El doctor en Sociología Matías Giletta cree que “no existe una correlación directa ni mecánica entre la pertenencia a determinados estratos sociales y la posibilidad de dedicarse al sexo comercial”, pidió no confundir la prostitución con la trata de personas y consideró que “la postura abolicionista se me hace autoritaria, sobre todo considerando que la Argentina prohíbe la explotación sexual ajena, pero no penaliza el ejercicio independiente y voluntario del sexo comercial”.
El profesional le contestó a la titular de “Vínculos en Red”, Alicia Peressutti, luego de una carta publicada por la militante en EL DIARIO. Para Giletta, la referente en la problemática de la trata de personas no interpretó correctamente lo que el sociólogo había indicado en un escrito anterior.
“No ignoro que existen colectivos feministas que adhieren al abolicionismo respecto del sexo comercial, como tampoco ignoro que existen posturas abolicionistas con diferentes orientaciones ideológicas: entre otras, existe un abolicionismo de izquierda, anticapitalista, que sostiene que sólo podrá abolirse radicalmente, de raíz, el sexo comercial y sus consecuencias sociales cuando resulte abolida la sociedad capitalista en que aquél tiene lugar y encuentra su principal fundamento. Asimismo, no debemos olvidar que estas posturas abolicionistas coexisten con posturas no abolicionistas, que desde distintas perspectivas abogan por reglamentaciones y regulaciones estatales orientadas a mejorar las condiciones de vida y de trabajo de las trabajadoras sexuales -desde luego, tratándose de mujeres adultas que ejerzan esta actividad de manera voluntaria y autónoma. Según entiendo, instituciones como AMMAR-CTA y la Red de Mujeres Trabajadoras Sexuales de Latinoamérica y el Caribe (Redtrasex) toman esta posición, en respuesta a las condiciones de vulnerabilidad, estigmatización y clandestinidad en que las trabajadoras sexuales se ven obligadas a desempeñar su actividad en la actualidad, actividad -la del sexo comercial- que por cierto es legal según la legislación argentina (siempre que se trate de una actividad voluntaria ejercida por personas adultas en un marco de autonomía)”, señaló.
Giletta advirtió que, desde su mirada, no todas estas perspectivas tienen la misma visibilidad en los medios ni presencia en las agendas gubernamentales y académicas. Reiteró que la postura abolicionista ligada a la visión católica es la de mayor influencia en el presente. Por eso alentó a que en los debates y en la formulación de políticas sobre sexo comercial y trata se considere la experiencia de mujeres que consideran a la actividad como un trabajo.
“Si existen organismos que ya lo están haciendo, como Alicia Peressutti afirma respecto de la Comisión Provincial Contra la Trata de Personas, me parece muy buena noticia. Respecto de considerar el sexo comercial como trabajo sexual, nunca he dicho que yo mismo lo considere así. De hecho, es completamente secundario cómo yo mismo lo considere. Lo que he sostenido es que hay mujeres y organizaciones nacionales y regionales que lo entienden de esa manera y esa es razón suficiente para que escuchemos esas opiniones”, recalcó.
“No me agradaría que mis seres queridos ejercieran el sexo comercial; pero ocurre que, con toda honestidad, no considero que deba penalizarse el sexo comercial cuando es ejercido voluntaria y autónomamente por personas adultas. En última instancia, considero que todos tenemos el mismo derecho a usar nuestro cuerpo de la manera en que lo consideremos más conveniente”, indicó.
“Desde la posición social que muchos de nosotros ocupamos, así como desde los valores a los cuales adherimos, se nos hace muy difícil concebir siquiera la posibilidad de que alguien, mujer o varón, utilice su cuerpo como fuente de ingresos, optando por el sexo comercial. Pero ocurre que no todas las personas ocupan nuestra posición en la sociedad y adhieren a los valores a los cuales adherimos, ni han vivido nuestras propias experiencias ni han tenido nuestra misma biografía”, comparó.
Por eso hizo hincapié en los diversos puntos de vista y consideró que la postura abolicionista “se me hace autoritaria, sobre todo considerando que la Argentina prohíbe la explotación sexual ajena, pero no penaliza el ejercicio independiente y voluntario del sexo comercial”.
“En lo que tendríamos que trabajar denodadamente, todos, es en tratar de evitar que las personas que ejercen el sexo comercial de la manera en que no está penada por la ley sufran la situación de estigmatización y vulnerabilidad respecto de múltiples tipos de violencia que sufren actualmente, especialmente en las provincias y en los municipios que mediante sus códigos contravencionales tratan de desalentar el sexo comercial, aunque lo logran sólo a medias” y en ese sentido hizo alusión a lo que ocurre en la provincia, “donde la medida de prohibir los prostíbulos no redujo el ejercicio del sexo comercial”.
Además insistió en que las incidencias de las condiciones de vida en la elección de esa actividad “no deben conducirnos a soslayar la complejidad de esta problemática”, porque “así como hay mujeres y hombres pobres que no se prostituyen, hay personas de ambos sexos dedicadas al sexo comercial que no provienen de un origen social marcado por la extrema pobreza”. Además, reparó en el hecho de que hay distintas variedades de sexo comercial. “Creo que no existe una correlación directa ni mecánica entre la pertenencia a determinados estratos sociales y la posibilidad de dedicarse al sexo comercial. Hay investigaciones que así lo demuestran”.
Finalmente, el doctor apuntó que no milita en ninguna organización y que no busca perjudicar el trabajo de ninguna, sino que su opinión tiene un espíritu constructivo. “No me considero un especialista en la materia, si por tal se entiende quien ha investigado durante un buen número de años la materia en cuestión. Las mías sólo son opiniones tan discutibles como cualquier otra”, cerró.
