La arquitecta y comerciante Georgina Bedolla llegó a nuestra ciudad de la mano de su marido, a quien conoció por Internet. Amante de las grandes civilizaciones, opina sobre la rica cultura de México y los problemas por los que atraviesa su país actualmente.
 

-Georgina, naciste en México pero llevás 13 años viviendo en Villa María. Contanos cómo llegaste acá.

-Sí, vivía en México DF, la capital, trabajando como arquitecta, pero conocí a un villamariense por Internet y un año después me vino a buscar para traerme. Eso fue apenas empezaba todo esto de las camaritas y el chat, en el año 2001. Yo no creía en nada, después de un divorcio por el que había atravesado. Pero él fue tan insistente, tan labioso, que me convenció. 
 

-¿Qué estuviste haciendo apenas arribaste a nuestra ciudad? 

-Me instalé con una regalería en calle 9 de Julio, donde trabajaba también con las antigüedades, ya que tanto a mí como a mi marido nos encanta el tema de las grandes civilizaciones, la egipcia, la maya, las dinastías orientales. Y yo vengo de una cultura que está íntimamente ligada con civilizaciones antiguas, como la azteca. De ahí que siempre me haya gustado el tema de lo místico, de lo espiritual. 
 

-¿Tanta influencia tienen las culturas ancestrales en la idiosincrasia del mexicano? 

-Totalmente. En México desde que tienes uso de razón te llevan a ver cosas que están relacionadas con la época precolombina y creces en contacto con todo eso. Nosotros somos un pueblo muy celoso de nuestras tradiciones, traemos ese bagaje y está muy vigente. 
 

-¿Y qué te genera en lo personal ese escenario?

-Admiración y orgullo. Y eso que en el DF no se vive con tanta intensidad como en las provincias, pero igual hay un sincretismo superdesarrollado. Lo ves hasta en las comidas, las famosas tortillas de maíz que ya era alimento de los nativos, por ejemplo. Amén de que somos un pueblo conquistado, que fuimos colonia española durante tanto tiempo, nuestra cultura no se murió.  
 

-Nombrabas a la capital de tu país. ¿Cómo ha sido el cambio de vivir en una ciudad de casi 25 millones de habitantes como el DF, la metrópoli más grande de América y de las más grandes del mundo, a Villa María?

-Bueno, para mí ha sido de lo más gratificante. El DF es una locura, todos los días corres, no tienes tiempo para nada. Al final pareces una especie de robot. Villa María me ha dado paz física y mental; me ha dado las siestas. 
 

-¿Las siestas? ¿Cómo es eso? 

Claro, aquí ustedes duermen siesta, pero yo después de 40 años viviendo en la gran ciudad no me he acostumbrado. Entonces, mientras la gente descansa y el café está vacío, yo aprovecho esas horitas para darme un tiempo personal, para leer, para pintar, para practicar reiki, feng shui, todas cosas que tienen que ver con la energía y la paz interior y que me llenan.  
 

-Tu café se llama Guadalajara, pero vos no sos de allá. ¿De dónde viene el nombre? 

-Eso es por mi mamá, que falleció hace 26 años, y que era muy fanática del fútbol y en particular de las Chivas Rayadas del Guadalajara, uno de los equipos más populares del país. Fue una especie de homenaje para ella. 
 

-Antes hablabas del orgullo que te genera tu país. Pero hay otra cosas que supongo que deben despertar en vos otro tipo de sentimientos, como el tema de la violencia originada por las mafias y el narcotráfico. En particular, la desaparición de los 43 estudiantes de Iguala el año pasado resulta un caso paradigmático.

-Sí, eso me da mucha tristeza e impotencia, sobre todo lo de los 43. Igual déjame decirte que esto ha existido en México de toda la vida. Yo lo recuerdo desde niña y en la época universitaria todavía más. Ahora de repente el mundo ha tomado conciencia por la magnificación que le dan los medios de comunicación, que hoy llegan a todas partes en un segundo.  Pero como te digo, es un problema con el que convivimos desde siempre, porque tenemos la mala suerte de vivir justo al lado del mayor consumidor de drogas del planeta que es Estados Unidos, y muy cerca del principal productor, que es Colombia. Otro tanto juega la ambición del hombre, el ansia de dinero, de poder, la falta de escrúpulos. Un sinsentido total. 
 

-¿Le ves alguna salida?

-Sí, pero eso depende del pueblo. Cuando el pueblo realmente empiece a reclamar y a hacer valer sus derechos de vivir en paz, entonces los políticos deberán hacer mudar la situación de veras.
 

-Más allá de esto, ¿tenés pensado regresar a México algún día?

-Volver a México es una añoranza inmensa, porque lo llevo en el corazón, en las venas. Pero por ahora mi vida está aquí, en esta ciudad que me encanta. 

 

Pepo Garay