Una invitación al viaje. Eso es la muestra que cuelga de las paredes del museo. Como 25 ventanas abiertas al latido sensible del paisaje. O como la vuelta alrededor de una provincia hecha de empastes al óleo, fulgores de sol escarlata y lánguidas sombras de pino preanunciando la noche.
Y si no, repasemos algunos “hits” en cuestión como el “Paisaje de Cura Brochero”, de Domingo José Martínez, villamariense que en 1948 plasmó la fabulosa visión de una calle de las Altas Cumbres con la terrosa terracota de los ranchos, la cúpula zinc y el lejano lila de las montañas.
O como el “Paisaje de Pampayasta”, de Armando Molina Rosa, una pequeña sinfonía expresionista en tonalidad oscura, casi como una balada cromática del otoño en un barrio pobre con sus sienas y el ladrido de los perros.
También podemos tomar la fabulosa “Cañada”, de Sol Cid, y concebirla como una ventana al plateado suquía viboreando bajo las arquitecturas cubistas de los años 40, casi como una reminiscencia a los fantásticos grabados de Oscar Meyer, de quien también hay un cuadro, las apagadas “Torres del Monserrat”, del año 1929.
En cuanto a los lienzos locales, cabe destacar tres paisajes villanovenses. Un caserío precario pintado con la maestría de Bonfiglioli, una calle de Marina González de Lucchini y la iglesia en la paleta multicolor de Elsa Dora Monti. También hay un “Mediodía en el campo”, de Sergio Montoya, uno de los pocos artistas vivos de la muestra, con residencia en barrio Santa Ana.
De los clásicos cordobeses, hay tres cuadros fabulosos que deben sumarse al de Meyer: la “Iglesia de Alta Gracia”, de Martiniano Sciapaquercia, (1967), “El horno” (1948), del ítalo-argentino Egidio Cerrito, y lo que este humilde periodista considera la perla absoluta de la muestra: “En Tanti”, un paisaje del maestro Francisco Vidal, que es la primera obra con que se topará el visitante.
Joyas en nuestra ciudad
Pintado en la década del 60, “En Tanti” es un óleo de grandes proporciones (0,85 x 0,75) que se erige como una verdadera joya del impresionismo argentino. En una pradera atardecida con todos los verdes del ocaso (desde el esmeralda hasta el musgo, pasando por el oliva y el veronés puro donde el pasto se besa con la incipiente luna), una pareja de enamorados descansa en la hierba. Podría ser un cuadro de Monet en las afueras de París, podría ser una instantánea de Pisarro o las márgenes del Sena tantas veces visitadas por Sisley. Pero no, es el cuadro de un cordobés; un vibrante atardecer en el agreste pueblo serrano. Y sobre todas las cosas, un maravilloso ejemplar del movimiento europeo que en Argentina tuvo sus máximos exponentes en nuestra Córdoba: Francisco Vidal, Fernando Fader y José Malanca. Una de esas joyas está en nuestra ciudad para que el espectador se asome a la dimensión espacio-tiempo que cristaliza el óleo de más de medio siglo. Y todo esto de manera libre y gratuita, de lunes a viernes de 8 a 21, en San Martín y bulevar Sarmiento.
Iván Wielikosielek