Perdió los dos brazos, hasta casi la altura del hombro. Se los segó una trituradora de forraje en 2002. Ahora, a sus 54 años, este agricultor alemán, se mira y se ve sus extremidades. Entre el 25 y el 26 de julio, en una intervención que duró 15 horas, un equipo de 40 cirujanos, anestesistas y enfermeros le trasplantó los dos brazos de un joven muerto en la Clínica de la Universidad de Munich. Es el primer trasplante mundial de dos brazos casi enteros al mismo tiempo. La operación, de enorme complejidad, que los facultativos habían preparado durante un año y medio, "ha funcionado bien", dijo el paciente en una cinta grabada.
El paciente se enfrenta ahora a una recuperación lenta y peligrosa. Primero está el riesgo de rechazo. "Le acompañará de por vida", explica el cirujano jefe Christoph Höhnke. Pero también las consecuencias para su salud. Un trasplante de tal calibre, aún en caso de salir bien, no es en modo alguno inocuo. Los nuevos brazos podrán mejorar su día a día, pero también podrían "reducir su esperanza de vida" por los peligros de la medicación. La perenne amenaza del rechazo le obligará a tomar un ingente cóctel químico para evitar ataques recíprocos de los órganos trasplantados y el sistema inmunológico. Muy peligrosa es al respecto la piel, que se defiende con el mayor denuedo de los cuerpos y tejidos extraños. También la médula ósea que albergan los huesos del donante podría matar a su nuevo huésped.
Además, tampoco es seguro que los nuevos brazos recuperen completamente su funcionalidad. Para que sean operativas, deberán unirse huesos, los músculos y, lo que es más complicado, los nervios. De momento, sólo se puede garantizar que por las extremidades circula la sangre del agricultor.
La operación fue dirigida por el catedrático de cirugía plástica Edgar Biemer y por Höhnke, quien explicó por teléfono desde Munich cómo dispusieron a los médicos en cinco grupos que actuaron en dos quirófanos. Dos equipos, uno a cada lado, seccionaron ambos brazos del donante (un joven de 19 años muerto en la misma clínica por un accidente de tráfico). Otros dos equipos preparaban al mismo tiempo cada muñón del receptor. El quinto extrajo una vena de la pierna del donante, que horas más tarde sirvió para hacerle al receptor un by-pass triple.
Así terminaron para este hombre seis años de lucha con distintas prótesis con las que trató de recuperar algo de movilidad desde que sus brazos quedaran atrapados entre las cuchillas de una máquina. Pero sus extremidades superiores habían quedado reducidas a dos cortos muñones casi incapaces de sujetarlas. Un programa de televisión, en el que el ex artificiero austríaco Theo Kelz exponía sus manos recién ganadas en un trasplante, puso al agricultor sobre la pista de Edgar Biemer.
No son pocos los médicos que rechazan los trasplantes que no son imprescindibles para salvar la vida del enfermo. Para Höhnke, los dos años de recuperación y las imprevisibles consecuencias de salud que le esperan a su paciente son un precio razonable por recuperar la calidad de vida. En este proceso, el paciente alcanzará la máxima capacidad sensorial y motriz con sus nuevos brazos.
Será "una carrera contra el tiempo". Ahora comienza un "proceso apasionante" en el que los nervios se regeneran con parsimonia mientras se atrofian en sentido contrario los músculos en desuso. Está por ver cuánta masa muscular útil queda en las manos cuando las alcancen los nervios de su nuevo dueño, a razón de un milímetro al día. Con ochenta centímetros de brazo, el cálculo da dos años de inmovilidad asegurada en las puntas de los dedos. La familia ha mostrado su apoyo incondicional. La reacción de la esposa al ver sus nuevas manos fue inmediata: "Son iguales que las que tenías antes".
Según la psicóloga de la Clínica Universitaria, Sibylle Storkebaum, el apoyo familiar será primordial en la recuperación del paciente. Storkebaum, que lleva su caso desde hace un año, lo describe como "un hombre con los pies en el suelo" que sabrá lidiar con los problemas mejor que el célebre Clint Hallam, que dejó la medicación y tuvo que amputarse su nueva mano tres años después de su operación en 1998, porque no era capaz de convivir con un órgano ajeno.
Fuente: El País, Madrid
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