirección”.
Pablo Vélez ya terminó de cursar la carrera y hace la tesis. Además de haber tocado en bandas de rock, de jazz-fusión, de tango, folclore y bossa nova, ha pasado por “La Colmena” (prestigiosa escuela cordobesa de jazz) y por la Universidad Nacional de Córdoba. Y de este modo define sus intereses. “Lo que a mí me entusiasma es tratar de asimilar un estilo en su mayor dimensión posible. Todos mis proyectos musicales han pasado por eso. Acá participé en un cuarteto de choro y fueron dos años tocando sólo eso y me pasó con el funk o con el folclore. No puedo definirme por un estilo en particular, pero a la vez quiero bucear hasta el fondo de cada género”. 
María Eugenia Lauría cantó durante 10 años en coros y así resume su biografía vocal. “Siempre lo seguí a Marcelo Aranda. Estuve en el coro del Rivadavia con él mientras iba al secundario y luego en la UTN. En la UNVM estudio canto como primer instrumento y piano como segundo. Como cantante, participé de la “Funkbuster Society”, en el grupo de música latinoamericana “Arrasa como topadora” y en el grupo folclórico “La Berraquera” (todos locales). También con Pablo conformamos el ‘Dúo Amapola’, con canciones de todos los géneros”.
Matías Sánchez, ausente con aviso, es definido por sus compañeros de grupo de esta manera: “Es un payaso”, dice Eugenia riéndose. “Literalmente lo es, porque además de contrabajista hace circo y malabares -agrega Fabricio-. Es un clown profesional que hace cursos y se gana la vida de eso. Pero también está recibido de profesor de Música en el Conservatorio Felipe Boero”. Fuera de las risas, Pablo reconoce que “sobre todas las cosas, el Mati es un músico impresionante. De hecho siempre quisimos que sea nuestro contrabajista. Se ha perfeccionado muchísimo en un instrumento que es muy difícil y del cual no hay una cátedra en la ciudad. El también se entusiasma por todos los géneros. Ha tocado con Gustavo Rovira en el Costanera Rock y con “Guadal”, el grupo folclórico de la Universidad”.
Los chicos tienen una próxima fecha en Arroyo Cabral, pero esperan contrataciones. El teléfono del cuarteto es el (0353) 154-206371, para que la alegría no sea sólo brasileña.

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