Hay muchas lecciones para aprender de la cantante andaluza Amparo Sánchez. La primera tiene que ver, paradójicamente y parafraseando a Fito Páez, conque “vino a ofrecer su corazón” sin intentar enseñar nada. La segunda es el coraje de su testimonio, el de una mujer que a los 49 años y siendo una figura pública, decide publicar un libro autobiográfico de la primera parte de su vida amorosa (la que va de los 14 a los 24 años, incluida su maternidad a los 15). La tercera, es que a pesar de los golpes y el infierno tan temido, la conclusión final de su obra es luminosa. Y como dijo en la presentación la escritora Alicia Perrig, “evita toda victimización y toda fórmula de autoayuda”. Más bien todo lo contrario. Pareciera que Amparo quiere ayudar sin decir “te voy a ayudar”. Pareciera que se vuelve (como dicen en España) “una mujer de armas tomar”, sin tomar ningún arma. Pareciera que se acerca en espíritu más que en cuerpo, en historia viva más que en alegoría muerta, en misericordia más que en resentimiento. Tras la bienvenida de Irma Carrizo (coordinadora del Espacio INCAA), se abrió la mesa y empezó la presentación, primero con sentidas palabras de Marcela Pozzi (de Bienestar Estudiantil de la UNVM), quien abordó el libro desde su condición de mujer y dijo sentirse “atravesada e interpelada” por una historia “tan conmocionante como humanizadora porque de ella se aprende el perdón”. Luego, Perrig habló desde la militancia feminista, diciendo que “este libro vale la pena ser leído porque es humano y de él se aprende que si una persona está siendo maltratada o humillada, pues, no se lo merece. Y si la autora del libro pudo salir, entonces también yo puedo salir”. Al final llegó el turno de la propia autora, quien arrancó su breve y conmovedora charla, casi entre lágrimas.
Un caso de superación
“Es increíble escuchar a las chicas (por Alicia y Marcela) y ver lo que les ha movido mi historia. Sin embargo, no fue nada fácil escribirla. Me inspiré en unos diarios de ese tiempo que decidí quemar un día en la hoguera de San Juan, acaso para que se me olvidaran y pedir que a mi vida vinieran cosas nuevas. Así fueron pasando los años, tuve otra relación y fui madre otra vez. Y aunque esa pareja no funcionó, ya no hubo más volencia física. Pero hace poco, una amiga que aparece en el libro con el nombre de Susana y que actualmente trabaja contra la violencia de género en España, me pidió que escribiera. Fue ella quien me dijo: “Amparo, necesitamos casos de superación como el tuyo, necesitamos contarle a la gente joven que hay que buscar otro tipo de amor. Dejar atrás esa idea falsamente romántica donde nos dicen que hay que sufrir por amor, que si hay celos hay amor, que si te controlo es porque te quiero mucho. Pero el libro no es una historia de elevación permanente, sino de levantarse y caerse una y otra vez, de perdonar al que te golpea cuando se arrepiente durante 10 años. Reconocer esa vulnerabilidad mía fue la que me dio la posibilidad de perdonar y de sanar, de darme cuenta que esa situación fue algo que apareció en mi camino para que aprendiera. Y aprendí y salí, pero no estuve sola. Hubo mucha gente alrededor. Agentes externos o “ángeles externos” como les digo, gente que no me conocía de nada y que me ayudó a levantarme. Cuando terminé el libro, fue una liberación, pero vino una segunda etapa del miedo. ¿Realmente deseaba exponerme así, transmitir al público que me ama por mis canciones esta vieja historia? Tuve un bloqueo hasta que, una vez más, aparecieron las buenas señales, las personas que me apoyaron como ustedes, que me estaban esperando acá con tanto amor. Me alegro de haber sido valiente, pero no ha sido fácil. Mi objetivo es que mi historia sea una semillita que siembro para que algún día sea un árbol fuerte y que tumbe y erradique de una vez la violencia de género, como tantas semillas que están sembrando hombres y mujeres en el mundo”. La otra lección que enseñó Amparo sin querer enseñarla fue musical. Porque al final de la presentación cantó a capella y pidiendo palmas de acompañamiento una fabulosa canción. Su estribillo decía “Ay, moreno, no me des más dolor/ Ay, moreno, piensa en mi corazón”. Pocas veces una canción tuvo tanta verdad, tanto testimonio, tanto perdón y misericordia.
Iván Wielikosielek