No siempre lo que llega del campo son bendiciones; a veces también es desgracia. Y en este caso, es una desgracia líquida, una suerte de charco maldito expandiéndose como una marea marrón que se va tragando los suburbios. Y es como si esos pueblos hermanos que nunca tuvieron la experiencia del mar, la vivieran por burla del destino o el capricho perverso de algún demonio. No hay otro modo de describir lo que pasa. Que los campos no absorban más agua y se conviertan en lagunas repentinas sobrevoladas por el grito fúnebre de los teros o que los barrios periféricos hayan empezado a taparse con el desagüe no drenado cuando ni siquiera llegó la primera gran crecida del dique de Piedras Moras es algo inexplicable. Si el agua ya anegó varias manzanas en ambos pueblos y hay evacuados; si los hacendados ya empezaron a transportar su ganado a los campos del norte; si los vecinos ya levantan empalizadas de ladrillo y bolsas de arena para protegerse de la crecida y el balneario de Ballesteros Sud se ha convertido en una Venecia sin Carnaval, ¿qué va a pasar cuando llegue el aluvión? Quizás hoy mismo, mientras la gente lee esta nota en algún cómodo café o un confortable sitio a salvo, muchos ballesterenses ya estén sacando desesperadamente el agua con baldes y palos, agregando bolsas de arena a las precarias tapias de contención en las veredas o mirando desde los techos como llega esa marea imparable. Muchos dicen en Ballesteros que esa “repentina experiencia del mar” no les fue dada a las comunidades por ningún azar del destino o por algún demonio perverso, sino por la desidia y la falta de previsión del Gobierno de la Provincia. Como quiera que sea, el charco que se agranda es caprichoso como el azar y el rumor del agua, temible y fascinante como los ejércitos de Belzebú que se aproximan y serán derrotados al final de los tiempos.
En la localidad de Idiazábal, donde el arroyo San José azotó con una intensidad olvidada, las autoridades y pobladores saben que no queda nada por hacer hasta tanto las aguas no escurran.
Ayer se notó una bajante de al menos 15 centímetros, lo que reanimó a los afectados.
Pero varios kilómetros más acá, en Arroyo Cabral, el mismo cauce no produce mayores inconvenientes. “Está bien delimitado y si bien produce varios bañados, desbordó sólo con la lluvia de 110 mm, el martes”, dijo Mariano Rodríguez, secretario del intendente cabralense.
Por su parte, el jefe comunal de Ausonia, Mauricio Pajón, mencionó que en su paso, el San José (entre esa localidad y Sanabria) no produce preocupación de manera directa, ya que son tres canales los que circundan a la población, pero “resta en el escurrimiento del agua de los campos” ante tantas lluvias, las que llegaron a anegar algunas calles cercanas al parque industrial. “El nivel de los canales superó al del pueblo, pero se desvió a un camino rural. Esto sucede cuando se reactiva el arroyo, que es cuando desborda el río Ctalamochita, allá por Pampayasta”, aportó.