La Organización de las Naciones Unidas (ONU) dispuso que 2015 sea el Año Internacional del Suelo.
Razones para reflexionar sobre el uso del recurso básico para la producción de alimentos sobran: en el mundo hay 300 millones de hectáreas de tierras productivas deterioradas en forma irreversible y el 60%, de las 1.700 hectáreas restantes, padecen procesos degradatarios avanzados.
Argentina tiene 60 millones de hectáreas (un 20% del suelo productivo) afectada por erosión hídrica o eólica.
Frente a ese escenario, surge la necesidad de debatir sobre el rol de los productores agropecuarios en el cuidado del ambiente.
Dejando atrás la histórica dicotomía entre la economía y la ecología, desde el INTA elaboraron un informe con alternativas viables que no afectan el bolsillo del productor y que cuidan los recursos naturales
Alternativas
Alternativas de diversificación productiva sobran. Una opción viable es la implementación de un sistema silvopastoril -combinación de la forestación y ganadería- que, según estudios del INTA, permite cuadruplicar los rendimientos entre otras numerosas ventajas para el productor y el medio ambiente.
De acuerdo con Pablo Laclau -técnico del INTA Balcarce, Buenos Aires- combinar árboles, ganado y forrajeras “redunda en beneficios para el productor” que puede cuadruplicar el rendimiento y pasar de obtener -en campos naturales de sierras del sudeste de la provincia de Buenos Aires- entre 50 y 100 kilogramos de carne por hectárea por año a unos 200 a 400. A este incremento ganadero hay que sumarle las ganancias de la venta de la madera, cuya producción puede arrojar de 100 a 300 metros cúbicos de madera rolliza por hectárea, en un ciclo de 20 años.
Entre las ventajas del sistema silvopastoril, el especialista ponderó la “combinación espacial” en la que los animales aprovechan la producción de pasto y los efectos de los árboles a través del sombreado y la protección microclimática. Además, los árboles crecen más libres -al ser plantados a baja densidad- y el pasto aprovecha la sombra para que surjan especies forrajeras de mayor calidad y más palatables.
En referencia a la producción forestal, Laclau subrayó la calidad de la madera obtenida: “Una condición necesaria de manejo forestal en los sistemas silvopastoriles son las podas frecuentes ya que evitan el sombreado excesivo de las pasturas y mejoran la forma del tronco, lo que permite producir una proporción importante de madera libre de nudos, de mejor calidad y precio”.
Sistemas mixtos
Conocido como cría bovina intensiva (CBI), el sistema mixto agrícola ganadero permite integrar la producción agrícola y la intensificación con ganadería pastoril y, así, aumentar la carga animal por hectárea, obtener mayor cantidad de carne de buena calidad, mejorar las propiedades físicas-químicas del suelo y multiplicar los rindes de soja y maíz. Se trata del -conocido como “es volver a los orígenes”, aseguró Martín Correa Luna -jefe del INTA Venado Tuerto, Santa Fe, y especialista en la materia-, quien ratificó que, desde ya varios años, los monocultivos “expulsaron” a las vacas de la zona núcleo maicera-sojera junto a su valiosa capacidad de mantener al equilibrio de nutrientes y fertilidad en cada lote.
De acuerdo con el especialista santafecino, el desafío es “expresar el potencial productivo de los rodeos de cría en ambientes netamente agrícolas, con base en la rotación del suelo, e incluir a la agricultura en un 80% y pasturas para ganadería en un 20%”.
Para esto, recomendó: “Sumar pasturas base alfalfa a los rastrojos que dejan el maíz y la soja. Esto permite mantener una carga de cinco vacas por hectárea sobre pasturas durante primavera-verano y más de una cabeza sobre los rastrojos de cosecha gruesa en otoño-invierno”.
Esta intensificación permite mantener en el lote un mejor balance nutricional. “Mientras las plantas toman del suelo calcio, fósforo, potasio y sodio -entre los minerales más destacados-, el ganado, al alimentarse y recorrer el lote, devuelve una buena parte de lo que extrajo”, dijo Correa Luna y aclaró que en los lugares por donde pasó el animal se observa un mejor crecimiento del forraje.
Suelo que podemos perder
Aún no se comprende que la vida sobre la tierra depende, en gran medida, de las diferentes funciones cumplidas por la delgada capa de suelos: provisión de alimentos, uso sustentable del agua, conservación de la biodiversidad y control del clima global. Así lo advierte Roberto Casas, director del Centro para la Promoción de la Conservación del Suelo y del Agua (PROSA).
Casas fue más allá y aseguró que “el avance del monocultivo, en remplazo de las rotaciones tradicionales, tiene un impacto desfavorable sobre las funciones del suelo y la sustentabilidad del agroecosistema”. Además, sentenció: “En la Argentina sólo se repone, aproximadamente, la tercera parte del total de los nutrientes extraídos por los granos”.
Según datos del Centro de Investigación de Recursos Naturales del INTA (CIRN), un 20% del territorio argentino está afectado por procesos de erosión hídrica y eólica. Asimismo, las regiones áridas y semiáridas del país, que cubren el 75% de la Argentina, poseen ecosistemas frágiles proclives a la desertificación.
Para aumentar la producción nacional y prevenir el deterioro de la salud del suelo, desde el CIRN recomiendan controlar los procesos erosivos, reponer los nutrientes extraídos y mantener un elevado flujo de carbono a través de las rotaciones.
60 millones de hectáreas en Argentina están erosionadas