Las condiciones sociales, económicas y culturales de nuestro país no posibilitan que las personas con discapacidad puedan acceder a una vida digna, donde puedan hacer valer sus derechos, entre ellos el de ser jóvenes y adultos independientes.
El Estado nacional actualmente ha priorizado subsidiar la condición de los desocupados, madres solteras, familias con integrantes en situación de encierro, etcétera. Sin embargo “se ha olvidado” de aquellos que están en desventaja por no tener voz propia o mejor dicho la posibilidad de que “esa voz” sea escuchada.
No es propósito de esta carta cuestionar otras ayudas, pero sí, poner palabras y expresar mi repudio al fundamento de no dar una pensión no contributiva a personas con discapacidad cuyas familias (en la actualidad) pueden solventar las necesidades económicas de sus hijos.
Como padre de una hija con discapacidad y como ciudadano sostengo que es totalmente incoherente, absurdo e insensato este razonamiento (que roza más con una excusa o pretexto), ya que es una política torpe, desconsiderada, que aunque astuta, manifiesta directamente y sin disimulos tácticas y gestos discriminatorios y de exclusión.
Como muchos, los padres luchamos por el bienestar y salud de nuestros hijos, esto se ve intensificado cuando hay una problemática que les impide o impedirá lograr aquello que se propongan, tener un proyecto de vida, uno propio. Por eso quiero que no olvidemos que algo que nos define como humanos es la posibilidad de elegir la vida que deseamos y queremos llevar en lo laboral, emocional y social.
Lo económico es un componente que viabiliza u obstaculiza la independencia de cualquier persona, por esto es que reclamo con firmeza que todas las personas con discapacidad puedan recibir su pensión, un dinero propio, que les permita generar “un mínimo” (pero no por eso menos importante) proyecto, sueño, aspiración.
La situación económica de los padres no debe ser un factor que niegue este derecho por los siguientes motivos (son sólo algunos…):
• Los hijos necesitan y deben independizarse económicamente de sus padres como una pauta de crecimiento y desarrollo.
• La economía de este país es tan inestable que los que hoy tienen, puede que mañana no.
• La significación desde la autoconfianza y la autogestión que habilita tener su “propio dinero” los dignifica como seres humanos (sabiendo que las posibilidades que una persona con discapacidad, en realidad tenga un empleo son muy escasas).
O será tal vez que hay que reflexionar, detenerse a pensar, sobre qué se ofrece y qué se espera de los ciudadanos con discapacidad. Da la sensación que se los piensa sólo como discapacitados, quedando desterrada la condición esencial y trascendental de personas y ciudadanos, usados sólos demagógicamente en discursos políticos para ganar elecciones; actitud repudiable y atroz, que permite descubrir las reales intensiones y especulaciones de “quienes transitan en el poder”.
Gustavo Colombatti
