Cada vez más jóvenes -y no tan jóvenes- se lanzan a la fascinante aventura de recorrer destinos americanos con muy pocos recursos económicos a disposición.
Días atrás, cronicábamos en estas páginas de una novel familia de Neuquén que, con mellizas recién nacidas, decidieron recorrer el continente hasta Alaska tripulando un ochentoso R12.
El viernes pasado, arribó a nuestra ciudad Rebecca D. Ferraz, proveniente de la localidad de Juiz de Fora, estado de Minas Gerais, Brasil, quien viene descendiendo por Sudamérica montada en su bicicleta todo terreno.
Rebecca, de 28 años, empezó a pedalear sola por las rutas el 12 de septiembre de 2013. Recorrió parte de la costa brasileña, ingresó al país hermano del Uruguay y llegó el año pasado a Argentina con el propósito de conocer a fondo el movimiento de empresas recuperadas.
“Soy egresada de Trabajo Social y me interesan esas temáticas, como también la narración oral, la bioconstrución, la permacultura, el cultivo medicinal, el arte y la militancia”, comentó la joven aventurera.
En dos ruedas y también a dedo
El germen de su proyecto ciclístico comenzó en un encuentro de estudiantes y organizaciones realizado en Bello Horizonte. Allí se habían reunido alumnos comprometidos, del Movimiento Sem Terra, de la Marcha de la Mujer y los afectados por las represas hidroeléctricas.
“Había gente de Colombia, Chile, Argentina e Italia. Todos comentaban de sus recorridas por América. Y allí me dije, ¿por qué yo no lo intento?”.
Ensayó dos viajes previos antes de su periplo actual que fueron frustrados por problemas en la documentación (en el primero) y por temores bien fundados (en el segundo quiso conocer una peligrosa zona del norte brasileño, donde acecha la trata de personas).
Se decidió por viajar en bicicleta ya que desde hace una década pedalea “como hobbie” en trayectos extensos. “En promedio viajo durante cinco u ocho horas cuando me traslado de ciudad en ciudad. Luego me detengo, conozco y veo si puedo trabajar en algo, como mucama o moza, ya que no soy muy buena en artesanías”, acotó.
También aclaró que no siempre se muda de sitio arriba de dos ruedas. “Hay partes que, por miedo a los lugares donde tengo que pasar o porque no es bueno el terreno, hago dedo”.
Sobre sus espaldas y a los costados del vehículo lleva un buzo de dormir, ropa, libros y una carpa desmontable. Según precisó ha tenido más experiencias positivas que negativas durante su periplo. “Es cierto que me han robado el celular y la cámara de fotos pero he conocido gente buena que me ha ayudado. Por ejemplo, este chaleco me lo regalaron los Bomberos de Ituzaingó”.
Su raid continuará por Buenos Aires, Mendoza, Chile, Perú, Bolivia y Paraguay.