Escriben
Lucía Giambroni y Camila Matrero
ESPECIAL desde  la Geenap

Claramente el rol de China ha tomado otra centralidad desde la crisis de 2008. La debacle iniciada con la caída Lehman Brothers contrajo fuertemente los volúmenes comerciados a nivel global y prácticamente interrumpió el crédito. La crisis impactó más fuertemente en los países centrales, que, además, dejaron de ser receptores de los flujos de capital financiero que se refugiaron en los commodities o en las economías llamadas emergentes. Los Estados intervinieron fuertemente para restaurar y sanear sus mercados bursátiles -de allí los recordados salvatajes a los bancos-, sin embargo, las consecuencias en el circuito real de la economía aún continúan vigentes.
Si bien la crisis afectó la economía china - el Banco de China y el Banco Comercial de China tenían en conjunto unos 30 mil millones de dólares en productos financieros vinculados a las hipotecas americanas-, el proceso de reforma económica iniciado en 1978 desencadenó entonces una tasa de crecimiento media anual del PIB cercana al 10%, que sostuvo hasta la crisis; de hecho, alcanzó su punto más bajo a fines de 2008 con un crecimiento de 6.8%.
Para acelerar la recuperación, el Estado Chino impulsó un fuerte programa de estímulo fiscal y monetario, junto a una serie de medidas como la construcción de infraestructura rural y urbana, el refuerzo de los servicios de salud y educación y el incentivo a través de subsidios a las industrias de alta tecnología, pero se ha hecho especial énfasis en elevar los ingresos promedios en las áreas rurales y urbanas y multiplicar el apoyo financiero incrementando el crédito bancario en el mercado interno, pero también en otras economías. Si bien la política expansiva finalizó en 2013, con el cambio de mandato  que colocó a Xi Jinping como primer mandatario, su política de inversiones canalizadas hacia sus nuevos socios comerciales continúa siendo un pilar estratégico.
En el caso de nuestro país, las relaciones comerciales iniciadas ya en 2004, dieron nuevamente este año lugar a la firma de 15 nuevos acuerdos en materia de infraestructura, minería, energía nuclear, energías renovables, telecomunicaciones y aeroespacial, que buscan especializar la explotación energética y el potencial de desarrollar en el largo plazo un autoabastecimiento energético que catapulte la industria, disminuyendo sus costos y haciéndola más competitiva.
Junto a las represas, se lograron acuerdos fundamentales en el área nuclear. En primer lugar, ratificando la construcción conjunta de la cuarta central nuclear (Atucha III), que llevará adelante como contratista Nucleoeléctrica Argentina (NA-SA), empresa del Estado Nacional, bajo la supervisión de la Comisión Nacional de Energía Atómica y la Autoridad Regulatoria Nuclear (ARN). NA-SA, en asociación con la China Nuclear National Company (CNNC),  desarrollará un reactor  de agua pesada y uranio natural, tendrá una potencia de 700 megavatios e implicará una inversión de 5.800 millones de dólares que serán financiados por bancos chinos, con transferencia del 100% de la tecnología.
Los acuerdos a su vez preservan la producción nacional y el empleo, ya que el 70% de los componentes serán nacionales, mientras que el otro 30% corresponde a piezas indispensables que todavía no se producen localmente. En el caso del empleo, se incorporarán a los trabajadores de  empresas nacionales, fundamentalmente a través del cluster nuclear de más de 50 pymes conformado para la terminación de Atucha
Podemos concluir, entonces, que la relación comercial es actualmente estratégica, no sólo para Argentina, sino que posicionada como primera economía, posee un rol dinamizador para la economía y el comercio global. China es el principal mercado de crecimiento en la actualidad, y se espera que el paquete de inversiones públicas destinadas a la población disparen el consumo en los próximos años. Al respecto, en una entrevista para la Revista Circus, Eduardo Crespo, Profesor de la Universidad Federal de Rio de Janeiro, detalló: “Entre América del Sur y China hay una gran complementariedad comercial porque la región dispone de materias primas y alimentos que China necesita en su proceso de industrialización y urbanización, además de ya estar consolidado como un gran inversor regional en materia de energía y extracción mineral.”
Para finalizar, si bien desde su concepción, los acuerdos apuntan al fortalecimiento del potencial productivo-industrial del país, la sociedad deberá velar, a través de su voto, por la continuidad de estos objetivos. La afluencia de capitales y los contratos comerciales no implican en sí mismos el camino al desarrollo, si lo hace la decisión colectiva de no permitir que se invierta la lógica hoy sostenida, reduciendo nuevamente al país a una economía de exportación primaria, con beneficio para unos pocos.